Peñuelas. Han transcurrido varios siglos desde que nació el güiro, pero aún no se sabe a ciencia cierta cómo llegó a Puerto Rico el popular instrumento que marca el tempo de una orquesta.

La teoría más acertada apunta a que el indio taíno utilizaba el marimbo en un rito para que el dios de la lluvia bendijera sus siembras.

De acuerdo con el artesano Frankie Pérez Matos, “el marimbo es un fruto que se da en Latinoamérica en diferentes tamaños, pero está el güiro cubano que es el más grande”.

“El marimbo lo heredamos de los taínos, que lo usaban con un palito, pidiéndole al dios de la lluvia que le diera la bendición para sus siembras y se dieran más abundantes. La planta es muy parecida a la calabaza, es una enredadera familia de los cucurbitáceos que unos nacen dobladitos, unos más flaquitos o más grandes”, explicó el artesano de güiros oriundo del barrio Tallaboa Alta de Peñuelas.

“Se cogen en tiempo de menguante, como pasa con la madera; si la madera se corta fuera de fecha es más propensa la polilla. Con el güiro es lo mismo. Si la luna en que se coge es luna nueva, asegura’o que una vez sequen y pase el tiempo le va a dar polilla. Aun cogiéndolo en el tiempo que es, le da. Es como un ‘gorgojito’ que va comiéndose la semilla”, detalló Pérez Matos, quien talló su primer güiro a los siete años.

Igualmente, detalló que, la tonalidad de la semilla es lo que demarca el color del instrumento. Por ejemplo, “está el marimbo de Castilla o marimbo blanco, y está el marimbo de Castilla amarillo, la tonalidad de la semilla”.

“El amarillo tiene un sonido más brillante que el güiro original de Castilla y es idóneo para un güirista que vaya a tocar en un estudio”, afirmó el peñolano de 52 años.

Resaltó que el marimbo se seca mejor en la sombra, ya que la semilla se arruga si le da el sol de manera directa.

“Después se corta el bejuco, se le saca la piel que es la cascarita finita y luego se pone a secar. Si el güiro está bien hecho, como en tres semanas y media ya casi se puede trabajar. La brisa también es favorable. Una vez el marimbo está seco, el artesano procede con el lápiz a hacer el margen de hasta donde debe llegar y comienza a trabajar el rallado”, manifestó.

“Cuando un artesano se sienta a rallar, que realmente es surcar porque hacemos los surcos como el agricultor que va arando la tierra, va haciendo los surcos para crear el rallado y una vez se finaliza ya tienes el güiro. La cantidad de surcos va a depender del tamaño del güiro. Pero yo siempre le dejo espacio en los extremos, que es una de mis firmas del trabajo que hago con el marimbo y el güiro”, acotó al señalar que un trabajo le toma entre seis a siete horas.

Por eso, destacó la importancia de trabajar el instrumento con paciencia no tan solo para que quede bien, sino para calibrar bien el rallado con el propósito de que la varilla no se encaje al tocarlo.

“Yo por lo general, al terminar me gusta dejarlo lo más natural posible, a veces hasta le dejo el bejuco. En el caso de mi papá, él acostumbra a sacarle todas las semillas para que suene más, pero a mí me gusta dejarle la semilla por dentro porque con el tiempo, ella va soltando y esto se convierte en un filtro y el sonido es más lindo. No me gusta que el güiro suene explayado, sino limpio, refinado”, argumentó.

De otra parte, mencionó que el arte de hacer el varillero es diferente, pues conlleva el manejo adecuado de la madera.

“A esto se le llama varillero, puya, púa, raspa o puyero. Es un proceso distinto… aquí está el detalle de trabajar con la madera, cortar, darle forma. Yo trabajo diferentes maderas como, por ejemplo, nazareno, caoba, pino, ébano y palo santo, le pongo diferentes cantidades de varillas, de acero inoxidable de calidad porque vienen unos mezclados que cuando uno toca se tienden a doblar mucho”, advirtió.

“Aquí se hizo bien famosa la cuerda de piano, pero con el ‘stainless steel’ no le da moho y eso no daña mucho el rallado del güiro y el sonido es más opaco, menos brillo. Cuando uno va a tocar con micrófono, el sonidista puede ecualizar mejor el instrumento. Porque a veces la cuerda de piano, cuando chocan unas con otras, hace un sonido metálico y no es el mejor”, resaltó.

Pérez Matos, quien es natural de la “Capital del güiro”, señaló que con el tiempo la gente ha aprendido a valorar el trabajo que realiza el artesano.

“La experiencia que voy viendo con el instrumento (es que) a través de los años se va respetando y valorando el trabajo del artesano. Hoy día, decir que un varillero cuesta $80 y el güiro cuesta $80 o $100, lo compran porque respetan el trabajo del artesano y al güirista en la tarima”, confesó.

“El güiro va trascendiendo. ¿Imagínate una plena sin un güiro? Ese ritmo que pone a la gente a bailar y es importante”, concluyó.

Para detalles puede llamar al 203-819-1039.