En el siglo 19 llegó, desde las islas Canarias, la tradición de celebrar la Fiesta de los Santos Inocentes. Esta celebración representa cuando el rey Herodes mandó a matar a los niños para evitar que el Mesías llegara a la tierra.

Esta fiesta religiosa se arraigó en varios pueblos de la Isla, siendo Hatillo el más representativo. En Corozal tuvo a Justo Ríos como fiel devoto y creyente de la tradición del Día de los Inocentes.

Despúes de la muerte de su madre, Rosa Rosado, quien, por promesa, todos los 28 de diciembre salía a recorrer las calles del barrio Palos Blancos de Corozal con las tropas de enmascarados, Justo continuó la actividad, convirtiéndola en tradición en este barrio.

A más de 50 años de la muerte de Rosa Rosado, todavía la tradi-ción continúa gracias a él, que no la dejó morir.

Así, el día de su sepelio se convirtió en otra fiesta de maldades y algarabía, donde se celebró el legado de este hombre con sus tropas de enmascarados y en una antigua carreta se transportó sus restos. De esta manera, las nuevas generaciones revivieron un poco de la época de Justo Ríos.