Dicen que “Mala Paga” lo mató. Pero, ¿en realidad la práctica de dar fiao en la Isla se extinguió o todavía en estos tiempos quedan rastros moribundos de este acto de buena fe?

Al parecer, el fiao -esa práctica de llevárselo ahora y pagar después- sigue mostrando señales de vida, aunque muy débil y maltrecho. Solo le sostiene como un suero a cuenta gotas las ganas de ayudar, la confianza y la costumbre.

Al menos así cree Minelis Mulero Resto, propietaria del Colmado Placita Las Calderonas, en la Barriada Obrera del municipio de Fajardo.

“Mi padre de crianza era el dueño de este negocio hace 30 años y yo lo tengo desde hace siete años. Aprendí esa costumbre de fiar desde que mis abuelos tenían negocio de ropa en el barrio Florencio, porque ellos le fiaban a la gente. Lo hago más que nada por ayudar a la gente”, indicó Mulero, quien suele dar esta confianza a personas mayores y vecinos de toda la vida. 

No obstante, el temor de no recuperar el dinero para que su negocio se sostenga siempre ronda por la mente de la comerciante. Es por eso que las fechas de cobro de los clientes son sus días más agobiantes. 

“Espero las fecha del día primero, los días 15 y 30, y cuando llegan esos días y la gente no llega, empieza la mente a preocuparse. Pero yo lo hago por ayudar, porque muchas veces son personas que con su Seguro Social pagan la luz, el agua y después no les sobra para comer. ¿Cómo les voy a negar un paquete de arroz si yo sé que lo necesitan?”, sostuvo la negociante mientras buscaba debajo del counter el famoso libro de crédito donde aparecen los nombres de 55 personas que actualmente le deben, sin contar los que ya pasaron a la temida “lista negra”.

Un trato VIP

En cambio, hay quienes tienen la costumbre -o consideración- de fiar como un trato exclusivo para cierto grupo de clientes. Se pudiera decir que se ha convertido en un privilegio “VIP”. 

Tal es el caso de Ángel Fontánez, dueño desde hace 25 años del Colmado Brisas Mini Market de Ceiba, quien cuenta con los dedos de una mano las personas a quienes les brinda este beneficio. 

“Puede ser que tenga cuatro o cinco personas que llevan años conmigo, pero no cojo cuentas nuevas. Fío porque conozco a esas personas desde hace muchos años”, indicó el comerciante.

Según Fontánez, lo que da en adelanto son alimentos como pan, leche y café, y sus créditos no sobrepasan los $25 por persona. Esta es la única garantía de que no tendrá una pérdida cuantiosa en caso de que no le cumplan el compromiso de pagar.

“Los (clientes) que tengo tienen un límite, y solo les fío alimentos, no licor ni cigarrillos. No tengo la situación de tener grandes pérdidas, porque uno tiene que tratar de controlarlo. Pero conozco de comerciantes que tienen en la calle $15,000 que no recuperarán jamás”, explicó don Ángel.

La situación de Eulogio García, propietario de la Ferretería El Resuelve en Ceiba, es similar, ya que suele fiar los materiales de construcción a clientes de confianza y a contratistas a quienes “les ayuda” para que hagan sus trabajos y luego le salden la deuda. 

“Tenemos ciertos clientes (que le ofrecen crédito), no a todo el mundo porque la gente no paga. Te cogen fiao y después te viran la cara. Trato de ayudar a algunas personas que no tienen el dinero. Pero nosotros tenemos que pagar el material, por ejemplo, la compra de varilla me cuesta $7,500 y luego tengo que fiarlo y esperar”, ejemplificó García, quien ha tenido que incurrir en gastos de contratación de una empleada que se encarga de cobrar esas cuentas pendientes. 

Confesó, además, que ha perdido bastantes ganancias en casos de personas que se han llevado gabinetes y hasta han construido casas completas tomando materiales de su negocio, pero nunca han regresado a pagar.

Le huyen a “Don Fiao” 

Para la mayoría de los comerciantes, fiar es un riesgo demasiado grande y, aunque en un principio toman el tema de manera jocosa, luego recuerdan las experiencias con deudas pendientes por cobrar y se muestran reacios.

“¿Fiao? Jummmm”, comentó con cara arrugada Walter Meléndez, dueño del negocio Agropet Center en Naguabo. Luego de ese gesto y una carcajada reflexionó un poco acerca de dicha práctica de permitir a los clientes tomar a crédito algún producto con la fe de que luego se recibirá la debida paga. 

“Ahora la gente no pide fiao, sino te dicen: ‘mira, ¿tú me puedes hacer un favor?’ y entonces te piden lo que quieren. Mi papá llegó a fiar mucho y cuando le compré este negocio y sumé las facturas me di cuenta que tenía 4,000 pesos en la calle. Sé de un negocio en el barrio Mariana que perdió 30,000 pesos así. Incluso, yo comencé a fiar y en mi primer año ya llevaba $1,000 en pérdidas. Entonces mi esposa me dijo que el fiao debía acabarse”, explicó Meléndez, en cuyo negocio se observa un letrero que lee: “No fío ni hago favores, sin distinción de personas”.

Por esa mala experiencia Walter Meléndez solo tiene pensamientos negativos hacia el tema y le frustra pensar cómo “operan” las personas que suelen coger fiao.

“Cuando tienen dinero van a las grandes cadenas y cuando no tienen quieren que uno les fíe”, comentó Meléndez visiblemente molesto.

Valores perdidos 

Para muchos de los entrevistados, la casi desaparición de la cultura del fiao se debe a la falta de valores de nuestra sociedad. Antes, los colmados eran el principal centro de venta de los pueblos y esa necesidad de mantener una buena relación con el comerciante, además del hecho de cumplir con su palabra, obligaba a las personas a saldar sus deudas. 

“Antes había personas responsables, te daban una palabra y te pagaban. Hoy día hay quienes te cogen algo fiao y se desaparecen”, aseguró Ángel Fontánez. 

Uno que ha notado cómo el tiempo se ha encargado de lacerar la confianza entre cliente y comerciante es Ángel Luis Colón, presidente de la organización Comité Desarrollo Cultural y Social de Daguao, en Naguabo. Su recuerdo se remonta a cómo funcionaba el ofrecer crédito cuando era un privilegio respetado.

“En la época de mi papá, y también en mi época, yo le decía a mi esposa que fuera al colmadito para hacer la compra y luego lo primero que yo hacía era que iba a pagar para cumplir con ese deber. Antes ese era el sistema que se utilizaba y había un compromiso genuino. Hoy día las cosas han ido cambiando. Los valores han ido decayendo y es triste cómo los pequeños comerciantes quiebran por eso”, expuso Colón.

Se transformó

Para el doctor Antonio Fernós Sagebién, catedrático asociado en Economía y Finanzas del Recinto Metropolitano de la Universidad Interamericana de Puerto Rico, el pedir fiao se remonta a la época del jornalero.

“El fiao viene del viejo cuento del jornalero cuando se cobraba una vez al mes o al final de la jornada. Entonces, ibas apuntando y apuntando y cuando cobrabas saldabas”, explicó el experto.

A pesar de esto, Fernós Sagebién entiende que esa modalidad que implica confianza no ha desaparecido del todo, pero sí se ha transformado gracias a la facilidad con la que se obtienen las tarjetas de crédito.

“Antes la gente no tenía acceso al crédito, además de que no les gustaba usar el plástico. Recuerdo que hace 30 años no todo el mundo tenía una tarjeta de crédito. No había otra manera, si no tenías el dinero tenías que pedir fiao. Ahora ha cambiado la modalidad, porque el acceso a tarjetas de crédito se ha proliferado, ya no es un logro tener una y la gente en lugar de pedir fiao lo coge a crédito (pagando intereses)”, puntualizó el catedrático.

Sin duda, “Don Fiao” tiene muchos retos y ha sobrevivido al tiempo, a la desconfianza, a la falta de valores y a los avances en la banca. Y, aunque “Mala Paga” continúa amenazándolo de muerte, “Don Fiao” y su “buena fe” seguirán tratando de ayudar a quien así lo necesite.