Quizás sí, quizás no, tal vez han experimentado lo mismo, explico. Con esta situación de quedarme sin empleo y carecer de un trabajo formal durante más de un año, para luego llegar a la edad del Seguro Social y recibir el Medicare, unido al encerramiento preventivo por culpa del COVID-19, he tenido tiempo para reflexionar y organizar mis cosas en esta etapa de vida; la despedida física terrenal vendrá sin avisar porque nacemos para morir. Sin darme cuenta he acumulado muchas cosas materiales que en un momento tenían sentido, entre papeles, lápices, libretas, bolígrafos, ropa ... recuerdos físicos como postales, fotos y memorabilia, entre otras.

Desde trabajar con mi papá en la tienda La Valencia en San Sebastián de las Vegas del Pepino, hasta culminar en varios medios de comunicación masiva en la zona metro de San Juan, han pasado varias décadas. Como acepté racionalmente que no tendré un trabajo formal, decidí revisar La Percha en mi casa para descartar y mantener lo básico de indumentaria, entre medias sin estrenar, camisas, pantalones, mahones, camisetas y “polos”.

Debido a la pandemia no uso mucho la ropa porque procuro evadir lugares cerrados, aunque hay excepciones como la farmacia o supermercado; por ahora nada de cine, hotel o restaurante. El llamado “desarreglo” se ha hecho, pero con prudencia y rapidez. Confieso que al cotejar la ropa sentí nostalgia, como cuando se recoge la de un ser querido del entorno familiar que deja este mundo terrenal. El hecho de sacarla de los ganchos es saber que no la necesitas y que no la utilizarás en el futuro porque ya tuvo su utilidad.

Esas telas cumplieron, ahora fueron depositadas en un candungo en un supermercado para compartirlas con otras personas y despejar, no el “closet”, sí mi Percha.