Entre “El Burro”, “Tuntún” y “Bubu”
“Con ellos se ha añadido otra terrible modalidad”.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 2 años.
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Los titulares de noticias policiacas en Puerto Rico dan cuenta de una nueva generación de narcotraficantes. El tipo de alias que utilizan estos sujetos es la primera señal de que las cosas han cambiado, pero no es la única. Los que llevamos unos cuantos años en el quehacer periodístico, sabemos que no solo han cambiado los nombres. Con el tiempo, el lucrativo negocio del narcotráfico en la isla, trae consigo violencia más cruda e indiscriminada.
En la década de los ‘90 recuerdo a los temidos criminales, Germán “El Monstruo”, Papo “Cachete” y “Wes”, que controlaban la venta y distribución de droga en distintas regiones de la isla. Los apodos o alias, era la única información que se conocía sobre la identidad de estos sujetos, por algún tiempo. Es una forma de protegerse, pero, además, es una forma de intimidar a los enemigos. Eran nombres que usualmente reflejaban la personalidad o la temeridad con la que llevaba a cabo el negocio ilegal; o se trataba tal vez de un rasgo físico que lo distinguía.
Los nombres tuvieron una evolución, unos 15 años atrás cuando aparecieron en el escenario criminal, nombres como el de Alex Trujillo, Ángelo Millones, Junior “Cápsula” y Alex “El Boxeador”. No suenan tan temibles Alexander Capó, Ángel Ayala, José David Figueroa o Alexis Candelario, pero acompaña ese nombre con el apodo criminal, y la cosa cambia. Estos apodos eran tal vez más prácticos, más representativos de la forma de operar el negocio criminal.
Esta nueva generación trajo consigo nuevos códigos de orden y menos restricciones de índole moral; si es que podemos hablar de moral y narcotráfico a la vez.
Unas décadas atrás, los sicarios no hacían un disparo si había presente un familiar, la madre, esposa o hijos menores de aquel que fuese objetivo del ataque. Había ciertas reglas no escritas y entendidos que en el bajo mundo se respetaban como si fuera ley. Los familiares no pagaban por las cuentas del que estuviera en malos pasos. A partir del nuevo milenio eso cambió y poco a poco, las “reglas” se desvanecieron. Hoy día, la familia no es un escudo ni protección, para aquel contra el que se haya dictado sentencia de muerte.
Ya en la tercera década de este milenio hay otras tendencias. Los narcos de esta generación son “El Burro”, “El Panda”, “Sopita”, “Tuntún” y el más reciente que se ha dado a conocer es “Bubu”. Con ellos se ha añadido otra terrible modalidad. Ya no solo van a matar a su víctima, sin importar quiénes estén presentes o cuántos inocentes puedan llevarse de frente. Sino que también las edades de las víctimas han disminuido. No se trata de un inocente que por estar en el sitio equivocado, encuentra la muerte, sino que el blanco del acecho es un menor de edad. En los seis meses que van de este año, ocho menores de edad han sido asesinados. Uno de ellos, con solo 16 años, fue tiroteado en Manatí y llevaba puesto un chaleco antibalas. Así de claro era para él que sus días estaban contados.
Por supuesto, esto no quiere decir que anteriormente no murieran personas inocentes en medio de la guerra por el control de la venta y distribución de droga. Por supuesto que también había jovencitos y adolescentes involucrados en el narcotráfico. Pero, ocurría con muchísima menos frecuencia. Hoy día, lamentablemente, es la nueva normalidad.
Los nombres aniñados de los cabecillas de las organizaciones criminales son un reflejo de esa realidad. La actividad de narcotráfico es demasiado atractiva para los más jovencitos. Los problemas de retención que tiene la escuela, después de los grados intermedios, funciona a la inversa en el bajo mundo, donde “El Burro” y “Tuntún” pueden más que el pobre maestro mal pagado de matemáticas.
Periodista con tres décadas de experiencia en la cobertura del quehacer público. Reportera y mujer ancla de Las Noticias de TeleOnce. Ganadora en múltiples ocasiones de los premios Emmy, Premio Nacional de Periodismo y Premio a la Excelencia Periodística.
Egresada de la UPR. Observadora desde el punto de vista de la mujer, de los asuntos que ocupan al país. Defensora de la equidad para todas. Madre de tres jovencitas, a quienes quiere dejarle un mejor país.
Tirando ancla
Una mirada analítica a las situaciones que afectan a Puerto Rico y a su gente, desde la perspectiva de la mujer.