El baile del tubo sacó lo mejor de los boricuas
Lo que se supone fuera un chiste entre ambos, se convirtió en un poderoso esfuerzo de recaudación de fondos que triplicó la meta original.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 3 años.
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Puerto Rico mide 35 millas de ancho y la distancia de un maratón son 26.2 millas. Básicamente, aceptar el reto de correr esa ruta es casi cruzar a Puerto Rico de norte a sur.
Cuando decidí estrenarme como maratonista, quise hacerlo por todo lo alto y la mirada estaba anclada únicamente en el icónico maratón de Chicago. Sin embargo, mi oportunidad se esfumó en cuestión de segundos, cuando recibí la notificación de que no había sido aceptada.
Sí, lloré y me frustré. Hasta que un amigo me orientó sobre la última oportunidad que me quedaba disponible para cumplir mi sueño y poder recorrer la famosa Ciudad de los Vientos. Ser una “Charity Runner” es participar de una carrera a nombre de una organización sin fines de lucro y ayudarlos a recaudar una cantidad monetaria. Así fue que llegó St. Jude Children’s Research Hospital a mi vida.
Finalmente, en el 2018 me convertí en maratonista y logré completar el evento por los niños con cáncer terminal. En aquella ocasión, logré recaudar $3,000 y eso significa que mi aportación ayudará a que ninguna familia que se atiende en el hospital reciba factura por tratamiento, hospedaje, transporación o comida. De lo único que deben preocuparse es de cuidar de su niño.
Cada pisada que di por más de seis horas sin parar, fue por cada uno de los niños que enfrentan un diagnóstico de cáncer y, posiblemente, no puedan completar un maratón. Quedará en mi memoria ver a los niños apoyándome en diferentes esquinas de Chicago y, algunos desde sus sillas de ruedas, me agradecían por poder representarlos.
Hoy, dos años después y en medio de una pandemia, no tuve ningún reparo en aceptar la invitación para repetir Chicago y otra vez hacerlo por los niños de St. Jude. La meta esta vez fue recaudar $5,000.
Hasta que mi amigo y periodista Jorge Gelpí Pagán, de Wapa, decidió bailar en un tubo.
Lo que se supone fuera un chiste entre ambos, se convirtió en un poderoso esfuerzo de recaudación de fondos que triplicó la meta original. Un “sticker” virtual que hice de Gelpí Pagán en plena demostración en la barra vertical, incluido el impacto que se alcanza con las redes sociales, destapó nuevamente la buena voluntad que existe en los puertorriqueños al momento de apoyar las buenas causas.
En cuestión de un fin de semana se alcanzó la impresionante cifra de $14,326.67, que irán destinados en su totalidad a St. Jude.
Pasé más de 24 horas sorprendida por el gran apoyo, a pesar de que el propio Jorge me advirtió que en Puerto Rico hay mucha gente buena, sin importar que vivimos en un país que, por más de tres años, ha estado en una recesión económica.
Mi compromiso continúa. Mi meta es seguir marcando pisadas por los que no pueden. Hasta que ningún niño tenga que morir de cáncer.