Urge el regreso a clases de niños autistas en Puerto Rico
Según expertos, la crisis en las familias por la situación académica, física y mental de menores con autismo se ha agravado durante la pandemia del COVID-19.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 4 años.
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Expertos en autismo en Puerto Rico consideran apremiante el regreso a las aulas de forma presencial de los menores que padecen ese trastorno neurobiológico que afecta a uno de cada 62 nacidos en la isla.
“Necesitamos regresar de manera presencial y darle la oportunidad a este grupo reducido, porque hay mínimo riesgo de contagio”, señaló a Efe Iris Pons, analista de conducta y psicóloga clínica que atiende a niños autistas.
Pons aseguró que la crisis en las familias por la situación académica, física y mental de los niños autistas “se ha agravado” durante la pandemia de COVID-19. Según explicó, debido a que estos niños necesitan un programa individualizado con un maestro y a que las escuelas siguen cerradas, dicha función pedagógica le ha tocado a los padres, muchos de los cuales trabajan de forma remota en sus casas.
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“Se ha observado mucho deterioro familiar. Muchos niños con mucha depresión, ansiedad e infligiéndose daños ellos mismos”, indicó Pons. Por todo esto, aseguró que “ahora resurgirá una pandemia emocional”.
“Aún no estamos viendo los efectos de lo que es la pandemia”, lamentó Pons, trabajadora en Starbright Academy, instituto en Ponce -sur- donde se trata a niños con autismo, síndrome de Down, problemas de conducta y déficit de atención.
Starbright Academy cuenta actualmente con 80 maestros para atender a 125 estudiantes de municipios tan lejanos de Ponce como Mayagüez, en el oeste, y Guaynabo, aledaño a San Juan, indicó Pons.
Allí, aseguró, no existen salones con grupos de estudiantes como en cualquier escuela, sino que el formato es el de un maestro con un estudiante, por lo que el riesgo de contagio de COVID-19 “es mínimo”. A pesar de ello, la administración del instituto tuvo que acatar la orden ejecutiva del cierre de las escuelas.
“En este caso, las escuelas de educación especial cuentan con salones de entre cuatro y cinco niños, no más, y el riesgo es de contagio es mínimo”, enfatizó.
Algunos maestros de este instituto han visitado las residencias de sus estudiantes para ayudar a los padres o tutores a darles sus cursos.
El autismo es una condición neurobiológica que aparece aislada o en conjunto con otros trastornos biomédicos que afectan la función cerebral, tales como infecciones virales o perturbaciones metabólicas y gastrointestinales. Este trastorno interfiere con la capacidad de aprender, comunicar y socializar, lo que provoca frecuentemente aislamiento.
El autismo afecta a cuatro de cada 10,000 personas, aunque esa tasa varía en función del criterio de clasificación utilizado,. y la incidencia es tres veces mayor en varones que en niñas.
Y según aseguró Pons, la proporción de un individuo diagnosticado con autismo por cada 62 nacidos en Puerto Rico disminuirá con el paso de los años.
Por su parte, la psicóloga clínica Ángeles Acosta, con casi 30 años de experiencia atendiendo a niños con autismo, indicó a Efe que los niños con esta condición necesitan regresar a la escuela, pero solo cuando sea seguro.
“El Estado tiene la obligación y responsabilidad de bajar la tasa de positividad al contagio al 5% o menos porque las familias en su mayoría no van a enviar a sus hijos e hijas a la escuela, particularmente si además tienen un problema de salud ante los números de contagio”, dijo.
Mientras, los niños autistas se han tenido que adaptar a la educación virtual desde sus residencias por el cierre de las escuelas. Ante ello, recomendó establecer con ellos rutinas diarias, como cocinar juntos, jugar, cantar, escuchar música, ir al patio a saltar y leer cuentos, entre otras actividades.
“El ejercicio físico se ha convertido en una estrategia, porque disminuye la ansiedad y los posibles síntomas de depresión”, afirmó.
Existen dos criterios generales para diagnosticar a un menor con autismo, explicó Acosta, el primero de los cuales es el déficit en la comunicación social y el segundo las conductas estereotipadas, además debe tener un perfil sensorial hipersensitivo.
“Pero además, los niños con autismo no han desarrollado otros modos de comunicación, como son los gestos naturales o aprendidos”, apuntó.