Los pasos que cambiaron mi vida
“Cantamos, reímos, lloramos, nos pelamos las plantas de los pies, nos lastimamos las caderas… caminábamos 25 millas diarias por seis días”.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 3 años.
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Una tarde como cualquiera otra, hace 13 años, mientras me dirigía al trabajo, recibo una llamada del señor Edgardo Huertas, quien me pregunta si podía caminar de Ponce a San Juan, pues el comediante Ramón Rivero Diplo lo había hecho de San Juan a Ponce en el año 1953 para ayudar a los pacientes de cáncer del Hospital Oncológico. Edgardo pensaba que yo podía repetir esa gesta. Inmediatamente, le dije que no, que no tenía tiempo, que tenía mucho trabajo y que sería difícil, pues de lunes a viernes hacía radio y televisión. Luego, me quedé sin excusas, quizás por miedo o temor a fallar.
Así pasaron unos meses y todavía no tenía una respuesta, hasta que a mi amiga, Dagmar Rivera, la diagnostican con cáncer. Fue en ese momento que me dije que tenía que hacer algo y rápido llamé a Edgardo y le dije que contara conmigo, que lo haría por los pacientes que no cuentan con el dinero para sus tratamientos. En ese momento, decidimos continuar con el legado de Diplo, realizándolo por el mismo hospital por el cual él lo hizo.
Esa noche no dormí, definitivamente no sabía lo que me esperaba y no tenía conocimiento alguno de cómo prepararme, organizar y entrenar para una caminata tan larga de Ponce a San Juan. Llamé a los que sabían del tema: mi amigo del gym Ruyfe Delgado y él llamó al entrenador de maratones Freddy Rodríguez. Ambos, aunque tenían sus dudas, me apoyaron. Fue entonces cuando me comunico con mi productor, Tony Mojena, para consultarle y me preguntó que “si me encontraba bien”, que “si estaba seguro”. Tony suspiró, no me habló como por un minuto, y me volvió a preguntar: “¿Estás bien?”. Le confesé que tenía miedo, pero que lo necesitaba a él y a su equipo, que yo solo no podía. Esta vez, sin suspirar, me dijo que contara con él y con toda la familia de Telemundo, que de seguro nos apoyaría.
Llegó el gran día
Era la noche antes de la caminata y ya estaba en Ponce. El pequeño cuarto tenía una ventana que daba a la tarima donde sería la salida. No dormí nada, miré los tenis toda la noche y me preguntaba: “¿Qué yo hago aquí”, “Yo no estoy listo para esto”. A las 5:00 a.m. caminé a la tarima desde donde se transmitiría el programa Día a día en vivo. Hice mi programa de radio y esperé ansioso la salida de la caminata a las 12:00 del mediodía. Se podrán imaginar cómo me sentía. Sin dar un paso, ya me sentía agotado y fue en ese momento cuando comenzaron los errores del desconocimiento. Dieron la 1:00 p.m. en la Plaza Las Delicias en Ponce, estábamos orando. Era pleno verano y el calor era insoportable, sentía que me estaba derritiendo. Al fin dieron la salida, salí con un gran grupo de amigos y voluntarios desde el Parque de Bombas. Muchos cantaban, otros reían, otros gritaban a coro “Raymond yo voy a ti”, y yo solo pensaba cómo rayos iba a caminar de Ponce a San Juan. Pocos saben que a los primeros 200 metros de la caminata tuvimos que desviarnos, pues había ocurrido una balacera por donde íbamos a pasar, y que el camino se haría más largo.
¿Qué pasó en el camino?
Cantamos, reímos, lloramos, nos pelamos las plantas de los pies, nos lastimamos las caderas… caminábamos 25 millas diarias por seis días. No comimos bien, no nos hidratamos bien, no dormimos bien, pero permanecimos juntos, ayudándonos sin importar si nos conocíamos o no. Al pasar los días, mi cara ya no era la misma, ya casi nada me daba gracia, casi no dormía, tenía escalofríos y pesadillas en las noches recodando las historias que iba recogiendo en el camino. Creo que a todos nos pasó igual. A mitad del camino, luego de pasar la famosa subida de La Piquiña, luego de Salinas, ya ni sentía el dolor. Sentía las piernas adormecidas, pero a la misma vez lloraba de tristeza por lo que estaba viviendo y lloraba de alegría por lo que estábamos logrando. Por eso siempre llevaba mis gafas puestas.
Lo que me daba fuerzas para continuar eran los pacientes que me esperaban en el camino, las familias de pacientes que estaban y ya no están, las mujeres, madres y niños que agradecían con lágrimas en sus ojos y con cartelones llenos de mensajes de esperanza, pidiéndonos que no nos quitáramos. Créanme, esto que hacemos no es nada, comparado con la angustia, el cansancio y el dolor que sufren los pacientes con sus tratamientos.
Dios en mi corazón
Cuando llegamos a Gurabo, me encuentro con Charito Fraticelli, periodista de Telenoticias, que me agarra por los brazos, me mira a los ojos y me dice: “¡Ya tú no eres el mismo! Esas palabras me marcaron para siempre. A los pocos días, con la ayuda de Dios, con la ayuda de mi familia, con la ayuda del pueblo al que amo cada día más, con la ayuda de mis voluntarios y con la de todos los que creyeron en mí, pudimos llegar a San Juan y prometerles que seguiría caminando. Todo, gracias a esos primeros pasos que cambiaron mi vida.
Y aquí vamos otra vez… Da Vida en Navidad será la caminata #13, del 13 al 17 de diciembre.