La semana pasada escribía sobre Ramón Rivero “Diplo” y recordaba cuando para celebrar el centenario del comediante se nos ocurrió llevar una caminata que culminara la obra que había comenzado. En ese momento, fallece Awilda Carbia y a Dagmar le dan un diagnostico de cáncer. Mientras hacíamos un programa especial recordando a Awilda, uno de los invitados fue Raymond Arrieta. Mientras hablaba con él, visiblemente impactado por ambas noticias, lo miraba y pensaba que sería la persona perfecta para realizar esa caminata. 

Sin pensar en otra cosa que su sensibilidad y su cariño, le propuse la idea de la caminata a la que sin pensarlo me dijo que sí. Le pedí que no me contestara apresuradamente, que lo pensara bien, puesto que conociéndolo sabía que lo más que había caminado era del cuarto de su casa a la cocina para desayunar. Se fue al gimnasio con aquella semilla sembrada en su mente. Me llamó y me dijo: “Yo lo hago. Vamos pa’lante”. Y ahí comenzó a escribirse la historia del nuevo Ramón Emilio, que todos conocen por Raymond. 

Desde que estudiaba en el Colegio Nuestra Señora de la Providencia ya era artista. Actuaba y preparaba obritas teatrales que iban moldeando sus sueños y fortaleciendo sus metas de hacer arte. Su primer trabajo en la industria fue animando fuera de cámara al público que asistía al programa A millón, de Wapa Televisión. Ya para el 1987 hacía su debut en las cámaras de Telemundo en el programa Estudio alegre junto a Awilda Carbia, Bizcocho y Juan Manuel Lebrón. Era bueno, disciplinado y se había fogueado en el arte del stand-up en el Viejo San Juan. Cuando imitaba, impresionaba (al igual que Awilda) porque usaba su propia voz y sus transformaciones eran impresionantes: Glenn Monroig, Julio Iglesias, Raphael son algunas de aquellas primeras muestras de su talento caracterizando.

De Estudio alegre pasó a La pensión de doña Tere junto a Norma Candal, otra de las grandes. Raymond comenzó en grande; tenía que llegar muy lejos. 

Cuando el productor Edwin Pabellón realizó el espectáculo Alivio cómico, Raymond integró el elenco junto a Norma Candal, Sunshine Logroño, Antonio Pantojas, Kate Garrity y Rafo Muñiz. Es ahí que la productora Gilda Santini lo selecciona para protagonizar un programa que se llamó Al aire libre. Mudó entonces sus cuarteles a Wapa Televisión, donde por años se mantuvo en pantalla con Qué vacilón y El show de Raymond Arrieta. Sus espectáculos unipersonales como comediante llenaban teatros, clubes y plazas. Su carrera comenzó a crecer y hasta formó parte de Univision en Estados Unidos animando programas que cautivaron a la audiencia hispana. Siempre lo veía en Wapa puesto que para esa época yo estaba en ese canal donde tenía un segmento en Despierta Puerto Rico, producía Los Rayos Gamma, asistía en producción a Pacheco y protagonizaba la comedia Cara o cruz. Con los años llegué a dirigir y escribir parte de un espectáculo teatral que unió a Awilda con Raymond y que se llamó Partidos por la mitad. Unión histórica de estos dos monstruos de la comedia que gracias a Eric Valcourt, Raymond y Awilda logró demostrar que cuando no hay egos ni miedos y nos entregamos al placer de actuar, el talento brilla y el público sale ganando.

Y mientras Raymond estaba en el gimnasio pensando en la caminata, por mi mente desfilaron las similitudes entre Ramon Rivero y él. Ambos con el mismo nombre, dedicados a hacer reír, solidarios, amigos, nobles y dispuestos a ayudar a los demás siempre. Raymond cumplió un compromiso que fue difícil, doloroso (si sus pies hablaran…) y solo lo movía el amor a esos pacientes que fue conociendo en el trayecto. Pudo haber concluido la caminata en recordación de Ramón Rivero y ya. Pero siguió y durante nueve años ha sido parte vital en la recaudación de fondos del Hospital Oncológico Dr. Isaac González. Lo mejor que tiene Ramón Emilio Arrieta Vázquez no es su talento histriónico, es su corazón, ese don especial y una sensibilidad que se desborda. Por eso lo admiro, por eso es mi amigo y Puerto Rico y los pacientes de cáncer siempre le han demostrado su gratitud y cariño. 

Por eso su programa es número uno. Porque él y sus amigos son los que cambian en risa nuestra tristeza. Porque son los que salen de la pantalla para entrar directo en los corazones. Los comediantes son mucho más que hacedores de sonrisas. Son aquellos que tocan el alma, para brindar consuelo y llevar esperanza. Gracias, Raymond, por haberme dicho que sí en medio de nuestra tristeza por perder a una amiga como Awilda.