Hace unos días conversaba con una buena amiga que se lamenta porque no ha podido reponer su vehículo, que era nuevecito, cuando las inundaciones del pasado mes de mayo lo dejaron inservible. El estacionamiento del condominio donde vive quedó completamente bajo agua, a causa de un disturbio meteorológico que dejó 6 pulgadas de lluvia en la zona norte de la Puerto Rico. Eso fue hace apenas 40 días.

En febrero, un sistema de mal tiempo dejó 16 pulgadas de lluvia sobre la isla, hubo 7 millones de dólares en pérdidas y el presidente estadounidense Joe Biden declaró estado de emergencia en cinco municipios. Eso fue hace solo cuatro meses.

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Entonces, ¿cómo es que hoy miles de familias están sin agua? La sequía fue de cero a mil en cuestión de semanas y una vez más la respuesta a la emergencia es racionar el servicio de agua potable. Lamento decirles que no hemos aprendido nada de pasadas experiencias, porque la estrategia para enfrentar la sequía es esperar por la próxima onda tropical y rogarle a Dios que no se convierta en huracán antes de llegar aquí porque, para colmo, el remedio puede ser peor que la enfermedad.

En 1994 una gran sequía mantuvo al país por meses en un plan de racionamiento que alcanzó períodos hasta dos días consecutivos sin el servicio de agua. Los problemas identificados en aquella ocasión eran la sedimentación del embalse de Carraízo, uno de los principales para el área de mayor densidad poblacional, que es la zona metropolitana; la pérdida de agua y la falta de una política pública adecuada de conservación.

Casi 30 años después de aquella gran sequía, estamos en el mismo sitio. Y ¿sabe qué? Las causas son las mismas. Carraízo espera por un dragado, necesario desde hace cinco años, cuando el huracán María arrastró toneladas de sedimento a través del río hasta la represa. Imagino que los demás embalses deben estar más o menos igual.

La política pública de conservación no existe porque, si la hubiera, desde la escuela se enseñaría a los niños el valor del recurso, a no malgastarlo y a cuidar nuestro medioambiente. Les enseñaríamos que los árboles son indispensables para retener el agua de lluvia para que las escorrentías hacia los cuerpos de agua sean más lentas. También que el sistema de raíces sostiene la tierra para que llegue menos sedimento a los ríos y embalses. Por cierto, María arrancó 140 millones de árboles, ¿cuántos hemos sembrado desde entonces? Por el contrario, la política pública es permitir más deforestación otorgando permisos de construcción en áreas que deben ser protegidas; o haciéndose de la vista larga cuando se comete un crimen ambiental.

Por último, la pérdida de agua, por salideros o hurto, se estima en un 60%, según la presidenta de la AAA. Pero en el 1994 era igual. El agua se produce y se pierde por un tubo roto o se la roban. El agua aquí es cara, porque pagamos por la que consumimos y por la que se produce y no se consume. Pero lo peor es que ahora que nos hace falta no está disponible.

Casi 30 años después de la gran sequía del 1994, los problemas son exactamente los mismos. Claro que los períodos de sequía son cíclicos, unos más severos, como ocurrió en el 2015. Pero tenga en cuenta que, aunque en esa ocasión el racionamiento comenzó en verano, la sequía se había iniciado en el último trimestre del año 2014. Esta vez, hace solo un mes estábamos bajo agua.

Podemos contar con que el cambio climático va a provocar situaciones cada vez más extremas. Hay que exigir al gobierno corregir la política pública y ejecutarla correctamente, pues la naturaleza está respondiendo a nuestra conducta. Usted decide si será un espectador de la desgracia o protagonista de nuestra salvación.