Guayama.- “Eso hizo ¡boom! Nosotros miramos y la primera casa se fue”.

Así fue como Keila Estrada narró el terrible momento en que el río Guayamní de Guayama comenzó a destruir y arrastrar cinco casas de la comunidad Borinquen en medio del embate del huracán Fiona.

Los residentes del área no salen de su asombro. Aunque para el huracán María el río afectó a varias viviendas, nunca había causado tanta destrucción.

“El río vino, entró por todo esto, se llenaron las casas de agua. Se llenaron de arena y se fueron esas casas. Eso fue un desastre”, manifestó Estrada.

Contó que gritó “como dos horas después, la otra casa se fue. Cuando miré, ya se había ido por el río”.

De las cinco casas, cuatro estaban abandonadas. La residente de la otra no estaba en la vivienda al momento del desastre.

Estrada indicó que el agua también se llevó el carro de un vecino de la comunidad que estaba frente a las casas.

“Dio fuerte, sonó fuerte, cuando se fue”, contó. “Quedé bien asustada y todavía estoy nerviosa. No duermo de noche”.

“Si duermo una hora y oigo algo, pienso que está subiendo eso, me levanto a ver. Me descontrolo. No puedo. Es duro”.

Las cuatro casas que se tragó el río estaban al lado del hogar de Idalia Rodríguez. Su patio desapareció. Ahora solo podía ver la corriente del río que todavía hoy bajaba con fuerza.

Su casa no se fue, pero ya no la podrá vivir, porque parte de su fundación quedó expuesta y la orilla del río quedó prácticamente debajo de uno de sus cuartos.

“Con María se metió el agua, pero no hizo el daño que hizo ahora”, lamentó. “El agua bajó temprano, como de mediodía abajo, pero las casas se las llevó como a las 8:00 de la noche”.

Comentó que por el momento se quedará con un familiar en espera de las ayudar, “para ver si por lo menos me dan un sitio donde vivir”.

“Ya saqué todo, porque no me puedo quedar aquí. Si viene un golpe, me lleva la casa”, añadió. “No es fácil. Uno a veces tiene sus cositas y ahora tiene que volver a empezar, pero estamos vivos que es lo más importante”.

Los vecinos coinciden con el líder comunitario Miguel Rodríguez en atribuir responsabilidad a desarrollos de construcción “río arriba”, que han provocado alternaciones en el cauce del río.

Señaló que “eso que se ve ahora no es el cauce del río Guamaní. Hay un desarrollador arriba, cerca de la PR-15 que ha tapado el río para su conveniencia, para unos desarrollos”

Explicó que “se supone que el río serpenteara, pero al cambiarle su recorrido hacia el mar, (la corriente) se convierte en un ‘tiro’ de un rifle, porque lo pone toda su fuerza y vigor hacia aquí... el golpe de agua fue muy fuerte”.

“Esta comunidad es parte de la zona histórica de Guayama. Han desaparecido cinco viviendas y amenaza con seguir la destrucción si sigue lloviendo”, abundó.

A media mañana, el alcalde de Guayama, O’brain Vázquez Molina, visitó el área y habló con vecinos, escuchando el reclamo sobre el desvío del río.

Pero Vázquez Molina ya conocía del asunto. Indicó que “eso sucedió hace muchos años atrás, una intervención en el río Guamaní.

Aseguró que “vamos a evaluar eso y vamos a pedir toda la ayuda al gobierno central” para “ver cómo mitigamos esto, porque no podemos dejar este cauce así”. Entiende que “hay que trabajar con el cuerpo de ingenieros” para “restablecer cauce y hacer un dique aquí. Si cae otro aguacero, posiblemente caiga esta casa (de Idalia)”.

También dijo que haría gestiones con la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados (AAA) porque la destrucción de la calle provocó que una tubería de aguas usadas quedara descargando en el río.

Sin embargo, esta era apenas una de múltiples situaciones atendía el personal municipal en Guayama tras el paso del huracán Fiona.

Brigadas de empleados municipales, bomberos y voluntarios se movilizaron a mediodía a varias comunidades donde decenas de familias continuaban incomunicadas a dos días de la tempestad.

Vázquez Molina explicó que uno de los barrios que quedaban más afectados era Carite, que es montañosos y colinda con Guavate de Cayey.

Detalló que tiene once sectores, con vecinos viviendo en lugares con caminos angostos y que quedaron interrumpidos por derrumbes o árboles caídos.

Una de las familias afectadas, en el sector Cafeito, fue la de Antonio Arguinzoni, 68 años, recién operado del corazón, y Carmen Colón, de 66 años, quien está en silla de ruedas. Ambos son diabéticos, además de padecer de otras condiciones, por lo que dependen de medicamentos que tienen que estar refrigerados y no tienen energía eléctrica.

Su hija, Jessica Arguinzoni se enteró por vecinos que un enorme árbol - descrito por un experto como “centenario” - cayó sobre la calle hacia su casa. Ella y otros vecinos comenzaron a limpiar el área con machetes y hachas, pero el tronco era demasiado grueso y pesado.

Uno de los vecinos, Wilbert “Cano Carite” González, había estado al tanto de lo sucedido, pues en su “four track” y a pie, había estado contactando a los residente del área, así que ayudó a contactar al personal del municipio, que llegó con sierras eléctricas y equipo pesado.

Un equipo de bomberos comenzó a cortar el árbol, que resultó ser muy fuerte para su sierra eléctrica. Mientras, recibieron el apoyo de Jorge Adrián García, quien desde el huracán María se ha dedicado a la poda y remoción de árboles.

“Yo soy ortopeda, pero desde María se acabaron los pacientes, así que me he dedicado a esto”, comentó García, quien conoce el área, pues recientemente había adquirido una casa en el lugar.

Después de dos horas, finalmente lograron cortar el inmenso tronco y entre todos, halando con los vehículos de los bomberos, sacaron los pedazos risco abajo.

El alivio era evidente en el rostro de Jessica, cuando expresó su agradecimiento a todos los que ayudaron.

“Ya estamos tranquilos, de que podemos salir. Ojalá que a los otros vecinos los puedan ayudar también”, manifestó.

En efecto, la emergencia estaba lejos de terminar. Hasta allí llegó Nelly Soto, quien expresó el temor por la salud de su esposo, quien tiene necesidad de salir a citas médicas, pero dos derrumbes en la calle lo impiden.

“Si no sacan todo eso, si le pasa algo a mi esposo, no podemos salir. Mi esposo tiene alta presión, padece de nervios”, afirmó. “Se ha deprimido. ¿Cómo vamos a salir ahora? Toda esa montaña encima (de la carretera). Hay dos formas de salir y las dos el derrumbe de tierra fue increíble. Estamos incomunicados”.

Parte de su desespero apuntaba a que el número que le habían suministrado para emergencias no era contestado. Después de pasarle su información a la oficina de prensa, Soto recibió una llamada del municipio, que indicó al El Nuevo Día que enviarían personal para ayudarles.