Entre la novedad  y el reto periodístico, comencé el proceso desde el paso cero:  descargar la aplicación de la compañía, que es gratuita. Luego tuve que crear una cuenta que, para mi tranquilidad, resultó ser un proceso corto y sencillo. 

Tuve que ingresar el número de mi tarjeta de crédito porque aquí no hay dinero en efectivo que valga.

Para echar a rodar el proceso tuve que encender el GPS e inmediatamente apareció un mapa señalando el lugar donde estaba. Allí puede observar como si fueran hormiguitas, los dibujos de los tres carros que estaban cercanos. Detallé el lugar al que me dirigía y la aplicación buscó un chofer.

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Varios minutos después se registró la foto, el nombre, el número de la tablilla y el carro de la persona que me recogería. En un inicio el estimado de tiempo de espera era cinco minutos, sin embargo, con el tráfico se tardó un poco más.

La aplicación me dijo que ya el auto había llegado y en cuestión de segundos pude confirmar que se trataba de la persona indicada. El chofer también verificó mi identidad con sus récords. Y sin mayor problema nos pusimos en marcha.

Pensé que me iba a pedir que me abrochara el cinturón de seguridad, pero eso no ocurrió. No estoy segura de si estaba nervioso con la cámara del colega fotoperiodista Tony Zayas y tantas preguntas mías, si se le olvidó o simplemente no es un requisito. El carro era una Jeep Cherokee cómoda y limpia. Para nuestra fortuna el aire acondicionado funcionaba a las mil maravillas.

Pero, “¡que no son taxis, que son un servicio de transporte!”, fue lo primero que me aclaró Julie Robinson, quien trabaja para el área de comunicaciones de Uber para Centroamérica y el Caribe y quien me acompañó en el recorrido. Julie me iba explicando cada paso del proceso, los requisitos de los conductores, y algunos pormenores.

Mientras tanto llevábamos loco al conductor Javier Gutiérrez Hernández, un joven súper amable y ávido de darnos un buen servicio mientras nos poníamos de acuerdo de hasta dónde llegaríamos para poder ilustrar el viaje a nuestros lectores.

Julie, panameña que está de visita esta semana en la Isla, nos explicó que la aplicación está diseñada para que el conductor no sepa el destino al que se dirige hasta que ya el pasajero está montado dentro del vehículo. De esa manera no puede negarse a ofrecer el servicio. A través de la aplicación de Google Maps, el conductor debe decidir la mejor ruta para llevar a la persona. Y en ese momento Javier sin pelos en la lengua, pero muy educado, le explicó a Julie que en Puerto Rico no siempre nos podemos dejar llevar por el sistema de direcciones ya que no es muy confiable. Mientras él le daba ejemplos, yo asentía con la cabeza porque muchas veces me he perdido con las dichosas direcciones automatizadas. 

Por otro lado, me pareció excepcional que pude compartir por mensaje de texto el enlace con los datos del chofer, y vi cómo se podía seguir la ruta en tiempo real desde cualquier dispositivo.

Javier un chico, de 26 años, muy espontáneo nos contó que estaba entusiasmado con sus primeras horas como chofer. Se graduó recientemente de bachillerato en Mercadeo, pero ante la escasa experiencia, se le estaba haciendo difícil conseguir empleo. Dijo que  había usado el servicio de Uber como pasajero en otros países con buenas experiencias y se preguntó por qué no intentarlo.

“Por el momento me veo haciendo esto. Mientras funcione y haya demanda, yo seguiré conduciendo... El dinero está en la calle y hay que salir a buscarlo”, señaló.

“Está bien cool, conoces a gente nueva y ya tengo representación legal”, dijo en tono de broma ya que su primer cliente fue una abogada quien le dio su tarjeta de presentación.

Julie explicó que hay una tarifa básica de $3 . Es lo mínimo que van a cobrar, pero el costo total dependerá del tiempo y la distancia que recorra el vehículo.

Nuestra travesía fue desde la redacción del periódico en el área de Buchanan en Guaynabo hasta un centro comercial cercano. Julie no esperó para recordar otra de las ventajas de Uber: no hay que preocuparse por buscar ni pagar estacionamiento. Así que nos detuvimos a comprar algo de tomar mientras Javier nos esperaba. Luego regresamos al punto de partida. En nuestro caso la tarifa hubiese sido de $13 dólares. Del costo, el 75% es para el chofer, mientras que el 25% es para la empresa. Según Julie, por ahora el servicio solo funcionará en el área metropolitana de San Juan. 

No supo decir cuánto tiempo será gratuito. Tampoco hubo forma de que detallara cuántos viajes se habían hecho en las primeras horas desde la inauguración del servicio. Información privilegiada, dio a entender.

Y las multas no le parecían preocupar.

“Estamos preparados”, dijo con una amplia sonrisa.

Al concluir el viaje Javier, tan paciente, adoptó un lindo aire que me acordó a mi papá, cuando me dejaba en la escuela: “ya llegamos, verifiquen que no se les quede nada, vayan bien, que disfruten el resto de la tarde”.