Residenciales de Río Piedras unidos en paz

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 15 años.
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Las riñas territoriales que por años han mantenido en disputa a grupos de residentes de los complejos públicos de Berwind, Monte Hatillo, Jardines de Country Club y Ernesto Ramos Antonini quedaron ayer en el olvido. Al menos, por tres horas.
Fue por ese periodo que vecinos de estos complejos dejaron a un lado sus posibles diferencias y marcharon por la paz, no sólo de sus centros de vivienda, sino de Puerto Rico.
La avenida 65 de Infantería, a la altura de Río Piedras, fue cerrada al tránsito por la Policía por cerca de 30 minutos. Y, en esta ocasión, no se hizo así para investigar un tiroteo entre bandos ni una masacre. Se cerró porque cientos de niños y padres, preocupados por la seguridad en sus hogares, caminaron en busca de esa tranquilidad casi inexistente en gran parte de los 329 residenciales.
Con tan sólo diez años, Jacob Rosario sabe lo que es vivir en medio del peligro. Conoce las riñas que existen entre los residentes de estos complejos, la mayoría motivadas “por el dinero y las drogas”.
“Los caseríos siempre tienen guerra... porque unos quieren ser más ricos que los otros”, dijo inocentemente el pequeño que vive en Villa Esperanza.
¿Qué es para ti la paz?
Pasarla con la familia y tenerle amor a las personas.
¿Y, cómo crees que podemos alcanzar la paz?
Alejándose de las cosas malas y apoyar a las personas que hacen las cosas malas.
¿Qué tú quisieras para esos niños que no viven tranquilos?
Que vivan en paz y la pasen bien.
Jacob resume, de forma clara y sencilla, lo que a diario se ve en los rotativos del país. Cómo la guerra por el control de los puntos de drogas asentados en los caseríos sigue cobrando vidas y tronchando el futuro de jóvenes prospectos.
Los vecinos ya están cansados de esos titulares. Quieren un cambio para los suyos.
“No queremos que sigan matando nuestras mujeres, que sigamos perdiendo nuestros niños y que los jóvenes se sigan perdiendo en los puntos de drogas”, alertó Orlando Rosario, fundador y organizador de la marcha que se celebró por cuarto año consecutivo.
La caminata comenzó en los predios del residencial Jardines de Campo Rico cerca de las 10:00 a.m., atravesó Monte Hatillo y culminó en San Martín con una actividad para los más pequeñines. En ciertos tramos el grupo se detuvo para elevar plegarias al cielo.
Hubo batuteras, un grupo de corredores de patines, mimos y música para los niños.
Los pequeños llevaron en sus manos pancartas con mensajes positivos y pañuelos blancos que movían cada vez que atravesaban un sector.
“Para mí paz es tranquilidad y no más tiros al aire”, señaló Cristina Amparo Serrano, de nueve años y quien vive en Lagunas View Tower, en Berwind.
¿Es tranquilo donde vives?
“Regular”, dijo la niña mientras movía sus manos de un lado a otro.
Aunque es una iniciativa que sale del seno de sus comunidades, los líderes reconocen que fuera de ellas la criminalidad está igual de rampante. “No importa a dónde vayas, hay criminalidad, pero a veces sólo se cuestiona a los residenciales públicos y ésa es la imagen que queremos borrar”, indicó Tomasa Rodríguez, líder y residente de Monte Hatillo desde 1966.
Para Rodríguez y Orlando Merced, del residencial Ernesto Ramos Antonini, la marcha es una muestra del poder que tienen las comunidades a pesar de ser marginadas por la sociedad.
“Logramos unir residenciales que nunca se habían unido a nosotros y mientras más se lleguen, más lejos va a llegar el mensaje que hemos querido llevar”, comentó Merced.
La Administración de Vivienda Pública ha aceptado la propuesta de estos vecinos de extender la actividad a lugares de alta incidencia criminal. En sus planes está impactar el residencial Luis Lloréns Torres, en Hato Rey.