Sophy, la voz de América
Todas sus producciones musicales han sido exitosas.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 7 años.
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Mi columna de hoy tenía que ser dedicada a alguien muy especial. Es mi encuentro semanal con ustedes número 52, lo que significa que cumplo un año escribiendo para Primera Hora con esta Nostalgia Alegre. Se la dedico a una persona muy importante como ser humano, como artista, como amiga y que a pesar del tiempo sigue siendo la misma mujer noble cargada de sueños como en aquellos días de su niñez donde sufrió, lloró, fue víctima de injusticias y solo los brazos de una madre maravillosa pudieron darle las herramientas, el calor y el don de gente que siempre la han acompañado.
Sophy, nacida en Aguadilla y criada en San Sebastián de las Vegas del Pepino, desde niña amó la música. Esto sería un efecto inmediato de su origen, pues su padre era músico y aunque ausente en sus afectos no podía alejarse en su ADN. Desde una primera oportunidad para exponer su talento que un hombre llamado Benito Fred le ofreció, la magia de la música se encendió en ella. Comenzó en el programa La nueva ola de Producciones Tommy Muñiz que era parte de El show del mediodía de Wapa Televisión. Finalizando la década de los 60, se muda a NuevaYork donde el maestro Tito Puente, quien fue como un padre para ella, la contrata como cantante de su orquesta y de su show de televisión en el canal 47 de Newark. Ahí surge su primera grabación en donde el maestro Puente presenta Con orgullo… Sophy. Con el éxito La última palabra, Sophy revolucionó la radio en Nueva York y Puerto Rico. Su segundo disco Te reto confirmaba que había una estrella real en el nuevo mundo musical boricua.
Con su regreso a Borinquen, el productor Gaspar Pumarejo la firma con exclusividad para sus producciones. Y en el 1972, es la compañía Velvet la que catapulta a Sophy a la fama. Siempre fue exitosa. De doce canciones que se grababan, pegaba diez en la radio. Siempre sonriente, simple, buena gente y cariñosa, mientras más fama cosechaba, más humilde se comportaba. Mantuvo con don Tommy Muñiz un espacio los viernes en El show del mediodía donde compartía y presentaba artistas noveles.
Nunca ha tenido problemas para compartir su escenario; por el contrario, siempre ha contratado otras figuras para darles espacio y oportunidades. Recuerdo que en ese show me presenté, pues me vio un día cantando y me invitó. Desde ese momento se ganó mi cariño, pues ya mi admiración la tenía.
Y es que ella siempre ha sido así. Todas sus producciones musicales han sido exitosas. Su fama siguió extendiéndose y países como la República Dominica, Panamá, México, Venezuela, Ecuador, Haití y las ciudades de Estados Unidos donde viven los hispanos la admiran y contratan constantemente. En Haití, recuerdo que estaba de vacaciones con mis padres, y en un restaurante había una de aquellas famosas velloneras que tenía doce canciones de Sophy disponibles. Me pareció tan curioso que en un pueblo donde el español no es idioma principal, la boricua ocupara y sonara constantemente.
Sophy es una artista en todas sus capacidades. Canta, baila, actúa, ha sido buena administradora y una mujer que aunque ha vivido momentos de mucha intensidad y drama, siempre ha sabido seguir adelante con integridad, fuerza y decisión. Les recomiendo que lean su autobiografía para que conozcan mucho más de esta artista que ha luchado siempre para que nuestro país este orgulloso de su esencia como artista.
La vida no ha sido fácil, pero el tiempo le ha enseñado a reconocer dónde están sus verdaderos afectos. Y aunque con experiencia y madurez, sigue siendo la niña que soñaba con cantar y conquistar el mundo con su garganta. Siempre fiel, siempre agradecida y con una bondad inmensa en sus acciones y palabras.
Querida Sophy, hoy que cumplo un año escribiendo esta columna con los amigos de Primera Hora, tenía que ser a ti que dedicara mis palabras. La experiencia de colaborar en este medio ha sido maravillosa como tu amistad y tu cariño a través de cuatro décadas. Gracias por tus llamadas, por tus horas, por tu solidaridad, por las lágrimas y las alegrías. ¡Usted sí conoce el valor de la amistad!