Yabucoa hace camino para encontrarse con los suyos
El ojo del fenómeno atmosférico entró por la denominada Ciudad del Azúcar y la dejó completamente devastada.

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 8 años.
PUBLICIDAD
Yabucoa.- Iris Vázquez se mudó de Puerto Rico después del paso devastador del huracán Hugo por la Isla y dijo que no volvía.
Hace cuatro meses, regreso a su natal Yabucoa, en el barrio Calabaza Arriba, porque no pudo soportar el clima frío de Estados Unidos sin imaginar que repetiría momentos de angustia y temor el pasado miércoles por el huracán María.
“Encontrarme con esto…me gustaría irme”, precisó.
Con un brazo malo, Vázquez, de 56 años, se puso las botas de hule y con una escoba frente a su hogar dispersaba las hojas de los árboles que bloqueaban el paso en la carretera 182 en Calabaza Arriba rumbo a Guayabota, una de las zonas incomunicada debido al paso el huracán María por Puerto Rico.
Relacionadas
Como categoría 4 y con vientos de 155 millas por hora, el ojo del fenómeno atmosférico entró por la denominada por la Ciudad del Azúcar y la dejó completamente devastada.
“Fue una cosa bien triste, emocionante, al ver todo esto, pero gracia a dios estamos vivos. La vida es la que vale así que para adelante”, expresó Vázquez.
El alcalde, Rafi Surillo, intentaba abrir camino hacia el sector donde viven sus padres con una excavadora y los mochos de rescatista y ciudadanos que se unieron para abrir camino. Cada árbol que echaban a un lado era encontrarse con otro para repetir el proceso.
Del pueblo hasta Guayabota se toman 20 minutos en llegar. Un día después de María, el trayecto se convirtió en horas. Algunos decidieron virar. Otros, por la desesperación de saber de los suyos, decidieron dejar sus vehículos y seguir andando.
En la caravana de carros se encontraba María Judith de Jesús en una guagua pick up, quien hacía el viaje para saber de sus hermanos y otros familiares.
“Queremos saber cómo están, pero por lo que podemos entender siempre se saben las noticias malas, si alguien murió. Pero al momento, todo parece que está quieto en sus hogares, con vida”, dijo con un tono calmado.
“De verdad, necesitamos muchas manos para levantarnos. No significa que sea gobierno nada más”, añadió.
Desde la montaña de Calabaza Arriba, todos los árboles que arropaban a Yabucoa parecía que María los prendió en fuego al verse sin hojas y ramas, arrancadas por la furia del fenómeno atmosférico.
Surillo, que pasó su cumpleaños refugiado en el Manejo de Emergencias Municipal durante pasó del huracán, pidió al gobernador Ricardo Rosselló que declara el municipio zona de desastre al aseguró que el 99 por ciento de la infraestructura municipal y privada colapsó.
Es una situación difícil en nuestro pueblo de Yabucoa nunca antes vista. Lo que complica esta situación es que el país está de igual manera que estamos nosotros. A lo mejor hay algunos estén mejor que nosotros, yo dudo que haya uno peor que nosotros. No tenemos comunicación. Eso nos preocupa”, indicó Surillo.
En el centro de Yabucoa, cerca del afectado estadio Félix Millán, personas hacían filas con pailas, galones y litros vacíos para llenarlos de agua gracias a un camión.
Hasta allí llegó Luis Santiago, de 55 años, de la urbanización Méndez.
“Es lo más importante para bajar los baños y limpiar un poquito porque está todo destrozado”, dijo.
Santiago declaró que la pasó un poco mal porque no aseguró una de las ventanas y un ‘proyectil’ le dio y los vientos acabaron con uno de los cuartos.
“Ya le llevé dos cubitos a mi madre porque ella tenía una cisterna y el huracán se lo tumbó”, agregó.
De la montaña a la zona costera, GFR Media visitó también el barrio Camino Nuevo, donde la mayoría de las casas con doble planta perdieron sus techos.
Frente a su residencia en la comunidad del Negro se encontraba César Morales, de 66 años, afuera del ahora del balcón inexistente que un día antes estaba sentado en un sillón donde esperó “un vuelo” que lo llevó a un lugar seguro.
“Esperaba lo peor. Espera que se llevara todo esto con ese tipo de huracán, que nunca había uno así. Mientras esté vivo hay que mantenerse”, precisó al ver parte de su techo desprendido.
“Ni camas tenemos”, agregó, por su parte, su compañera Miriam Pagán.
Cerca de Morales y Pagán estaba el hogar de Irma Torres Rodríguez, quien lo perdió todo debido al mar que se le metió en su aposento gracias a María.
“No hay comunicación. Está destruida. Yo padezco de fatiga, tengo un marcapasos y yo pidiéndole a dios fuera dar algo, que me pusiera mala. Pero dio gracias a dios que por lo menos estoy viva, ¡por lo menos estoy viva!”, exclamó la mujer de 73 años a lagrima viva.
Sin dar nombres, solo pidió dejarle saber a su hermana y sobrino en Connecticut que está bien.
Más arriba, en el sector el Guano, casas, algunas de 40 años, fueron arrancadas de raíz.
“El viento aquí estaba bien fuerte. Yo le decía a mi padre que el huracán se quedó estacionado aquí. Estuvo demasiado. Ya lloré lo que tenía que llorar”, contó Yanira Pagán, de 40 años, quien pernoctó con sus padres en la planta baja junto a sus dos hijas.
“Guardé mis cosas, los documentos seguros, en dos cuartos que es donde dormiré por el momento”, añadió.