Como con casi todas las tradiciones de las diversas culturas de la Humanidad, el origen –o el propósito– de los colores típicos de la Navidad, también es motivo de discrepancias. Esto obedece a que unos les adjudican a dichos tonos connotaciones religiosas, mientras otros se inclinan más por el uso y las costumbres de cada nación –y cuán arraigadas estén ambas cosas en los distintos países– o cuánto se hayan diseminado las mismas por el mundo.

Empecemos pues con el color…

Rojo

Cuando se piensa en rojo, es casi universal la creencia de que significa amor, vitalidad y energía. En la tradición cristiana, principalmente, el rojo simboliza la sangre que Jesús derramó por el bien de la Humanidad.

Cabe señalar que en la antigüedad, cuando empezó la tradición de poner pinos en las casas durante época navideña, los arbolitos se decoraban principalmente con manzanas rojas. El rojo es, también, el color de las ropas de los obispos, por lo que no es de extrañar que a San Nicolás se le imaginara siempre ataviado con ese color y, por ende, a Santa Claus. 

Verde

El verde, por su parte, simboliza la vida eterna de acuerdo con la tradición cristiana. El verde también representa el renacer en la vegetación después de la época invernal, además de la fertilidad y la esperanza. 

En muchas partes de Europa, en la Edad Media, se llevaban a cabo obritas de teatro en Nochebuena. En estas, el Árbol del Paraíso –siempre verde, por supuesto- tenía un rol protagónico. En tiempos modernos, por supuesto, ese árbol es el pino que muchas casas decoran en Navidad.

Oro

En prácticamente el mundo entero el color dorado es sinónimo de riqueza. Pero, también es sinónimo de salud. En la tradición cristiana, el oro y todo lo dorado representan la divinidad de Cristo. Además, el oro fue uno de los tres regalos que los Santos Reyes Magos le obsequiaron al Niño Dios.

El oro se asocia también con el color del Sol y, por consiguiente, con los cálidos rayos solares, que en las latitudes donde el invierno es marcado eran poco menos que una bendición de la Naturaleza. Además, el fuego es rojo y dorado y sin fuego, ¿adónde estaríamos ahora?

Un experto opina

Cierto es que, representen lo que representen, siempre cabe la posibilidad de que en Navidades gravitemos hacia el rojo, el verde y el oro sencillamente por hábito, por repetición. No obstante, Spike Bucklow, de la Universidad de Cambridge, en Inglaterra, opina que el origen de esto viene de la época medieval porque  el rojo y el verde, juntos, representan una dicotomía: fuego y agua, masculino y femenino. 

Sus análisis de pigmentos usados en obras de arte medievales revelaron evidencia adicional del propósito de ambos colores.  Según él, muchos pigmentos verdes estaban hechos a base de cobre y muchos pigmentos rojos estaban hechos a base de hierro. En el Medioevo, la metalurgia y la astrología estaban muy unidas.  Por un lado, el cobre se asociaba con Venus que, a su vez, se asocia con todo lo femenino, con amor, con agua. El hierro, de otra parte, se asociaba con el planeta Marte, con la masculinidad, con el fuego y la guerra.

Y que conste, aclaró Bucklow, en la historia de la Humanidad, el significado de los colores no ha sido cosa de tomarse a la ligera. Por ejemplo, por siglos, el color púrpura se reservaba solo para la realeza. Más aún, hasta el año 500 de la era cristiana en Europa Oriental y en Asia Occidental, si alguien no pertenecía  realeza y se vestía con algo púrpura… ¡podía ser ejecutado!

Por último…

Como dato curioso, Bucklow menciona que de los tres colores típicos de la Navidad, solo la importancia del verde tiene un origen pre cristiano. El rojo y el oro, por su parte, cobraron relevancia solo después del nacimiento de Jesús.