Volvamos a casa
El actor Modesto Lacén relata el cómo convertirse en padre lo volvió a acercar a la naturaleza.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 3 años.
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Crecí a la sombra de un árbol de pana y al día de hoy esa sombra sigue allí, cobijando la casa e inspirándome cada vez que regreso.
Es el paisaje favorito de mi niñez y fue justo por eso que decidí bautizar mi organización sin fines de lucro como Artocarpus 76, honrando así el nombre científico del árbol de pana y el año en que nací. No sé si es por mi recién estrenada paternidad o por todo lo que hemos aprendido como sociedad en los últimos tiempos, pero llevo meses reflexionando sobre mi relación con ese árbol, y más allá de eso, acerca de mi relación con la naturaleza.
Siempre me he llevado bien con el mundo natural. Ha sido una relación de respeto, a veces de miedo, y la mayor parte del tiempo de admiración, gozo y juego alrededor de las playas, los ríos, los montes, las flores, en fin, flora y fauna en su inmensidad. Sin embargo, por muchos años no he estado tan cerca de la tierra como hubiese querido. La rutina, las presiones del trabajo y del día a día, y un estilo de vida que nos aleja de lo verdaderamente esencial, interrumpió esa conexión tan importante.
Hay una frase del fenecido autor y motivador Wayne Dyer a la que siempre regreso: “Creo que venimos de la nada. Nos presentamos y ya estamos aquí. Todo es lo mismo. Es solo una cuestión de espacio”. La traducción no es tan precisa pero recoge la esencia de lo que quiere decir: venimos “from nowhere to now here”, es decir, de ningún lugar hasta aquí y ahora. Lo escuché decir esa frase muchas veces, incluso en persona cuando asistí a uno de sus talleres en Hawaii. Admito que, aunque la entendía intelectualmente, no podía entender en profundidad su significado.
Eso cambió el año pasado al convertirme en vehículo para la llegada de una nueva vida. En el proceso de ver como mi esposa florecía -desde cuando nerviosos nos enteramos de la noticia del embarazo en el estacionamiento de una farmacia hasta la dramática llegada de un pimpollo de canela en medio de una incipiente pandemia- pude experimentar cómo esa nada se convierte de repente en un nuevo todo. De la nada a aquí, así llegó Nicanor. Como tú y como yo.
A casi diez meses de esta experiencia transformadora de ser padre, no dejo de asombrarme de cómo con la unión de dos y sin hacer nada se forma un cuerpo nuevo donde habitará un alma. La naturaleza se encarga en su totalidad de formar esa nueva vida sin que uno haga nada. Entonces: ¿Por qué al crecer nos olvidamos de que venimos y somos naturaleza? ¿Por qué no confiamos más en esa fuerza y energía que nos trajo aquí? ¿Por qué creemos que tenemos el control del mundo natural?
Lidiar con los complejos acontecimientos del año pasado me obligó a mirar hacia adentro, a reflexionar acerca de qué podemos hacer para sobrellevar todo lo que estamos viviendo. Fue entonces cuando esta urgencia de calma, paz y temple me llevó a buscar estar rodeado de esa madre que da tanto, que tanto hemos abusado y aún así siempre nos abraza, nos cobija, nos reconforta.
Visité un río de los muchos que existen en nuestro archipiélago. Llegué hasta allí cargado, triste, agobiado, perdido y dispuesto a rendirme. Fue así como entendí que tenemos que volver al origen, al punto de partida. Después de todo, cuando estamos perdidos basta con recordar el camino a casa, saber que de allí venimos y allí volveremos.