Siamesa de Aibonito se adapta a la vida estudiantil en el RUM
Janlean Luna, quien fue separada de su gemela al nacer, comparte cómo ha logrado sus metas y recuerda con nostalgia a su hermana fallecida.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 5 años.
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Mayagüez. Desde que llegaron a este mundo el 9 de junio del 2000, Janlean Luna Rivera y su hermana Janlee se robaron el corazón de todos.
Su historia fue ampliamente reseñada en la Isla e incluso en el exterior, pues se trataba de gemelas pegadas de la cintura hacia abajo. Fueron conocidas como las siamesas de Aibonito y su operación para separarlas mantuvo atento a todo el país.
Puerto Rico lloró entonces el fallecimiento de Janlee días después de la operación, mientras su hermana dio la batalla para aferrarse a la vida.
Diecinueve años después, Janlean es una chica universitaria, totalmente independiente y llena de vida que, lejos de poner como excusa sus limitaciones físicas (apenas posee una pierna y padece de escoliosis), ello le sirve de impulso para lograr todo lo que se propone.
“Mis limitaciones físicas nunca han sido un problema. Desde chiquita mis papás crearon esa definición, que yo era una persona normal y nunca me sentí diferente. Siempre hay alguien que molesta, pero yo siempre supe quién era y me fue bien. Tengo una pierna y tengo mis limitaciones, pero puedo hacer lo que sea”, comentó.
Janlean es estudiante de psicología en el Recinto de Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico. Vive sola en su hospedaje muy cerca del campus. Suele desplazarse en una silla de ruedas y también posee una prótesis que le permite caminar.
“Me he adaptado bastante bien. Al principio fue fuerte, porque no tenía a mami y papi (James Luna y Juanita Rivera), que usualmente ellos me ayudan en muchas cosas, pero me he independizado bastante bien”, sostuvo.
“Lo más difícil de ser independiente fue cocinar. Adaptarme a que nadie me va a levantar, a que tengo que hacer las cosas yo. Creo que lo más que me ha ayudado a ser independiente es organizarme, académicamente también”, añadió.
De sonrisa contagiosa, amante de las manualidades, de la música y de la buena lectura, Janlean prácticamente ha logrado todo lo que se ha propuesto en la vida, salvo conducir un auto, algo que tiene en agenda.
“Mi hermano (mayor, James Anthony) siempre me enfatizó en que, si él podía, yo también podía. Tal vez no lo hago de la misma manera, lo hago distinto, pero lo hago”, subrayó.
Los casos de hermanos siameses no son muy comunes. Suele ocurrir en uno de cada 100,000 nacimientos de gemelos con un 50% de probabilidad de mortandad. En caso de que sobrevivan, la mayor parte de las veces no es posible separarlos porque comparten órganos vitales, como el corazón, el cerebro, la espina dorsal o venas principales.
Las siamesas de Aibonito eran de tipo isquiópagos, pegadas por la parte frontal baja y compartían la pelvis, el hígado, los intestinos, la vejiga y una pierna. Su tipo ocupa el 6% de los casos de siameses en el mundo.
A pesar de su inusual historia, Janlean asegura que tuvo una niñez feliz en su natal Aibonito. Aún extraña a sus amistades de escuela y compartir más con su familia, que ha sido el pilar que la sostiene.
Y, por supuesto, su otra mitad, Janlee, quien a pesar de fallecer meses después de haber nacido, está muy presente en su vida.
“Me vienen a la mente muchas cosas lindas cuando pienso en ella. Siempre la tengo en mi corazoncito y siempre ha sido parte de mi vida de una manera o la otra. Me hubiese encantado que pudiera estar conmigo, saber cómo es esa experiencia de tener a alguien igual a ti, pero… así es la vida”, reflexionó.
Lejos de lamentarse, Janlean disfruta compartir su experiencia con otras personas y demostrar que, con empeño, todo en la vida es posible.
“Mi caso me hace sentir feliz, porque puedo ayudar a otras personas y dar un ejemplo. Siempre que escucho otros casos (de personas con algún impedimento físico), me gusta dar consejos”, agregó.
Por lo pronto, sus esfuerzos están concentrados en sus estudios en el Colegio de Mayagüez y no descarta continuar una carrera en leyes. Mientras, atesora cada momento que la vida le da, con el convencimiento de que todo lo que se propone, es posible.
“La mayor enseñanza que la vida me ha dado es no limitarme. A veces pienso que no puedo hacer algo y me limito, pero mis padres siempre me dicen que sí puedo. Si no lo puedo hacer de una manera, siempre hay algo que voy a poder lograr”, sentenció.