En los pasados días, Puerto Rico vivió un movimiento en la cultura popular sin precedentes. Millones de personas pudieron ver y disfrutar, simultáneamente, del espectáculo de Bad Bunny en el “Choli”. Ya fuera en el mismo Coliseo, en las plazas públicas por toda la isla o en sus casas a través del televisor. Aun fuera de Puerto Rico, a través de las plataformas digitales, los puertorriqueños gozaron del show.

Después de romper todos los esquemas, el “conejo malo” hizo lo que sabe hacer mejor: ofreció un concierto de clase mundial en el que, de paso, mientras tenía la atención de todos, dejó caer una pesada crítica al gobierno por lo que, en otras palabras, describió como una política pública comercial de vender la isla en pedazos, desde LUMA hasta las playas. Insultó al Gobernador, lo cual no puedo y no se debe condonar, pues creo que la figura del gobernante merece respeto y para diferir de sus políticas hay otras formas.

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Pero hay una realidad, Bad Bunny tiene a Puerto Rico y al planeta a sus pies. Yo no soy experta en el análisis de estos fenómenos, pero lo que percibo es a un puertorriqueño muy creativo que habla boricua. Que no usa lenguaje culto, que se expresa de manera sencilla, pero más aun, que siente y padece como tú y como yo y por eso conecta con la gente. No trata de ser políticamente correcto, no oculta su cuna humilde y, sobre todas las cosas, recalca que no quiere salir de aquí. Campechano y honesto, Benito Martínez, ha conseguido la admiración de todos, aun de los que no disfrutan de su estilo.

Bad Bunny es el nuevo embajador de Puerto Rico. Y al que no le guste tiene un problema, porque la trascendencia de su figura está fuera de nuestro control. En su expresión artística hay muchas, muchísimas palabras obscenas, soeces o malas, descríbelas como prefieras; también hay mucha sexualidad cruda. Sin embargo, también hay inclusión, aceptación y los tradicionalmente marginados, se sienten representados y apreciados.

Un mensaje sí que está clarísimo en su música, en la letra de sus canciones y en todo lo que hace y dice. Y es que ese muchacho de Vega Baja ama a este país, sufre como todos y todas las ineficiencias del gobierno, la burocracia, la corrupción. Quiere una mejor calidad de vida para los puertorriqueños y para sí mismo, porque él quiere vivir aquí.

Vivir aquí implica que vas a pagar caro por la energía eléctrica mal servida. Implica que los trabajadores mal pagados no pueden con el costo de vida. Implica que la salud mental está abandonada. Que una niña de 13 años con autismo puede pasar siete meses embarazada y mal cuidada y que a nadie en su entorno se le mueve el corazón para denunciarlo. O que la gente tiene tantos problemas, que no se pueden tomar el tiempo de observar y percatarse de esa tragedia.

Que la intolerancia en las calles es la orden del día. Que matan a nuestras mujeres y todavía no se educa a nuestros niños sobre el respeto a los demás, sea mujer, anciano, gay o trans. Que muchas familias tienen que emigrar buscando servicios de educación especial. Que desarrolladores destruyen nuestros recursos naturales y el gobierno se hace de la vista larga. Que no hay suficientes policías, ni enfermeras, ni médicos, ni trabajadores sociales. Puedo seguir, pero lo dejo ahí.

A pesar de tantos sinsabores, Benito no se quiere ir, y le canta a Puerto Rico, y reclama al son de reguetón una mejor vida para los boricuas. Y yo le digo a Bad Bunny que Pe Erre se lo agradece.