Se faja vendiendo hot dogs

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 18 años.
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Desde hace 22 años los días para Noemí Olmo comienzan a las 3:00 de la madrugada.
A esa hora en punto, esta luchadora mujer de 57 años se levanta para comenzar con la preparación de los alimentos que venderá en su carrito de hot dogs en la avenida Las Cumbres, en Río Piedras.
Diariamente Noemí condimenta para la venta cuatro libras de carne molida, diez libras de bistec y otras diez de pollo. El secreto del éxito de su negocio, además de los sacrificios y el trabajo arduo, está en el sabor especial que le da el condimento de pimientos y ajíes frescos del país con los que adoba la carne.
Su rutina incluye también hervir 120 hot dogs, uno de los platos predilectos de sus clientes y que sirve con carne molida, repollo, cebolla y papitas. Por experiencia propia, es delicioso.
El sabor y el servicio con los que Noemí ha atendido a sus clientes son tan especiales que son decenas los que dos décadas después siguen siendo sus clientes.
Uno de ellos es Raymond Lugo, quien aprovechó que estaba en el área para saborearse un hot dog.
“El servicio es lo mejor que tiene este negocio. Te tratan con cariño y la comida es deliciosa”, indicó Lugo. Su plato preferido es el emparedado de bistec.
Llegar al negocio ambulante de Noemí, frente a un pequeño centro comercial, es como darse una vuelta por la casa de algún familiar en un día festivo.
Allí, todos se conocen y uno se siente como en familia. El trato de Noemí y su hija Lilliam, quien también atiende el negocio, es servicial.
De hecho, cuando Noemí no va a trabajar se forma todo un caos en el área de trabajo. Las personas preguntan por ésta en todos los negocios del centro comercial y algunos van hasta su casa a preguntarle cómo está o para llevarle comida.
El rostro de Noemí, a quien le hubiera gustado ser enfermera, refleja la lucha que ha tenido que sobrellevar desde que se criaba en la comunidad de Caimito.
Desde los 10 años conoce lo que es trabajar de sol a sol. A esa edad abandonó la escuela por exigencia de su progenitor y se dedicó a la cría de animales y al recogido de café y tabaco.
A los 12 años se fue a vivir con un hermano para cuidarle sus seis hijos. A los 16 se casó. La humildad es más que evidente cuando se tiene la oportunidad de conversar con ella.
“(El trabajo) es sacrificado, porque uno se tiene que levantar a las 3:00 de la mañana para preparar las cositas para que lleguen frescas. Uno tiene que empujarse, ser fuerte y dejar todo para el lado”, senaló la madre de Lilliam y Librada.
movida por la necesidad
La prioridad de ofrecerles a sus hijas un mejor porvenir llevó a Noemí a vender hot dogs, plato al que se limitaba el menú cuando inició su negocio.
Antes de ser vendedora ambulante, trabajó en una lavandería, ubicada en el centro comercial donde está su negocio, pero el dinero que ganaba, menos de $30 diarios, era tan poco que no podía suplir las necesidades de su hogar. También vendía pasteles y hacía limpieza.
Aunque gracias a Dios nunca les faltó un bocado de comida a ella y los suyos, en ocasiones le cortaron los servicios de agua y luz por falta de pago.
Sobre sus hombros siempre ha llevado la carga del hogar. Su esposo es un hombre enfermo que nunca ha trabajado, dijo.
“El mismo jefe me sugirió que este punto era bueno para poner un carrito de hot dogs y unos vecinos que tenía me ayudaron a conseguir el carrito”, relató.
Georgie y Nydia, los vecinos, le prestaron los $200 para que comprara el carrito de hot dogs. Aún lo conserva. “Machacándolo y limpiándolo hemos mantenido el mismo carrito”, dijo con orgullo.
Comenzó el negocio en julio de 1985 y como era verano, fueron sus hijas las que comenzaron el mismo para ella poder mantener el trabajo en el laundry.
Lorenzo Guzmán, dueño de la farmacia que queda justo al frente del puesto de Noemí, era quien le velaba las niñas, que para aquel entonces tenían 5 años la menor y 15 años la mayor. También la ayudaba a montar el negocio cada mañana.
Éste también fue quien le hizo las gestiones para que pudiera obtener los permisos de uso.
“Yo no sabía ni sacar cuentas. Yo contaba con los dedos y los muchachos algunas veces me decían: 'Coge los de los pies ahora”, dijo sobre los inicios del negocio entre risas.
En aquel momento vendía los hot dogs a 75 centavos. Ahora, el precio es $1.25. Los sándwiches de bistec y pollo con ensalada y chili tienen un precio de $3.25.
Diariamente, vende unos $200, dinero con el que formó a sus hijas y les dio una educación. También compró dos “casitas”, la que ocupa y otra que tiene alquilada “por cualquier emergencia”.
nadie se va sin comer
La cantidad de dinero que produce a diario no será mucha, sin embargo, esto no es impedimento para que Noemí le regale un plato de comida al que llega sin dinero.
Eso lo heredó de su madre, aseguró su hermana mayor. “Ella no tiene nada de ella. Ayuda al que tenga que ayudar aunque le haya hecho la pocavergüenza más grande del mundo”, comentó Irene.
“Me da mucha pena, porque aunque yo no pasé tanta necesidad, yo sé lo que es el hambre. Mucha gente viene necesitada y que no tiene para comprar un hot dog”', indicó la abuela de cuatro.
Su relación con los deambulantes de la zona también es especial. Ellos le dicen mai y la ayudan en el negocio.
“Me da pena de ellos, porque yo sé que necesitan. Si ellos tuvieran una persona que los ayudara, esos muchachos se podrían sanar”, dijo.
El negocio espera mantenerlo hasta que el Señor le dé la salud y la fuerza para así hacerlo, porque sus hijas la necesitan, comentó.
¿Su sueño? Ver a sus cuatro nietos graduados y “bien casaditos”.