Reveladoras y escandalosa han resultado las expresiones de la Duquesa de Sussex, Meghan Markle en entrevista con Oprah Winfrey.

Entre las cosas más impactantes resalta la afirmación de que llegó a tener pensamientos suicidas y que era una preocupación entre miembros de la familia real de Inglaterra el color de piel que pudiera tener su hijo. Habló también de trato desigual y de otras circunstancias que, en resumen, describía su paso por el palacio como una pesadilla.

Esta entrevista se da luego de que Meghan y su esposo, el príncipe Harry, renunciaran a su vida en Londres para cruzar el Atlántico y mudarse a América. Estas declaraciones resultan interesantes incluso para aquellos que como yo, no sigue muy de cerca la vida de las familias reales. Se hace evidente que no fue nada de placentero el paso de Meghan por el palacio y que, contrario a lo que algunos puedan pensar desde afuera, la glamurosa vida de realeza no te garantiza la felicidad.

El que Meghan comparta con la gente sus crisis y estado de ánimo, sirve para desmitificar esa asociación que algunos hacen entre opulencia y felicidad. Al final, cada cual dentro de sus circunstancias, tiene la capacidad de ser feliz. La felicidad es un estado de ánimo que no depende de coronas, de títulos ni de nada material. Depende de la buena compañía, de cómo uno se siente donde está y pasa la mayoría del tiempo.

Pensemos por un momento cómo la pasaban Meghan y Harry en esos súper banquetes en el Palacio de Buckingham. Tiene que haber sido horrible. Estoy segura que mejor la hubiera pasado con su colora’o chinchorreando en Puerto Rico.

En ocasiones, nos pasamos mirando hacia afuera anhelando tener lo de otros, pensando que aquel es más feliz que uno porque tiene más. Que los momentos malos y difíciles sólo nos pasan a nosotros.

Vemos la grama del vecino siempre más verde, menospreciando lo que tenemos. La historia de Meghan y Harry nos presenta un cuadro dramático de algo bastante común. La felicidad es un algo relativo, no se replica automáticamente. Tenemos que lucharla día a día y cada cual, no importa las circunstancias que le haya tocado vivir, tiene las herramientas para lograrla, pues como vemos en este ejemplo, nada material la garantiza.

Meghan y Harry son una pareja joven, que afortunadamente tienen tiempo de vida para encontrarla. De ser una duquesa triste, ahora su sueño es ser una persona feliz, junto a su esposo Harry. A eso debemos aspirar todos, a ser felices.