Cuando escribía la semana pasada sobre Los Alegres Tres y cómo dentro de su programa José Miguel Class entraba a los hogares puertorriqueños, el querido “gallo” era sometido a una delicada intervención quirúrgica de corazón.  Pensaba en su bondad, en su don de gente y en el gran cariño que por tantos años su amistad me ha ofrecido.  Este singular artista que comenzó cantando décimas en su pueblo de Manatí, al perder a su señora madre a la edad de nueve años se trasladó a San Juan junto a su padre. En la capital estudió, componía canciones y cantaba esperando que alguien lo descubriera y lo ayudara a desarrollar ese sueño de ser artista y aplaudido por las multitudes.  

Era trovador, improvisaba, y ganó un concurso de música típica acompañado en la guitarra por un vecino. El público a través de cartas lo bautizó como “El gallito de Manatí”.  De origen humilde y viviendo en el sector “El Fanguito”, José Miguel cantaba, vendía chinas, maní y ahorraba el dinero hasta lograr tener lo suficiente para ayudar a su papá a comprar una propiedad cerca al sector donde vivía y mudarse con un hermano, puesto que los otros ya estaban grandes y casados.

José Miguel Class y su esposa. (Archivo)

Allá para el año en que la televisión llegaba a Puerto Rico (1954) “El Gallito”,  con 16 años, se convertía en un joven aficionado graduado del programa Tribuna del arte de don Rafael Quiñones Vidal. Graba su primer disco de larga duración y poco a poco se convirtió en uno de los máximos vendedores de la canción. Comenzó a viajar a Nueva York y componía valses, boleros, décimas, improvisaba y fue en esta ciudad donde realizaba un espectáculo con un artista mexicano que cantaba rancheras. Era tal el éxito de “Aguila Negra”, que  José Miguel  le  dijo  a Yomo Toro que montaran una ranchera. Allí entonó Cuatro balazos y el teatro se vino abajo. En ese momento se le ocurrió decir: “Mamacita, aquí está tu gallo. Soltero y sin compromiso”.  Esa emblemática frase lo ha acompañado desde ese momento, ganándole aplausos, cariño, fama, y un sitial prestigioso que lo convirtió en uno de los artistas de mayor producción musical. José Miguel tiene en su porfolio un promedio de 200 grabaciones discográficas.

El gallo ha cantado de todo, rancheras, merengues, bachatas, valses, cumbias, pasodobles, boleros, baladas, géneros folclóricos, y sea solo o unido a otros artistas, siempre triunfa, vende y es aplaudido. Sus producciones con el Mariachi Jalisco dieron un nuevo sonido a la música ranchera y un estilo original y peculiar. 

José Miguel Class en Telesound Studio en el 1999. (Archivo)

Trabajó en México con las grandes figuras de los escenarios y regresó a Puerto Rico, donde comenzó con la “Serenata moderna” en el programa de Sylvia de Grasse, Damirón y Chapuseaux, convirtiéndose definitivamente en parte de la familia boricua y de la cultura popular.   

En esa época protagoniza la película Yo soy el gallo, dirigida por Yedu Mascorieto y de ahí a la Telecadena Pérez Perry, canal 11, con su propio programa de televisión que durante nueve años mantuvo los niveles de audiencia más altos con una producción cuidada de Carmen Mirabal y la coanimación de Awilda Pedroza “La Mimosa”, una de las voces más hermosas de todos los tiempos.

Finalizado su compromiso con el canal 11 y ante la muerte de don Rafael Pérez Perry, El Gallo comenzó a laborar en Telemundo con Paquito Cordero y en Wapa Televisión con Luis Vigoreaux. Triunfos, aplausos, viajes, programas de radio y rotundos éxitos definen la historia del querido “Gallito de Manatí”. No obstante, ha sabido luchar y combatir diversos obstáculos en torno a la salud: problemas cardiacos, espera por un trasplante de riñón y ahora una operación de corazón abierto.  Siempre acompañado de su fiel Dony Nazario, con quien lleva 44 años casado y logró domar al enamoradizo cantante.

Tengo fe en su total recuperación. José Miguel es uno de los seres más nobles que conozco y quiero seguir escuchándolo cuando me llama por teléfono, aunque sea para decirme: “Oye Edgardo, aquí está tu gallo… dame trabajo”.

Brindo por estos 67 años de ser uno de los más queridos dentro y fuera de tu adorada Isla.  

“Papasito… viva tu legado”.