“Este programa es para usted, para usted, para usted. Y le traemos alegría a todos sus hogares los alegres tres…”

Así comenzaba el segmento dentro del Show de las 12 de Paquito Cordero que estelarizaban Sylvia de Grasse, José Ernesto Chapuseaux y Frank Simón Damirón.  Por años este simpático trío de artistas se mantuvieron en la preferencia del público boricua. Y no era para menos. Su programa estaba lleno de chispa, alegría, concursos, artistas, novedades, ritmo y dinamismo. 

Chapuseaux y Damirón comenzaron como pareja artística en su natal República Dominicana. Ambos, talentosos y maravillosos, recorrieron cada lugar de Latinoamérica con sus canciones y su alegría.  El merengue de salón era su bandera y Damirón, que era un pianista de grandes quilates, se lucía mientras Chapuseaux dio rienda a su creatividad como autor, dejando para la posteridad muchas de las canciones que aún se interpretan y que en ocasiones hasta desconocemos que son de su autoría.

En los años 40, Damirón había vivido en Puerto Rico, lo que hacía que nos conociera a la perfección.  En 1945 se integra al dúo la cantante panameña Sylvia de Grasse, quien había comenzado con la orquesta de Avelino Muñoz. Se convirtieron en Los Alegres Tres y compartieron tarima con los grandes de la música internacional. 

Artistas como Ella Fitzgerald, Sammy Davis, Nat King Cole, Olga Guillot y Harry Belafonte son sólo algunos de esos grandes nombres que junto a Los Alegres Tres hicieron las delicias de públicos internacionales y ya en los años 50, después de grabar Por un maní se le conocían como “Los reyes del merengue”.

En 1965, cuando Paquito comienza el Show de las 12 llegaron a nuestros hogares y como era de esperarse, el éxito fue inmediato. Sylvia, que era una creativa extraordinaria, no se conformó ni se limitó a la música. Desarrolló conceptos y concursos que acapararon la atención de inmediato. Así fueron naciendo los segmentos de “Las vedettes”, en donde se dieron a conocer nuestra Iris Chacón, Álida Arizmendi, Yolanda Narváez, Ivonne Naranjo, Norma Serrán y muchas más.

El segmento “Serenata moderna” con José Miguel Class le abrió las puertas de la televisión a nuestro eterno “gallo”, en el concurso de las enanitas  conocimos a Grace de la Vega y sus 30 pulgadas de sabor, los mamitos, los mamititos, las modelos de Marta Hagman, segmentos de poesía con Amneris Morales, las canciones de Hugo Santana y “Sea usted actriz”, con Rolando Barral y Frank Moro, entre otros.  

En fin, que para Sylvia no había límites a la hora de crear y producir. Llevó sus concursos y ganadores a distintos países y su hija Clarisa se dio a conocer como una de las mejores voces de la televisión boricua.

Sylvia fue la reina de la inclusión. En sus producciones todos tenían igualdad de oportunidades sin importar raza, edad, credo o tamaño. Pero eso sí, había que tener talento. Para estar en una producción de Sylvia de Grasse tenías que audicionar, tenías que tener ese brillo que poseen algunas personas y que se llama “ángel”.

En gran medida, hemos ido perdiendo el buen gusto y vemos como la televisión se llena de mediocres que se encuentran graciosos, y salen dos veces en televisión y hasta guardaespaldas se ponen. Lo mismo sucede con la música. Aquí alguien canta en un karaoke o hace un vídeo en las redes y de inmediato se volvió famoso.

No dudo que hay mucha gente talentosa en la calle y con las pocas oportunidades existentes pues se hace más difícil la exposición mediática. Pero, por favor, una cosa es darle cinco minutos de fama a un talento novato y otra es pretender convertirlo en protagonista de un programa de variedad o comedia.  

Siguen haciendo falta programas que pulan a los talentosos. Hay que estudiar, hay que trabajar muy duro si se quiere permanecer y perdurar en una industria que en la actualidad es una fábrica de artistas desechables.  

Extrañaremos siempre a figuras como Sylvia, Damirón y Chapuseaux. Dieron taller, música, espacio y esperanza a los que con genuino talento marcaron la diferencia de una generación.  

¡Hasta la próxima!