Rescatan una escuela abandonada en Guayama para hilvanar sus sueños
Comunidad funda cooperativa de costureras, Agujitas Coop, al tiempo que impulsa cultivos hidropónicos.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 2 años.
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Guayama. Vecinos de la comunidad Pueblito del Carmen en Guayama se cansaron de ver las condiciones deplorables en que quedó la antigua escuela elemental Francisco Navarro Colón que, tras su cierre, estaba arropada por la maleza y representaba un peligro para la salud y seguridad del barrio.
Entonces, decidieron rescatar la estructura para dar nueva vida a lo que un día fue un espacio de enseñanza, y lo convirtieron en eje para su desarrollo a través de oficinas de servicio social, agrícola, salud, talleres de trabajo, además de utilizarlo como centro comunal a donde realizan actividades recreativas y deportivas.
Allí nació Agujitas Coop., una cooperativa de costureras e impulsaron una iniciativa para el cultivo de lechugas bajo el sistema hidropónico.
De acuerdo con el líder comunitario, Kermit Rivera Mendoza, “vimos que esto estaba enmalezado, muy descuidado y hace como siete años atrás lo rescatamos, limpiamos y pintamos. Mucha gente de la comunidad ayudó a que esto se mantenga así, porque se veía feo, parecía un solar baldío, una estructura que estaba perdiendo su forma ya”.
Rivera Mendoza relató que, por medio de un acuerdo colaborativo, lograron el establecimiento de la organización comunitaria Acción Social, el Departamento de Agricultura Federal, un dispensario médico y la cooperativa de costureras que comenzó con cinco vecinas, incluyendo a su esposa Carmen de León, que es la costurera del barrio.
“Fue ahí justo después del proceso de recuperación de María que ellas, junto con Acción Social, comenzaron a hacer mosquiteros en donativo porque vieron la necesidad de que había sectores, no solo en Guayama sino en otros pueblos donde no había electricidad y muchas personas estaban sufriendo por los mosquitos”, recordó el hombre de 63 años.
“Al ver el auge, decidieron hacerlo más formal y entonces formaron una cooperativa de trabajadoras con cinco costureras. Después viene la pandemia y el trabajo se aflojó, porque no estaban llegando los pedidos y también cogieron miedo del COVID y no se atrevieron venir a trabajar aquí. Actualmente, hay dos costureras que vienen a trabajar unas horas”, lamentó.
A dos años de la pandemia, Agujitas Coop está cobrando nueva fuerza, según el líder comunitario de Pueblito del Carmen.
“Ahora es que están nuevamente empezando a tomar pedidos que, pues, por la pandemia bajó un poco pero ahora empezaron a trabajar fuertemente. Ellas hacen trajes de baño, cualquier pedido de paños y accesorios para el cabello, gorritas para soldadores, canastitas para envases de sopa, pañitos y ropa para bebé, niños y adultos”, detalló.
“Conseguir una costurera hoy día es difícil, pero aquí llega gente de Guayama, Santa Isabel, Cayey, Patillas, Juana Díaz, Ponce y Villalba. Las personas vienen aquí, explican lo que necesitan, ellas ven el arte, toman anotaciones de lo que el cliente quiere, hacen la cotización y toman la orden y comienzan a coser”, agregó.
Cultivos hidropónicos
De otra parte, esta familia aceptó el reto de Acción Social para desarrollar un cultivo de lechugas, pero el lugar se les hizo pequeño porque su producción aumentó en un abrir y cerrar de ojos. Por eso, tuvieron que comprar un terreno en la misma comunidad.
Según Taína Meléndez Rivera, nieta de Kermit y Carmen, “esto comenzó tomando talleres de agricultura con Acción Social y luego vimos la oportunidad y comenzamos a hacerla porque nos gustó, aunque ninguno de nosotros estudió agricultura”.
“Queríamos arrancar con 50 (lechugas), pero empezamos con una mesa de 1,000 y nosotros pensábamos que eso era demasiada lechuga y cuando vinimos a ver 1,000 no daban abasto. Ahora mismo estamos cerca de las 10,000 lechugas en producción, entre lechugas y cilantrillo”, esbozó sobre la iniciativa familiar C & A Tropical Green Corp.
“Comenzamos en la escuela en el 2018, pero tuvimos que tomar la decisión de que, si queríamos seguir creciendo, teníamos que salir de la escuela y compramos un terreno que ahora es ‘el rancho’. El negocio yo diría que es más de nuestra familia que ha sido parte del apoyo”, sostuvo la joven de 26 años.
Explicó que, al utilizar el sistema hidropónico en sus cultivos les permite reutilizar el agua, entre otros beneficios que abonan a la calidad de su producto.
“Hidropónico significa que no es con tierra, es todo con agua y con vitaminas y eso, germina la semilla y luego de un tiempo pasan a las tuberías. Eso tiene un ciclo de agua, van creciendo y se recogen. Otra ventaja es el reciclaje de agua, no se está usando agua nueva todos los días, se recicla y reutiliza la misma que ya tiene en el tanque”, acotó en cuanto al proceso cuyo ciclo se completa en mes y medio.
“A pesar de que se tardan, no se nota porque las tenemos programadas a que ya cuando estemos recogiendo una, la próxima está casi y a veces nos sorprenden y crecen más rápido de lo que queremos y al otro día ya tenemos que recogerlas otra vez”, dijo sonriendo.
¿Cuál es la diferencia de esta lechuga?, preguntamos durante un recorrido por “el rancho”.
“En realidad, es el sacrificio y el cariño que le damos a la producción y al cultivo, pero también es la calidad, es una lechuga del país. Nosotros cultivamos la Tropicana, que no es muy común últimamente en los supermercados y se vende bien. Casi todo es orgánico, nada de químicos, todo lo que la lechuga necesita todo es orgánico”, apostó.
No obstante, estas lechugas están comprometidas pues estos guayameses lograron que una cadena de supermercados puertorriqueña se fijara en su producto, pero Taína no descarta ampliar la producción en un futuro cercano.
Para detalles, puede acceder a Agujitas Coop en Facebook. a donde encontrará detalles sobre la cooperativa de costureras y a C&A Tropical Green Corp. para saber dónde conseguir lechugas o cilantrillo cultivados en este sector ubicado en la montaña de la Ciudad Bruja.