No quiere que lo llamen héroe ni nada parecido. Realmente cree que cualquiera hubiese tomado la misma decisión dentro de las mismas circunstancias, pero aun así, Orlando Taveras de León no es el ciudadano promedio.

De hecho, el obrero de construcción, de 30 años de edad, le salvó la vida a una anciana mientras su residencia, ubicada en los altos de una casa de dos plantas en la calle Avelino Vicente de Santurce sucumbía ante las llamas de un incendio.

Como muchos otros inmigrantes que comienzan de cero, es decir, sin dinero ni una red de apoyo, la vida de Taveras en Puerto Rico no ha sido nada fácil. El hombre, que llegó en yola desde República Dominicana, ha tenido que sudar la gota gorda para buscar empleo, pero se le han presentado algunas oportunidades en la industria de la construcción, aunque la recesión económica ha limitado sus opciones de trabajo.

Ayer por la mañana se encontraba caminando por su vecindario para recoger la llave de una casa en Carolina, donde iba a reparar un techo, cuando se percató del humo que salía de la casa de doña Cristina Dávila, de 87 años de edad. Escuchó sus gritos y, sin pensarlo dos veces, pidió un martillo a una vecina para rescatar a la señora.

Brincó una verja de la casa y trató de ver a la perjudicada a través de la ventana. Luego, se encaramó sobre la ladera del lado contrario y se dio cuenta de que el fuego se estaba propagando rápidamente por la residencia.

Con la ayuda de un policía y otro ciudadano, Taveras retiró varias hojas de una ventana Miami y empezó a buscar a doña Cristina, en medio de una espesa nube negra. Llegó a la anciana dejándose llevar por sus gritos y el tacto; la cargó y la sacó por el agujero de la ventana.

“Cuando uno hace bien, todo sale bien en la vida del cristiano. Ése fue Dios, ése fue la obra del Señor” , sostuvo el obrero.

“No lo pude haber hecho solo. El policía y el otro joven me ayudaron”, indicó mientras explicaba cómo comenzó a martillar la ventana para retirar las hojas. “Me metí a la casa y no veía nada. Después la sentí. La llevé a la ventana y sentí cómo su piel se desprendía de la pierna. Se había quemado”, sostuvo Taveras.

El obrero, que visita una iglesia evangélica tres veces a la semana, aseguró que no resultó afectado por el humo y se mostró complacido que doña Cristina se encontraba recibiendo asistencia médica en una institución sanitaria de la capital. La perjudicada sufrió quemaduras de segundo y tercer grado en ambas piernas y en la mano izquierda.

El incendio, que fue reportado por el Sistema de Emergencia 9-1-1 a las 7:50 a.m., fue controlado por el Cuerpo de Bomberos en pocos minutos, pero la intervención de Taveras resultó decisiva.

“Trato de hacer las cosas bien dondequiera que voy. Como en todos lados, hay gente buena y mala, pero yo no he tenido problemas con nadie. Siempre trato de estar con Dios”, indicó el inmigrante, que pasa su tiempo de ocio leyendo la Biblia.

Con todas las historias negativas que se reportan diariamente en el país, el inmigrante busca en la meditación su sentido en la vida. Asegura que se mantiene en comunicación con sus dos hijos, de siete y ocho años de edad, quienes viven en la República Dominicana, y trata de ayudar al vecino que necesita una mano.

El inmigrante momentáneamente interrumpió su entrevista con Primera Hora para ayudar a empujar una Ford que no encendía. Bajo el sol del mediodía, empujó el vehículo junto a otro ciudadano.

“En Puerto Rico se me ha hecho difícil. No hay casi empleo. Pero uno siempre consigue para sobrevivir. El Señor es grande y siempre tiene un propósito para las vidas de las personas”, indicó.