Nota de la editora: Esta es la primera de una serie de entrevistas con motivo del Mes de Orgullo LGBTTIQ+.

Tenía solo 14 años cuando se cansó de tener que validar, una y otra vez, que es una mujer. Decidió que se daría a respetar como ser humano y que su existencia sería su “mayor acto de revolución”.

Daniela Victoria Arroyo González comenzó su activismo por los derechos de las mujeres trans en su casa. Recuerda que, de pequeña, una vez vio a Ivana Fred en la televisión y cuando escuchó que era una mujer trans pensó: “Wow, yo creo que eso es super cool. Yo me siento como ella”.

Entró a YouTube y comenzó a ver el arte del drag. Fueron sus primeros referentes. Luego, empezó a ver videos de otras chicas de Latinoamérica que mostraban sus transiciones médicas. Se educó y se llenó de valentía.

“Me dije: ‘Esta soy yo. No voy a tener miedo a lo que mi familia diga. No voy a soportar comentarios que me invaliden, ni siquiera de personas con las que vivo’. Para mí, esa fue la primera vez que sentí esa energía de orgullo porque no tenía miedo”, narró.

Primero, se enfrentó a sus seres queridos. Les explicó quién era y lo dejó claro. Luego, en noveno grado, empezó una batalla en la escuela para que respetaran sus pronombres femeninos. Pidió reuniones con trabajadores sociales. Solicitó que le enviaran cartas a personas de mayores rangos para que hablaran con sus profesores.

“Si no me querían escuchar a mí porque era menor o porque simplemente no consideraban mi voz importante, pues yo iba a buscar a otras personas que pudieran ayudarme en mi proceso. Mi activismo comenzó desde el propio orgullo. De esa necesidad de darme a respetar como ser humano”, contó.

Y siguió. En escuela superior no le permitían usar ninguno de los baños, así que demandó para que abrieran uno unisex. Llamó a los medios de comunicación y expuso su situación. Ahí, Daniela Victoria se percató del poder que había adquirido y no quiso reservárselo solo para su beneficio.

“Me dije: ‘Si yo estoy dándome a respetar a mí misma, si yo pude desarrollar esta fuerza y esta voz tan potente, ¿por qué no utilizarla para ayudar a otras personas que, quizás, no la tienen, que no han tenido el mismo acceso a la información, a padres que les entiendan?’. Eso me llevó a crear algo más grande”, rememoró.

Entonces, cuando tenía 19 años demandó, junto a otras personas trans, al gobierno de Ricardo Rosselló para que el Registro Demográfico les permitiera cambiar el género en sus certificados de nacimiento. Y ganó.

El acto repetitivo y, a veces, constante de tener que validarse como mujer ante su familia, amistades, maestros, compañeros de clase, ante el sistema y el mundo, es agotador, pero la joven ha preferido asumirlo como una oportunidad para educar.

“Llegó un punto en que me acostumbré a eso. Quizás porque vengo de una perspectiva de activismo, pero llega un punto en el que te acostumbras a eso y, aunque duele y te pesa, ya sabes que lo puedes esperar, que puede que algún día alguien pueda volver a cuestionártelo y que tengas que volver a explicarlo porque no vas a tener de otra”, comentó.

Y a pesar de que a sus 22 años ha ganado muchas batallas, aún reconoce que falta mucho por hacer en torno al acceso de las personas trans a servicios médicos.

“Puerto Rico no está para nada avanzado en lo que es ver las experiencias trans desde una perspectiva médica. Las personas trans necesitamos acceso a terapias hormonales sin ningún tipo de costo. En Estados Unidos, de hecho, en los seguros médicos tienen cubierta para estas cosas. Aquí, lo estamos luchando, lo estamos logrando, pero a un paso bastante lento”, denunció.

Además, urgió un currículo con perspectiva de género en las escuelas del País. Una lucha que grupos a favor de los derechos humanos vienen dando desde hace casi una década y que el pasado viernes, 25 de junio, se topó con otro escollo en la Cámara de Representantes, cuando fue derrotada una medida que buscaba crear un programa de enseñanza que fomentara “la equidad entre hombre y mujer en el ámbito educativo, laboral y socioeconómico” y que se impartiría desde los grados elementales hasta los superiores.

Eso no es solo una lucha para las comunidades LGBTQ+, sino también para la comunidad en general, para que la gente pueda entender que no importa el género, tú puedas ser quien quieras ser, llevar los roles que quieras. Esa es una lucha que, al fin y al cabo, nos beneficia a todos los seres humanos”, expuso la estudiante de relaciones públicas, quien se encuentra en su último semestre en la Universidad de Puerto Rico.

También, le es “preocupante” que desde la Legislatura intentaran prohibir las terapias hormonales y que políticos se atrevieran a compararlas con “actos de tortura”, en referencia a las mal llamadas terapias de conversión.

“Para mí, que vivo mi experiencia como mujer trans desde muy joven, tener acceso a terapia hormonal siendo menor de edad, fue como un salvavidas. Comenzar hormonas fue tomar control sobre mi cuerpo y poder comenzar a ser la mujer que yo sentía ser y mostrarlo al mundo. Las hormonas me ayudaron a conseguir paz mental y congruencia con mi cuerpo”, manifestó.

“Además, científicamente está probado que cuando se comienzan estas terapias en edades de pubertad o son menores de edad tienden a ser más efectivas. Otra cosa que la gente está malinterpretando es que los bloqueadores son reversibles. Muchas de estas personas que están abogando en contra no están conscientes de eso. Los bloqueadores simplemente le dan un tiempo a la persona para poder acoplarse y poder pensar las cosas. Y para nada tienen un efecto dañino en el cuerpo. Diría que, en todo caso, las hormonas son un salvavidas para todos esos jóvenes trans que se sienten atrapados en un cuerpo que no les corresponde”, añadió.

Las dificultades a las que se enfrentan las personas trans dependen de diversos factores como el color de la piel, el estatus socioeconómico y las creencias de sus círculos cercanos. Daniela Victoria reconoció que, gracias a sus privilegios, su experiencia trans en Puerto Rico ha sido más llevadera. No así para sus amistades.

“Si eres una persona negra, pobre, que no tienes privilegios de pasabilidad vas cayendo en grados de más marginación. Eso hace esta experiencia más difícil. Tengo amistades que la pasan más difícil, que son rechazadas por sus padres, incluso, que han sido tirados de su hogar a sus 18 o 19 años”, destacó.

La activista entiende que Puerto Rico continúa siendo un país fundamentalmente conservador. Resaltó el estado de emergencia en el que se encuentra por el aumento en feminicidios en los últimos años. No obstante, guarda la ilusión de que los jóvenes, desde “una comprensión más empática de la vida de los otros seres humanos” por tener acceso a mucha información que antes no existía, logren un avance en los derechos humanos.

“Mantengo la esperanza que las próximas generaciones —las que estamos aquí llegando y las que vienen— vamos a lograr un mundo más equitativo, más libre y más justo. Sí, yo mantengo esa esperanza”, reveló.

Sin embargo, ante los intentos de grupos fundamentalistas de limitarles los derechos a las comunidades LGBTQ+, la joven exhortó a no “bajar la guardia” y a continuar expresándose de manera “genuina, con orgullo siempre y sin ningún tipo de tabú”.

“Las personas de ese sector van a tener que entender que las personas LGBT+ existimos. Aunque tengan problemas con eso se lo van a tener que tragar. Debemos continuar la lucha. A pesar de que recibamos todo ese odio, todo este rechazo, que tengamos que luchar constantemente contra gente que quiere hacer leyes para limitarnos, para oprimirnos, debemos mantener la fuerza de una lucha bien activa, pero, también, educar desde el amor. Al final, sí es necesario tener agallas y tener esa fuerza bien firme, pero usar el amor como una herramienta para cambiar la sociedad y al mundo”, sostuvo.