Ivonne Goderich: Mucho más que Diana Carolina
Su extraordinario poder escénico le trajo nuevas oportunidades en las producciones del “canal del gato”.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 7 años.
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Definitivamente, Ivonne Goderich nació para ser artista. Esa maravillosa mezcla de su padre Iván Goderich (primer musicalizador de nuestra televisión) y de Esther Sandoval (imponente, disciplinada y profesional actriz) fue germinando en sus venas desde muy temprano. Siendo una niña combinaba sus estudios regulares con la disciplina de la danza clásica y en la adolescencia formó parte de una prestigiosa compañía de ballet.
Estudió en la Universidad de Puerto Rico, donde obtuvo un Bachillerato en Historia del Arte y una Maestría en Pedagogía. Poco a poco, el lente televisivo la fue conociendo a través de su desempeño como modelo en diversos comerciales. Su señora madre sabía perfectamente el talento que poseía su hija. Pero Esther, siempre recta, disciplinada y estudiosa, era exigente con todos y su hija menor no sería la excepción. Su debut teatral se dio en la producción La malquerida y de inmediato la escena boricua descubrió a una actriz con luz propia que siendo hija de una de las actrices más completas de la escena nacional, brillaba sin imitaciones, sin privilegios y contando con su talento como única carta de presentación.
Las oportunidades fueron surgiendo. Como animadora, locutora, y actriz. Mientras la mayoría de las actrices de su generación trabajaban en Telemundo, Ivonne integra el elenco de Wapa Televisión en su nueva etapa de producción de novelas. Ahí surge la presentación de esta importante actriz en la telenovela La mentira, como contrafigura de la venezolana Rebeca González, que había sido la protagonista de Una muchacha llamada Milagros ( la telenovela que le dio a José Luis Rodríguez el nombre de “El Puma”).
Su extraordinario poder escénico le trajo nuevas oportunidades en las producciones del “canal del gato”. Vivir para ti y Poquita cosa son dos ejemplos en donde Ivonne se lució sin ningún problema. Con su chispa y habilidad se convirtió en la animadora de A millón, con Héctor Marcano y Rafael José, y producido por Anita Castro. Mientras, en teatro brillaba en obras clásicas como Los árboles mueren de pie.
Estando bajo contrato de exclusividad con Wapa surge la gran oportunidad de estelarizar una coproducción con Venevisión de Venezuela. Así nació Diana Carolina, personaje emblemático que impuso un estilo fresco de actuación, naturalidad y forma de vestir del personaje y de las chicas que al igual que Diana suspiraban por Guillermo Dávila.
Todavía en la calle la ven y le dicen: “Oye, tú eres Diana Carolina” y ella sonríe y les dice: “Yo misma”. Luego, tuvo una participación estelar en El ángel del barrio, también grabada en Venezuela.
Y llegó Tiempo de vivir, la novela escrita por Jacobo Morales. Posiblemente, esta pieza haya sido la más difícil en su carrera. A nivel actoral, personal y profesional representó un reto y un acto de tolerancia, pues soportó y aguantó actitudes, menosprecios y malos resabios de algunos resentidos por su éxito como Diana Carolina, que se dedicaron a tratar de robarle paz sin entender que esta actriz era tan grande que su fuerza interior podía con ellos y muchos más.
Regresó a Caracas y realizó Los Donatti, compartiendo la escena con grandes figuras de la industria.
Se retiró un tiempo para dedicarse por entero a su hijo y solo la vimos en una que otra miniserie y obras de teatro. Entrando en el siglo 21 participó en WIPR como anfitriona del programa de competencias estudiantiles A toda máquina, producido por Flavia García y Margarita Millán.
Ivonne tiene muchos talentos. Pinta, baila, actúa y escribe, que es una de sus pasiones, y como muestra de ello está la obra Y la lluvia también. Como hija, vivió para amar, cuidar y proteger a su madre. El amor que esos dos seres se profesaron personas como este que les escribe lo puede asegurar y confirmar. Ivonne siempre estuvo pendiente a Esther; su madre jamás estuvo sola u olvidada. Por eso a veces escucho cada infamia y quisiera poder tener el poder del perdón que ella posee.
Me alegra verla bien, verla feliz, porque la sonrisa de mi amiga es como una de sus hermosas pinturas. Retrata la paz y la esperanza de haber conocido a una persona que entró a nuestro corazón para quedarse.
“A nivel actoral, personal y profesional representó un reto y un acto de tolerancia, pues soportó y aguantó actitudes, menosprecios y malos resabios de algunos resentidos por su éxito como Diana Carolina”