Desde horas de la mañana, decenas de personas de limitados recursos, muchas de ellas incluso sin hogar, comenzaron a llegar a la sede de La Fondita de Jesús, en Santurce, para una tradicional reunión de celebración navideña.

Algunos se quedaban por los alrededores, conversando con conocidos, mientras que otros entraban a hacer uso de las duchas que hay en la Fondita, y en algunos casos aprovechaban para recoger además alguna prenda de vestir, en aras de lucir lo mejor posible en esa celebración.

Ya en el salón principal, les aguardaban el árbol de Navidad, juegos de mesa, música tradicional y otras amenidades, para compartir con otros participantes del programa mientras esperaban por el almuerzo. Y, como podría esperarse, también había maracas, panderos, güiros, así como un sinnúmero de adornos alusivos a la ocasión, como el gorro rojiblanco de Santa, los gorritos verdes de los duendes de su taller, o las cornamentas de reno de los fieles compañeros que tiran del mágico trineo de Santa.

Así que, en lo que llegaba el almuerzo, había disfrute en el salón, ya fuera con una partida de dominó, conversaciones, canto o unos pasitos de baile, según la preferencia de cada cuál.

Esta celebración es de particular relevancia para los participantes del programa, y en especial aquellos que no tienen otra familia que los amigos y amigas que crean en La Fondita, ya sean participantes, empleados o voluntarios.

Por ejemplo, Alexander González, quien llevaba sobre sus espejuelos regulares unos rojos de luces centelleantes, comentó que estaba allí festejando, porque “he conocido mucha gente aquí, he hecho mucha amistad, y es como una familia”.

Narró que se unió al programa hace más de un año, luego que perdiera a su madre, que padecía una enfermedad y a quien estuvo dedicándose a cuidar por los pasados años.

“Y una vez ella murió no tenía ni tan siquiera como pagar la renta ni nada. Prácticamente me quedé casi en la calle. Y ellos (La Fondita) como decir en otras palabras, me rescataron. Gracias a ellos, les agradezco un montón, que Gracias a Dios tengo mi hogar. Me ayudaron grandemente. Venía aquí desayunaba, almorzaba, me recortaba, me daban ropa”, explicó.

Aunque admitió que “un día como hoyes nostálgico, por la pérdida de mi mamá”, aseguró que “me siento bien estando aquí con todos los muchachos y todo eso”.

Destacó la relevancia de compartir con las personas más necesitadas y sostuvo que “me gusta ayudar a los demás”.

“Yo sé lo que… es fuerte estar en la calle. Mientras uno tiene un hogar, ellos pues no lo tienen, y necesitan, tienen muchas necesidades. Aquí los ayudan con ducha, con ropas, y yo, en todo lo que yo pueda ayudarles y servirles, pues… He conocido aquí algunos que han estado peor que yo, y yo siempre les he dicho, si yo tengo dos dólares, uno va a ser pa ti y uno va a ser pa mí. Eso lo que uno tiene que hacer, ayudar a los demás, al prójimo, y los más necesitados, que son ellos en este momento”, agregó.

En otro rincón del salón, frente a uno de los lados de una mesa en la que se libraba un entretenido duelo de dominó, uno de los jugadores, Reinaldo Soto, se expresó de manera similar, alabando el poder estar pasando la jornada festiva allí.

“Emoción, mucha emoción, mucha satisfacción de un día especial como hoy estar aquí en la Fondita de Jesús”, expresó el participante y voluntario de la entidad.

Como muchas otras personas que acuden allí, lo hizo en busca de recibir “asistencia, apoyo”

“Y me siento seguro aquí. La Fondita es un albergue que recibe todo tipo de persona que necesita ayuda, y aquí le brindamos las ayudas. Es mucho más que un albergue, damos servicios de lavandería, de baño, de locker, de ropa, de desayuno, de almuerzo, de comida”, comentó, mientras lo interrumpían los aplausos que siguieron a un anuncio de que, en una hora se serviría el almuerzo.

Agregó que elige celebrar este día con la gente de La Fondita, a las que considera como familia, aprovechó para enviar el mensaje de “que podamos seguir hacia adelante, teniendo fe en Dios, que Él todo lo puede, y que podamos brindar más ayuda, más apoyo a la población vulnerable”.

Mientras Morgan Isaac, quien vestía chaqueta y sombrero, así como un pintoresco collar que le regalaron en una ocasión, observaba con una expresión de satisfacción lo que ocurría por todo el salón, y también se volcó en halagos a la labor de La Fondita y lo que significaba la celebración que llevaban a cabo.

Sostuvo que “hay mucha gente que tiene historias de haber ido de la miseria a la riqueza, pero mi historia fue al revés, de la riqueza a la miseria”, y en “La Fondita, que en cierto modo es mi familia”, encontró la ayuda emocional y sicológica que necesitaba para poder volver a enderezar su vida, experiencia que aseguró “ha sido bonita para mí”, y además le ha permitido “ser consciente de que hay gente que ha pasado por experiencia mil veces peores que la mía”.

“Y hoy día pertenezco a la Fondita en Acción, que es un grupo de voluntarios. Soy el primer participante y voluntario de la Fondita en Acción que tiene una posición ejecutiva, que es un programa piloto de la Fondita para ver si eso funciona. Aparentemente está funcionando conmigo, y soy miembro de la junta de directores hoy día”, celebró.

Aseguró que decidió seguir colaborando con la Fondita, “porque entiendo que, al yo haber sido afortunado de poder salir de mi situación y poder regresar con más fuerza a la vida, pues yo tengo en cierto modo como la obligación o el deber moral de dar, darle a otros lo que recibí, y a su vez ver en qué aspecto yo puedo inclusive hasta mejorar las condiciones de ayuda a los demás”.

Mientras, en la cocina, aunque con ajetreo, también todo era celebración. Aquí, también ataviados con motivos navideños, daban los toques finales para servir el almuerzo María Fernanda Levis y el corillo de su familia y amigas que, por las pasadas tres décadas, han adoptado la tarea de preparar esta celebración en La Fondita.

Y aunque a Levis no le gusta mucho ser parte de la noticia, accedió a conversar brevemente con primera hora en medio de los sabrosos aromas que inundaban la cocina de La Fondita.

Resaltó el apoyo de su esposo, sus hijas y sus amigas, y aseguró que “de verdad me encanta mucho la filantropía, y lo hago de corazón”.

Y no es algo que se toman a la ligera, pues la preparación toma varias semanas y “enfundamos los cubiertos, los platos, todo se hace a la perfección, como yo pensaría, pero ellos se sienten muy bien atendidos, y servidos en la mesa”.

A pesar de que podrían estar llevando a cabo cualquier otro tipo de celebración, en donde quisieran, insistió en que “me gusta más estar aquí, con la comunidad que nadie atiende, y que mucha gente critica”.

“A mí me encanta, y llevo más de tres décadas en esto. Cuando cumplimos los 30 años, mi marido me dijo, ‘¿nos retiramos?’ Y yo le dije, ‘no, para nada. ¿Cuál es el problema? ¿Qué voy a hacer? ¿En qué me voy a ocupar? Para nada. ¿Pero cuál es el problema? Yo no tengo ninguno’. A mí me encanta”, reiteró entre risas.

Finalmente, llegó el muy esperado anuncio de que comenzarían a servir el almuerzo, y quienes estaban en el salón pudieron disfrutar de un sabroso menú de sopa, arroz, picadillo, pasteles y dulces tradicionales.

Afuera, en tanto, otro grupo aguardaba su turno para participar del banquete pues, según explicó Geraldine Byron Rivera, directora ejecutiva interina de La Fondita, en un día como hoy, de celebración de la actividad de Nochebuena, atienden a “entre 150 a 200 personas”.

“Realmente estar aquí y trabajar y ser parte de la familia de La Fondita de Jesús es una misión de vida. Es algo que sale del corazón, porque va mucho más allá de lo material. Es esa satisfacción de tú ver cómo nos transformamos juntos. Porque, no es que nosotros transformamos otras vidas, nosotros los que trabajamos aquí nos transformamos también, aprendemos de ellos, compartimos, crecemos espiritual y emocionalmente meramente estando aquí y dando la mano a alguien que uno sabe que necesita, no cosas materiales, sino un oído, un abrazo, una sonrisa. Y eso llena, eso nos hace mejores personas”, aseguró.

Coincidió en que la celebración es un momento especial, y aseveró que “veo caritas que a lo mejor en la semana regular veo una cara triste o una cara donde yo sé que hay unos problemas, pero hoy los veo sonriendo, los veo bailando, agarrando una maraca, un güiro, y eso es una experiencia totalmente diferente a las del día a día”.