La peor pandemia
La psicóloga Mirelsa Modestti González analiza sobre lo que debe hacer el gobierno para hacerle frente al virus.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 4 años.
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Por Mirelsa Modestti González / Psicóloga
En su provocadora canción Creceremos, el compositor cubano Amaury Pérez termina diciendo “no lo van a impedir las soledades, a pesar del otoño, ¡creceremos!” Y no hay duda de que este oscuro y solitario otoño emocional que es la pandemia del COVID-19, y que ha dejado sin hojas la esperanza de muchos, nos presenta entre temores, preocupaciones y restricciones, una oportunidad singular de crecimiento.
A menudo, escucho hablar de “la nueva normalidad” como si hubiera alguien que pudiera creer que lo que hemos vivido y a lo que vamos a regresar tenga alguna posibilidad de ser “normal”. Más allá de que sea una palabra desgastada y mal utilizada, simplemente, no cabe en lo que estamos viviendo. Ahora bien, enfrentamos una “nueva realidad”. No la pedimos, no la queremos y nos incomoda, pero está ahí. Esta pandemia caprichosa reescribe la historia del mundo.
Los gobiernos no estaban preparados. A pesar de todas las realidades que apuntaban a que era una posibilidad real, los líderes del mundo trataron el tema como la trama de una película de ciencia ficción. A pesar de que la carrera armamentista hace mucho que invadió los platos Petri y los tubos de ensayo y de que el ser humano continuaba, inmisericordemente irrumpiendo en los ecosistemas selváticos y poniéndonos en contacto con toda clase de organismos para los que no tenemos defensa alguna, nadie se preparó para esto.
Al ver el horror en la calle, los gobernantes apecharon. Unos con más celeridad y sabiduría que otros, pero todos tomaron medidas. La de mayor popularidad entre líderes y expertos salubristas fue el confinamiento. Y, en la mayoría de los casos, probó ser efectivo. Sin embargo, una vez más, no estaban preparados para el “después”.
Ahora, ante la necesidad imperiosa de retomar la actividad económica y la certeza de que no tenemos cómo terminar con la pandemia en el futuro inmediato (cosa que también sabían), corren como gallinas sin cabeza buscando un modo, algún método, una fórmula mágica que permita reabrir sin darle al virus maldito un pasaporte VIP al interior de todos los hogares.
Por supuesto que hay que aprender a “convivir con el virus”. Claro que tenemos que retomar la vida y reabrir el comercio, los servicios, la educación y la cultura. Pero ningún gobierno logrará proteger a la gente con ningún conjunto de medidas porque los escudos mágicos solo existen en los cuentos. El único escudo verdaderamente efectivo es la educación de la gente.
Por eso, antes de cualquier orden o ley, antes de cualquier plan y de cualquier inversión en rediseñar espacios, necesitamos una campaña clara, efectiva y abarcadora de educación (no instrucciones, educación) a los ciudadanos. El gobierno necesita revisar los pilares de la comunicación de riesgo: construir confianza, comunicar a tiempo y frecuentemente, ser transparente, mostrar respeto y planificar adelantado.
La confianza se logra cuando los que comunican son expertos en el tema y hablan de lo que saben libres de presiones, de agendas políticas o intereses específicos. La comunicación a tiempo y frecuente evita especulaciones, rumores y desinformación. La transparencia y el respeto por las preocupaciones de la gente fomenta la confianza y aumenta el cumplimiento de las directrices. Y finalmente, la planificación adelantada elimina la improvisación y la incompetencia que han sido, en realidad, la peor parte de la pandemia.
“Antes de cualquier orden o ley, antes de cualquier plan y de cualquier inversión en rediseñar espacios, necesitamos una campaña clara, efectiva y abarcadora de educación (no instrucciones, educación) a los ciudadanos”
Colaboradores de diferentes sectores de la sociedad puertorriqueña analizan sucesos noticiosos al estilo de Primera Hora
Columnista invitado
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