Cumplir 50 años en lo que sea, es una hazaña digna de celebración. Pero si se trata de un matrimonio, sobre todo uno feliz y productivo, las razones se multiplican.

Eso fue lo que hicimos el pasado domingo junto a mis suegros don David, de 75 años, y Doña Celia, de 73 años, celebrar su matrimonio. 

Allí se dieron cita los familiares más cercanos y amigos de toda la vida. Los mismos que bailaron y celebraron en su boda hace 50 años y quienes les han acompañado en su larga trayectoria. 

En una sencilla, pero muy emotiva ceremonia, los enamorados intentaron intercambiar anillos. Digo intentaron porque cuando se dieron cuenta ya era tarde, pues ese detalle se les olvidó. 

Eso fue secundario, pues el beso que se dieron cuando renovaron sus votos sellaba nuevamente el amor y compromiso que hace 50 años se habían jurado. 

Allí rememoraron el momento en que se conocieron. Cuentan que don David quedó prendado con la nueva enfermera llegada desde Villalba a Patillas, y comenzó a hacerse el enfermo para que ella lo atendiera en el hospital.

Uno de los panas de infancia cuenta que una vez le dijo: “David, o tienes una enfermedad y no has dicho nada, o estás enchula’o de alguna enfermera y lo tienes calla’o”. Y así fue. 

Era tanto lo que iba al hospital que resultó más práctico declararle el amor a la enfermera, casarse con ella y que lo atendiera entonces en su hogar. 

La ceremonia continuó con el brindis, luego bailaron el vals y no dudo que hasta lunita de miel hayan tenido.

¡Claro que sí! y ¿por qué no? Solo ellos sabrán. 

De más está decir que después de los “Novios de oro”, los más felices eran mis cuatro cuñados y mi esposo, los cinco hijos del matrimonio, quienes se dieron a la tarea de organizar aquella singular celebración. 

Decía la mayor, Aracelia, durante el brindis, que “solo el amor podía lograr que dos personas tan diferentes pudieran estar juntos en matrimonio durante 50 años”.

Totalmente de acuerdo. Ese sentimiento especial de atracción, ese “qué sé yo, no sé qué” es la columna vertebral del matrimonio. 

Por supuesto que el tiempo modifica todo, pero esa transformación debemos asegurar que sea para bien. Hay que procurar alimentarlo y encausarlo hacia la ruta correcta, la familia. 

Según doña Celia y don David, la clave ha sido convertir a la familia en el centro de todo. Quienes el domingo celebraron sus bodas de oro, maestro y enfermera de profesión, dedicaron su vida entera a echar hacia adelante a sus hijos. 

Además de dedicarse a sus hijos, doña Celia y don David exhortaron a los presentes a no desarrollar apego por las cosas materiales y aprender a vivir con poco. Evitar las deudas, hablar siempre bien de la gente, trabajar duro, respetar al que piensa diferente y buscar siempre el lado positivo de las cosas. 

Hacer todo el bien que se pueda a los demás sin esperar que lo agradezcan y creer siempre en la justicia de Dios.

Oír estas cosas en discursos y libros es una cosa, pero verlo encarnado en un ejemplo de vida te sacude el alma de inmediato. 

A mis suegros y a todos los que han logrado celebrar sus bodas de oro, mi respeto y admiración. No se trata de resistir 50 años, sino de disfrutarlos, de vivirlos con alegría y sin reproches. 

Eso fue lo que celebramos el domingo y lo que me encantaría poder celebrar dentro de 40 años.