Reviven a Toño bicicleta
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 15 años.
PUBLICIDAD
Arecibo. Olga Iris Despiau Cabán tiene 60 años de edad y le duele haber perdido muchos años de su vida en cautiverio, y otros tantos huyendo del fenecido Antonio García López, a quien todos conocen como “Toño Bicicleta”.
Aun después de muerto, su relación con Toño Bicicleta vuelve a causarle un sufrimiento y, de nuevo, el temor a perder su libertad. El Departamento de Justicia se ha empecinado en procesarla por presunto encubrimiento de hechos ocurridos hace 25 años y el juicio será el 13 de octubre en el Centro Judicial de Mayagüez.
“Esto es una injusticia porque yo no tengo culpa de nada”, expresó Despiau Cabán. “Yo me siento demasiado depresiva. Yo no puedo comer, yo casi no puedo dormir... pensando que me van a dejar allí encerrada de nuevo por yo no sé qué. Por un caso que ya está muerto porque ese señor ya se murió”, añadió sumida en el llanto.
Sentada en el balcón de su sencilla residencia en Arecibo, Despiau Cabán recibió a Primera Hora. Allí, dejó entrever su sensación de que, de alguna manera, el Estado quisiera hacerle pagar las culpas de quien burló las autoridades por mucho tiempo y nunca regresó a prisión. Toño Bicicleta murió a manos de policías en 1990, en medio de un operativo para arrestarlo en el poblado Castañer.
“Ni yo lo puedo revivir, ni el Gobierno, ni el Estado, ni nadie lo puede revivir hasta que Cristo venga y lo reviva, sea para bien o sea para mal. Pero meterse conmigo, eso es demasiado”, dijo la mujer, que en el 1981 fue sacada de su casa a la fuerza por Toño Bicicleta.
Para ese entonces, la arecibeña se desempeñaba como empleada pública en la Colecturía en Arecibo. Con Toño entabló una relación sentimental expresada más que todo de manera epistolar, porque para ese entonces estaba confinado en una cárcel de este mismo pueblo.
Pero un día del 1981 se apareció en su casa con un cuchillo y se la llevó sin que su familia pudiera hacer nada.
“Él vino aquí y me raptó con un cuchillo bajo la amenaza de que, si no me iba con él, iba a matar a mi papá, que estaba enfermo en la cama, y a mi familia completa”, recordó esta mujer.
Así, Despiau Cabán asegura que se vio obligada a seguir al fugitivo, quien continuó con sus amenazas de muerte. Hasta que en el 1984, en medio de un operativo de captura, Toño Bicicleta huyó y dejó a la arecibeña, quien fue arrestada por encubrimiento.
La mujer compareció en ese entonces al proceso judicial, que se inició en su contra, hasta que Toño regresó a su casa y se la llevó a la fuerza por segunda ocasión para que lo acompañara en esa vida fugitiva y de privaciones.
En un momento, la familia dio con ella, la sacaron del control de Toño y la enviaron a los Estados Unidos para evitar que volviera a encontrarla.
Tras la muerte del evadido, Despiau Cabán regresó a su casa.
Tras todos estos años y con la ayuda de psicólogos y psiquiatras, ella ha querido olvidar ese periodo de cautiverio que le ha dejado huellas evidentes en su estado de salud y emocional.
El llanto y los nervios impidieron que conversara con Primera Hora sobre esos momentos.
Su regreso a la libertad tampoco fue fácil.
“Dondequiera que me metía todo el mundo me decía cuando me veían: ‘Mira, ésa es la mujer de Toño Bicicleta, mira donde viene la mujer de Toño Bicicleta. Mira, ¿tú eres la mujer de Toño Bicicleta?', y yo a veces tenía que decirles: ‘No, yo no soy’”.
Todos esos malos recuerdos que ha intentado olvidar la invaden a cada instante desde que el 31 de agosto fue arrestada por alguaciles del tribunal que tenían una orden de arresto para que compareciera por el caso que se inició en 1984.
El último día de agosto, Despiau Cabán cocinaba para sus hermanos cuando se aparecieron los alguaciles, la llevaron al Centro Judicial de Arecibo y de ahí a la cárcel de Vega Alta, donde pasó la noche.
Al día siguiente, su abogado Hiram Torres consiguió que la dejaran en libertad bajo fianza.
Para toda la familia, la acción fue una sorpresa porque alegan que no habían recibido ninguna citación. Además, Despiau Cabán no se escondía. Por el contrario, iba a la iglesia y hasta compareció al tribunal en un caso familiar de orden civil. Tampoco sospechaban que la hubiesen declarado fugitiva.