Él entrega sus talentos al pueblo que lo vio nacer y multiplica lo aprendido, regalando a otros aquello que por gracia ha recibido.

Este intérprete, poeta, escritor y compositor de música popular ha dedicado su vida al servicio público como profesional en varias agencias gubernamentales, pero adoptó el voluntariado cuando sintió el llamado de hacer algo más.

Al provenir de una base humilde, pues creció en una comunidad sin servicios de agua potable, luz ni carretera en el barrio Guayabal, sector el Baldío de Juana Díaz, Cruz Santiago atesoró las oportunidades que tuvo de aprender el instrumento patrio en el Instituto de Cultura Puertorriqueña.

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“La vocación viene por ahí porque siempre he estado en el servicio público y por eso fui maestro, trabajé en el Sistema de Retiro, Fondo del Seguro del Estado y en un centro de detención para menores. Pero con el tiempo gané conciencia de que las comunidades no solamente están llamadas a hacer un programa de recreación, que tengan los servicios adecuados, sino que tengan acceso a las artes, servicios sociales, a la salud a través de personas que puedan dar algo de su tiempo”, expresó el hombre de 73 años.

“También hay algo en el aspecto espiritual y es que estamos llamados a dar de lo que recibimos, a proveer de lo que nos ha sido provisto a nosotros, de las oportunidades que hemos tenido para hacerlo accesible a los demás seres humanos. Es algo filosófico y espiritual de lo que tienes debes compartirlo. Hay personas que lo que les llega no lo comparten con nadie, lo acumulan y se quedan con eso”, destacó el juanadino que aprendió canto, guitarra, cuatro y tomó clases de mandolina y violín.

Así comenzó a dar lecciones de guitarra en su apartamento de Río Piedras, y en su trabajo pidió la hora de almuerzo para dar clases gratuitas, pues ya eran muchos los que se entusiasmaron con la buena noticia.

Desde entonces, cultiva su mejor fruto mediante la enseñanza de trova, cuatro puertorriqueño, guitarra y poesía, solo por compartir las virtudes que recibió. 

“Cuando me fui para Connecticut en los Estados Unidos, empecé a dar clases de cuatro en el sótano del apartamento de un amigo  y para el segundo semestre la gente no cabía en el lugar. Fui a la YMCA, me prestaron un espacio, pero como llegó tanta gente tuve que pedir que me dieran dos salones y con una amiga, hicimos los trámites para inscribir la Escuela de Música Puertorriqueña”, sostuvo Cruz el cual impartió  clases de canto, guitarra, cuatro y poesía a la diáspora puertorriqueña en ese estado.

“En ese entonces lo llamé la Primera Orquesta de Cuatro de Connecticut pero el objetivo principal era formar una orquesta de cuatro en el estado de Connecticut; se inscribió y se recibieron fondos. Estuve operando la escuela por cerca de una década hasta que regresé a Puerto Rico”, dijo al recordar que allí también instituyó el primer concurso de trovadores que permaneció por unos diez años.

Sin embargo, cuando decidió regresar a su pueblo, Cruz pensaba dedicarse a sus proyectos personales en la música y como escritor, hasta que lo llamó una condiscípula para que le ayudara con varios estudiantes que participarían en un concurso de trovadores.

De hecho, sus nuevos pupilos obtuvieron premios y otros quedaron finalistas. Pero el esfuerzo se expandió a las familias pues los padres también se entusiasmaron y decidieron aprender. 

Así inició el Taller de Trova y Música Folklórica de Juana Díaz, el proyecto comunitario que ha impactado a cientos de personas, desde niños de cuatro años hasta personas de la tercera edad.

Primero fue en la Escuela Carmen Flores, luego en la marquesina del reconocido declamador Juan Domínguez, el Centro de Bellas Artes Ada Mage Zayas, la antigua biblioteca municipal y finalmente, le concedieron un plantel del barrio Guanábano que estaba en desuso.

Allí imparten lecciones de violín, trova, poesía, gramática, bailes folclóricos, canto folclórico, cuatro puertorriqueño, además de otros componentes que se desarrollaron a raíz de contar con tantos estudiantes.

“En trova tenemos el grupo Canto Isleño, de 6 a 8 músicos que acompaña al grupo de trovadores que sacamos de nuestro taller, para darles exposición pública; la orquesta Cuerdas D’Aquí que se encarga de tocar música puertorriqueña, boleros de músicos puertorriqueños, danza, mazurcas, seises, aguinaldos, paso dobles, entre otros, pero música instrumental”, destacó.

“También el Colectivo Poético Jacaguax, única organización de Juana Díaz, encargada de promover, desarrollar y masificar la poesía. Y desarrollamos la clase de percusión donde se enseña güiro, clave, panderos; de ahí nace la orquesta de percusión que acompaña al grupo Orquesta de Percusión Menor Guajey (nombre taíno del güiro)”, agregó.

El valor humano que se integra al esfuerzo de Virgilio es lo que ha permitido que este juanadino continúe adelante con el proyecto social que ya cuenta con una página importante en la historia moderna.

Todo, por amor a su pueblo y a su gente.