Lajas. El conjunto de islitas y cayos que rodean a la Isla grande de Puerto Rico y las de Vieques y Culebra, a menudo resaltadas en postales y videos por su belleza natural, han ido perdiendo paulatinamente su superficie y vegetación durante los pasados años a consecuencia de diversos procesos, unos naturales y otros impulsados por acciones humanas.

La situación se complica, pues, de acuerdo con expertos científicos, encaramos un panorama incierto si no se toman acciones para frenar o, al menos, mitigar esas pérdidas.

En algunas de esas islitas, y los arrecifes a su alrededor, cuya importancia va muchísimo más allá de ser atractivas, pues son barreras de protección naturales, esos impactos han sido más severos y, al menos una de ellas, Palominito, frente a la costa de Fajardo, llegó prácticamente a desaparecer.

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Los procesos en cada una de esas islitas, sin embargo, son diferentes y dependen de cómo están conformadas, explicó la doctora Patricia Chardón Maldonado, ingeniera civil con especialidad en costas, que labora con CARICOOS, entidad que monitorea las aguas costeras y oceánicas del Caribe.

Palominito es una isla de arena. Pero depende de cada isla. Hay que pensar bien en su morfología, sus sedimentos, si tenía mangle, si tenía algún tipo de protección y barreras, que a lo mejor el aumento de temperatura del mar, como la erosión costera, eventos de marejadas fuertes, oleaje alto también, pues debilita… entonces, pudo incitar a que esto se empezara a erosionar, exacerbando esa situación ya penosa”, comentó la experta en entrevista con Primera Hora.

“Tenemos el aumento en el nivel del mar que, aunque la expresión no la vemos tan fuerte yendo a las playas, sí está sucediendo. Tenemos observaciones de más de 40 años en la Isla que nos está enseñando la tendencia hacia dónde vamos, y es al aumento (del nivel del mar)”, explicó.

Esa alza en las aguas se está dando a razón de “4 milímetros por año” y, aunque parezca poco, la científica asegura que “es bastante, especialmente cuando nuestras costas no tienen el ancho que vemos en muchas imágenes de las estadounidenses, que es rehabilitada; muchas de ellas no son costas naturales. Nosotros sí tenemos las costas naturales, que seguimos entonces impactando y reduciendo el ancho de playa”.

En Palominito, además de huracanes y marejadas, otro de los efectos más dañinos fue “que se convirtió en una playa de visita” y esa presencia constante de humanos, que conllevó el atraque regular de botes y hasta la celebración de eventos, debilitó y eliminó su flora (plantas y hierbas), que está adaptada para mantener esa arena allí.

Al otro extremo de Puerto Rico, otra área cuyas islitas han sufrido un impacto severo son las que están en el área suroeste. Allí, además del aumento del nivel del mar, el terremoto del 2020 provocó una subducción (hundimiento) de la tierra.

“El terreno se hundió, bajó de nivel después de estos temblores. Eso fue identificado por satélite y agencias como la Red Sísmica y la oficina de tsunami de NOAA (Administración Nacional de Océanos y Atmósfera, en inglés) lo reportaron bajo unas medidas que tomaron históricas con la más recientes”, explicó. Ese hundimiento no fue en todo Puerto Rico. “Lo que se identificó fue de dónde se generó la falla hacia oeste, hacia el faro de Cabo Rojo”.

Para que se tenga una idea de cuán severo fue ese hundimiento, en el área de Guánica, donde están islitas como la popular Gilligan, “llegó a ser de 5 pulgadas. Eso es bien significativo”.

“Así que, en Gilligan, adicional a que está aumentando (el nivel del mar) y ya veían esa expresión antes de ese evento sísmico, ahora tenemos un problema que tenemos que medir. Ya no es la misma elevación que teníamos antes”, indicó.

“No todos los sitios se expresan igual, pero una isla que estaba como Gilligan, pues sí, porque la probabilidad de que haya más agua cubriendo el área es mayor. Así que, a lo que antes tú ibas a Gilligan y a lo mejor podías entrar caminando, ahora ya tú entras con el agua en alguna elevación de tu cuerpo”.

Y hay más casos, como el de Cayo Ratones, frente a Joyuda (Cabo Rojo), que también han visto sus ecosistemas afectados, incluyendo sus mangles, “que ayudan a que se aguante esta arena. Es una barrera de protección, disipa oleaje, te trae una biodiversidad, y también controla otros parámetros, ya entramos en los químicos si nos vamos bien complejos”.

Chardón Maldonado explicó que la eliminación de esas barreras naturales conlleva a que cuando regrese el oleaje mar afuera, se lleve consigo gran parte de esos sedimentos.

“Por eso hay muchos esfuerzos de restauración de corales”, indicó, agregando que “la línea de corales que teníamos en el área norte, en Isla Verde, en Culebra, otras fincas, nos ayudaron a disipar esa energía” de las olas en eventos como la marejada ciclónica luego del huracán María.

“El escenario hubiese sido completamente distinto si no hubiésemos tenido esa barrera de corales y arrecifes, de protección natural. Disiparon un porciento significativo de ese oleaje. Y hay números precisos de cuánto se disipó ese oleaje. Si no, esas olas hubiesen entrado… tú tienes un periodo que la arena va a ser, como decimos, el ‘buffer’ (contención) en inglés, va a estar ayudando a que se disipe, pero cuando se erosionó completo, el embate va directo va a las estructuras, a tuberías, que puede entonces haber descargas de agua que afecten muchas cosas más”, comentó.

¿Qué les espera entonces a estas islitas? ¿Aguantarán esos embates? ¿Quedará algo de ellas? ¿Desaparecerán?

De acuerdo con la experta, es algo “dinámico”, pues “estamos viendo una proyección de erosión, que estamos perdiendo terreno, no solo en estas islas sino alrededor de la Isla. Pero hay esfuerzos que van y recolectan datos, especialmente la Escuela de Planificación (de la Universidad de Puerto Rico) de Río Piedras, bajo la doctora Maritza Barreto, que ella sí ha notado no solamente erosión en muchas áreas, sino también recuperación del ancho de playa”.

“Mucho de esto tiene que ir amarrado y no sucede por procesos únicos. Si no tenemos ningún huracán, ni mucha marejada de oleaje alto, la arena tiende a regresar. Por eso, muchas veces se le dice al que tiene una estructura en la costa, no tomes acción rápida, edúcate primero, porque esto fue en un evento puntual, y de aquí a meses puede que recuperes la arena. Puede ser que no, porque puede haber marejadas y eventos, pero puede ser que sí. Ahora, a la que tú instales una estructura fija, una piedra, un rompeolas, algo que te proteja, no solo afectaste tu casa, porque ya no va a sedimentarse arena allí, afectaste a tus vecinos”, afirmó, insistiendo en que, cuando ocurren esfuerzos de “desarrollo sin planificación y sin conocer tu ambiente”, poco a poco terminan impactando todos los ciclos naturales.

“Que puede ser que estas islas se recuperen. Pues esfuerzos como los que están haciendo muchas organizaciones locales, de poner barreras naturales, arrecifes, corales, mangles, puede ser que lo recuperen. Pero sí, la tendencia ha sido que, con el aumento del nivel del mar, con las altas temperaturas que estamos registrando, con los eventos más frecuentes e intensos de huracanes, la tendencia es que vamos a estar perdiendo estas bellas estructuras y ecosistemas que tenemos”, lamentó.

“¿Qué se puede hacer? Es bien complejo. Hay efectos ingenieriles que puedes rehabilitarlos trayendo arena, pero tiene que ser una arena bien compatible, y después tienes que poner una barrera que no haga que esa arena vuelva y desaparezca. Hay métodos, pero tenemos unos retos, y se llama la complejidad de nuestras aguas caribeñas. No significa que pase ahora, o pase rápido, pero, si hay muchos eventos como los que mencioné, que son exacerbados con estos cambios climáticos, se pueden acelerar esas observaciones que hemos vistos. Y no solamente puntuales, uno en Google Earth puede buscar pa’lante y pa’atrás y ve esos cambios”, sostuvo.

Algo que definitivamente no debe ocurrir, si queremos ayudar a preservar esas islas, es construir estructuras de elementos “grises”, es decir de cemento, varillas y demás. En todo caso, recomienda “algo híbrido” si es que quiere proteger algún tipo de flora o fauna importante, o vida y vivienda.

“Hay que tomar decisiones y a veces son difíciles. Pero es bien importante lo que mencionamos de ecosistema, todo se conecta. Si afecto algo en la orilla, afecto la probabilidad de un pescador de conseguir peces cercanos, porque entonces todo se va mar afuera, y puede impactar las aguas y la biodiversidad. Los corales se afectan, no solamente por el humano, sino por las altas temperaturas. Así que mi recomendación sería, antes de tratar de mitigar alguna situación, es visualizarlo hacia cuál es el objetivo principal, y es mantener un ecosistema”, exhortó.

Mostrando un mapa que refleja la fuerza del oleaje en la zona de La Parguera, y como el oleaje más fuerte se queda en las islitas y no llega a la costa de la Isla Grande, insistió en que, aunque conlleve esfuerzos, si hay todavía tiempo, se debe considerar salvar esas islitas y arrecifes, pues “son barreras, son protecciones” al resto de la costa, “y las podemos utilizar”.

En la medida que se pierdan esas islitas y arrecifes, y las protecciones que ofrecen, el impacto sería directo a la costa y con consecuencias desastrosas. Tal es así que la Agencia Federal de Manejo de Emergencias (FEMA) ha aceptado financiar restaurar y sembrar arrecifes como una forma de mitigación, pues a pesar del costo millonario de esos esfuerzos, es menos de lo que costaría la devastación que supone para las costas no tenerlos como barreras protectoras.