Sobreviviente de tragedia de Mameyes rememora la noche que perdió para siempre a su familia y vecinos
La tragedia, que sepultó a más de 200 personas, ocurrió un día como hoy hace 36 años.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 4 años.
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Hoy se cumplen 36 años de la tragedia que arrebató la vida de al menos 200 personas en el barrio Mameyes de Ponce y quienes sobrevivieron a la desgracia del 7 de octubre de 1985, aún recuerdan la potente explosión que antecedió al derrumbe del cerro que, en cuestión de segundos, destruyó más de un centenar de casitas donde dormían decenas de familias.
Allí quedó sepultada la familia de Rosa Elena Torres Serrano, quien tenía 18 años cuando perdió a sus padres, tres hermanas, dos sobrinos y a su cuñado, mientras intentaban resguardarse de la intensa lluvia ocasionada por una onda tropical estacionaria que durante días afectó la zona.
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Rosa Elena no estaba con ellos, pues decidió quedarse en su propia vivienda para atender la condición de salud que aquejaba a su pequeña hija de dos años, a pesar de la insistencia de su progenitor, Emanuel Torres Rodríguez, que fue a buscarlas para protegerlas del mal tiempo.
“Yo me quería ir con mis papás para la casa, pero en ese momento no podía hacerlo porque se había ido la luz y mi nena estaba enferma, y me estaba dedicando a ella. Mi papá había llegado de trabajar a las 2:30 de la madrugada y entonces guardó el taxi en el garaje de la tienda y cuando s
ubió a la casa pues, parece que vio algo inusual y bajó, prendió el carro, lo sacó y lo dejó en la calle”, confesó la mujer de 55 años.
En medio de la penumbra, la joven madre que recién cumplía el quinto mes de su segundo embarazo, se asomó por la puerta de la cocina, desde donde se veía la residencia de sus padres, pero al voltearse notó que la estructura desapareció bajo una extraña estela roja que iluminó el cielo.
“Sentí cuando mi casa se estremeció de lado a lado, y la mesa del comedor me pinchó. De la puerta de la cocina de mi casa yo veía para la casa de mis papás y ellos estaban despiertos porque había luz. Cuando cierro la puerta y vuelvo a abrirla, ya no estaba la casa. Lo que se veía era el cielo gris y con fuego, el color del fuego”, recordó.
Esa fue la última vez que vio a sus seres queridos, pues nunca pudieron rescatar los cuerpos de sus padres, Emanuel y Blanca Esther, que se habían casado por segunda ocasión hacía una semana.
Tampoco pudo despedirse de sus hermanas Delma, Carmín y Charito, de 19, 15 y 10 años, su cuñado Víctor Montalvo, ni de sus sobrinos Manuel Eliel y Delma Liz, que tenía un mes de nacida.
Rosa Elena presenció además la muerte de una vecina mientras trataba de asimilar lo que estaba ocurriendo.
“Cerré la puerta y cuando camino para la sala, que abro la ventana, a mi mano izquierda en la parte de arriba estaba doña María ‘Labriche’… allí se conocían por apodos. Y cuando miro para arriba vi cuando la tapó la tierra, estaba en el balcón. Entonces, mi vecino empezó a tirar tiros al aire porque ya se había caído la parte de El Llano y era agua que venía subiendo; si no salía me hubiera ahogado allí”, confesó sobre el nefasto suceso.
“Cogí a mi nena de dos años, me la trepé encima, me quité las chancletas y salí corriendo para allá arriba hasta llegar a los portones de la casa de mi suegra, pero no nos escuchaba. Llegué hasta el palo de ceiba y del parque, lo que se veía era un río crecido. Eso era café con leche y la corriente era bien fuerte. Entonces, tuvieron que hacer como una cadena, pasé a mi nena primero y después pasé yo, pero pasé con miedo de que me zafara y me fuera por la joya pa’bajo. Nos refugiaron en una casa, pero yo estaba ansiosa de que amaneciera”, relató.
Al amanecer, los sobrevivientes fueron trasladados a las instalaciones del Head Start, al tiempo que llegaban rescatistas de toda la Isla.
“Pero yo estaba impaciente por saber de los míos y le dije a una muchacha que me velara a la nena en lo que yo iba a ver dónde estaban mis papás. Entonces bajé, y cuando logré llegar al sitio que supuestamente me llevaba a la casa de mis papás, lo que me encontré fue una pared de piedra… no pude hacer más na’ “, lamentó.
“Al llegar al Head Start había un grupito de personas de espaldas a mí; y ahí escuché cuando el compadre de mi papá decía que la familia del compay Chucho toda había muerto. Era mi familia y yo estaba embarazada y al escuchar eso rompí fuente. Mi hijo está vivo por la misericordia de Dios”, sostuvo.
Fue entonces cuando presenció cómo colocaban los cadáveres en el piso, cubiertos por sábanas. Pero aún permanecía en estado de ‘shock’ desde que supo el desenlace fatal de sus seres amados.
“Lo más duro de todo esto es que nunca pude recuperar los cuerpos”, manifestó.
“Cuando pasó eso, yo estaba rezagada porque no me dejaban ver noticias ni escuchar radio. Tuve que subir de nuevo para confirmar que el taxi que había allí era el de mi papá. Al taxi no le pasó nada y me hice la ilusión de que mis papás estaban en el carro y estaban vivos, pero no fue así”, dijo al mostrar la foto del taxi de su papá.
Aunque la vida ha sido dura con esta fémina, el amor por sus retoños se convirtió en la fortaleza que no le permitió colapsar. “A veces, en medio del dolor, le eché la culpa a Dios, pero fue en algo que estaba desesperada y le pedí perdón a Dios. Hasta aquí puedo decir que Dios siempre ha estado conmigo”, afirmó la segunda hija de Emanuel y Blanca Esther, quien dedicó su esfuerzo en cuidar de sus tres hijos, que con los años le regalaron cinco nietos.
Ya van 36 años de la tragedia de Mameyes y al recordar a los suyos, Rosa Elena reflexiona sobre el valor irremplazable de tener una familia.
“Que sepan que familia es lo más grande que uno tiene. A veces me pongo a escuchar y a ver del maltrato de los papás, de los hijos, y no saben cuánto yo daría por tener a los míos”, acotó.
Por su parte, el líder comunitario de Nuevo Mameyes, Israel Collazo Torres, comparó el estruendo que escuchó antes de la desaparición del barrio al que experimentó durante el terremoto de magnitud 6.4 que sacudió el suroeste el 7 de enero de 2020.
Al igual que Rosa Elena, Israel también tenía 18 años cuando sucedió la catástrofe.
“La explosión cuando Mameyes fue más fuerte que en el terremoto. Se rescataron más de 80 cuerpos, pero quedaron enterradas más de 200 personas”, reveló quien quisiera ver construido allí un monumento similar al de las Torres Gemelas en Nueva York.
“Ya quedamos muy pocos sobrevivientes de la tragedia y si no hacemos nada para rescatar esta historia, el recuerdo doloroso de Mameyes morirá con nosotros”, lamentó.
Cabe destacar que, la noche en que desapareció Mameyes, fallecieron 17 personas por un deslave en el sector Las Batatas del barrio El Tuque.
Para el alcalde de Ponce, Luis Manuel Irizarry Pabón, “la pérdida de vidas en Mameyes y Las Batatas la madrugada del 7 de octubre de 1985, sin duda, marcó un capítulo de mucho dolor en la población ponceña, en la que se unieron las comunidades y las clases sociales”.