Una cerdita traviesa cautiva al pasear
El muchacho contó que La Gorda es la séptima generación de la puerquita original.

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 13 años.
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Como diría la canción de Celia Cruz: “La Negra tiene tumbao, nunca camina de lao”. Por su ritmo, cadencia y guille de alcaldesa, ella se ha convertido en el personaje más pintoresco de la PR-19, que conduce a orillas del sector La Marina, en la colindancia de Guaynabo y San Juan. Se trata de La Gorda, la cerdota negra que a muchos ha cautivado ya hace varios años y que le arranca una sonrisa a cualquiera.
A eso de las 5:00 de la mañana se levanta con los gallos, sacude el esqueleto y comienza a congregar a sus hijos, seis machos y una hembra. Se organiza y a eso de las 7:00 de la mañana sale de su casa rosada. Baja la cuesta a su paso a veces sola, pero usualmente con sus hijos.
Merodeando en la zona deGarden Hills, saluda a la empleada de Yaya’s, y sigue bajando, se come algún pan de hot dog del puesto, le pasa por el lado al florista y también al billetero.
Le encanta cruzar la calle, detener el tránsito, ver cómo los conductores le toman fotos con el celular, y sigue su camino. Al otro lado de la vía se mete en un solar baldío, baja la jalda y se baña en la quebrada para refrescar su cuerpo grandote.
“Ella es mansa, generosa y bien apegada a mí. Yo hablo con ella y le pregunto qué quiere comer o qué travesura hizo en el día. Porque cuando ella sale por ahí, si yo la dejo, hace maldades. Se mete en los patios, abre huecos en la tierra, mete el hocico y saca lombrices y roedores. Ella es como un vacuum cleaner que come y come, tiene entrada pero sin salida”, narró sentado en una paila de pintura Carlos Nieves, de 33 años, dueño de La Gorda, de su hermana, La Loca, y del padre de ambas, un puerco viejo y canoso, de nombre El Tímido.
También en el patio de la casa rosada viven Mancha, Domingo y Caramelo, tres amorosos perros que hacen de los gallos, las gallinas y los cerdos sus mejores amigos.
Carlos, quien se dedica a lavar carros en la entrada de su casa, ama a sus animales, que no se le despegan. El muchacho contó que La Gorda es la séptima generación de la puerquita original, aún recordada por el lugar, una cerda enorme llamada La Blanca, por el color de su piel. El apego de Carlos por los cerdos comenzó hace ya varios años, cuando todavía vivía su abuela Adelaida.
“Teníamos a la puerca para matarla y comérnosla en una fiesta que íbamos a hacerle a un sobrino de mi abuela, pero el muchacho se enfermó por dos o tres semanas, así que ella me dijo: ‘No la mates todavía’. Pospusimos la fiesta y a pocos días le dio un ataque al sobrino de mi abuela, pero se salvó. Mi abuela cogió y me dijo: ‘No la mates, déjala por ahí’”, recordó con sentimiento Carlos, ya que Adelaida murió hace varios meses.
El joven sabe que su adorada mascota, La Gorda, ha sido tema de discusión en Facebook y que mucha gente la retrata.
“Es que La Gorda es la mejor porque La Loca es demasiado hiperactiva. La Gorda lo que hace es comer, le encanta el mangó y chupar el juguito de los plásticos. Si tú la sobas por la barriga, se pone boba, se desploma y se cae al piso como si fuese un perro. A mí me encanta mi vida con ella a mi lado”, dijo Carlos, quien vive junto con su esposa y dos hijas en el lugar.
Carlos es amado por sus animales. Con tan sólo acercarse con un cubo de comida seca, los gallos, gallinas, cerdos y perros se le acercan y le dan muestras de cariño.
La Gorda tiene muchos amigos, comentó su dueño. Con el billetero cruza a la gasolinera y se queda afuera en espera de cinco libras de pan que el hombre le compra.
Ayer Primera Hora la observó al lado del puesto de hot dog.
“A mí me encanta La Gorda, es simpática y buena gente”, comentó el dueño del puesto de hot dogs, Sixto Nieves, mientras le daba pan.
Después de jampearse varios bolillos, se dirigió a la quebrada y sumergió su enorme cuerpo en el agua cristalina.
“Esa negrita tiene tumbao / todos la siguen por su caminao. La Negra tiene tumbao / y no camina de lao...”.