Una montaña coronada de casas sin techo
En la comunidad El Cerro, de Naranjito, María dejó sin hogar a muchos.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 7 años.
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La vivacidad que proyectaba la comunidad El Cerro de Naranjito desde el desvío Mariano Cotto se apagó como muchos otros escenarios de Puerto Rico tras el paso del huracán María.
Pero no solo la variedad de verdes que exhiben las casitas de esa zona luce diferente sobre la falda de la montaña, teñida desde el pasado miércoles en tonos sepia, sino también los rostros de su gente.
Una semana después del embate del poderoso ciclón tropical, los residentes de esa vecindad, marcada por la pobreza, hacían lo que podían para rescatar las pocas pertenencias servibles de un sinnúmero de viviendas que se volvieron nada.
“No contaba con esa fuerza de ese huracán. Yo creo que con lo que no contábamos fue con lo lento que pasó por la Isla, porque pasó sumamente lenta. Yo creo que si hubiera tenido más velocidad al pasar, hubiéramos sobrevivido y hubiéramos tenido, no solamente nosotros, sino mucha otra gente, las propiedades en su sitio”, expresó Miguel Archilla, de 35 años.
De su hogar solo quedaron pedazos de madera y otros escombros.
Pero al dolor que Miguel carga en su mirada por su casa destruida, se suma el de ver las viviendas de su madre y una hermana completamente inundadas, y las de su otra hermana y su hija, sin techo.
“La mía, que era en la parte de arriba, cayó encima de la otra casa de mi hermana, que le destruyó el techo y varias planchas de zinc se le fueron. Se le inundó la casa a la hermana mía. La mía quedó totalmente destruida. A la de mi otra hermana, se le fue todo el techo de la sala, se le fue todo el cuarto y eso se perdió por ahí para abajo. Eso no se vuelve a ver más. Y la otra casita, que era para la hija mía, que está embarazada y se estaba preparando, se le fue la mitad del techo”, detalló el sujeto.
“Lo más difícil es ver la situación en que se encuentra mi familia porque para mí todo es mi familia. Lo más difícil es verlos a ellos así”, afirmó.
La mayor preocupación de Miguel en este momento es que lo poco que les quedó tras el sistema ciclónico les sea arrebatado.
“Ahora mismo, mi mamá se mete en la casita de ella porque no quiere que se metan en la casa y le lleven lo poquito que le queda. La mayoría de las autoridades están ahora en los puestos de gasolina para darles refuerzo. Mientras ellos están allá, lógicamente, todo lo demás se queda solo. Siempre hay inseguridad, siempre hay dos o tres que se dedican a hacer el daño”, sostuvo.
A pesar de que su tristeza, el hombre se mantiene aferrado a su fe. Esa es el único remedio posible para él ante la destrucción dejada por María.
“La única solución que yo veo es tener fe y nunca quitarme, y según lo hice una vez, volverlo hacer otra vez”, subrayó.
El Cerro se compone de algunas 450 estructuras. Sobre la mayoría de ellas, hay viviendas construidas de maderas que no soportaron la fuerza del huracán, como la de Héctor Luis Morales, quien se encontraba en la suya cuando el techo se desprendió.
“Eso fue como si hubiesen cogido un pedazo de papel de aluminio, lo hubiesen ‘esparrachado’ y lo hubiesen tirado hacia arriba”, describió.
Aun traumado por el suceso, Héctor Luis recordó lo rápido que tuvo que actuar para sacar a los dos perros de su madre y algunas pertenencias en plena embestida del fenómeno atmosférico.
“Fue cuestión de un segundo, vino una ráfaga y se llevó el techo. En lo primero que pensé fue en los perros. Como yo tenía la encomienda de los perros, preferí exponer mi vida por ellos. Pero yo fui hábil también, me escondí en el closet, busqué la manera de hacerlo todo lo más rápido posible, pero seguro”, expuso.
Además, expresó que su mayor temor en este momento, y que es el mismo de la mayoría de los puertorriqueños, es carecer de agua y gasolina.
Al menos, con el agua, los residentes se las han ingeniado, colocando tubos de “pvc” y planchas de zinc en algunos ojos de agua y la quebrada para facilitar su recogido. También se bañan allí y lavan su ropa.
Por otro lado, los vecinos de El Cerro reconocen todo el trabajo que tienen el municipio y el gobierno en esta crisis, por lo cual han decidido tomar en sus manos la limpieza de las calles y estructuras, y el recogido de escombros.
“En esta comunidad, a pesar de que somos pobres, somos unidos y cada cual pone su granito de esfuerzo. Ahora mismo, ellos están trabajando, yo les busco aunque sea un balde de agua para que se puedan bañar cuando terminen”, señaló Edward Morales, de 46 años.
A esos efectos, el también residente en dicha vecindad indicó que la administración municipal les ha facilitado los medios para ayudarlos en el proceso.
“Nos están dando la mano con unas maquinitas pequeñas porque como el barrio es tan incómodo, hay unas máquinas que alquilaron para resolver el problema que estamos pasando y unos camiones pequeños, y la guagua que nos prestaron para sacar los escombros. Están cooperando. Yo soy una persona y sé que nos están ayudando por ahora en lo que pueden.