Reina la incertidumbre en familias afectadas en la Playa de Ponce
Un líder comunitario manifestó que “aquí cayó el doble de agua que cuando María”.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 2 años.
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Rose Vega Méndez asimiló el daño que hizo el huracán Fiona en su humilde hogar cuando se disponía a botar sus pertenencias, que quedaron inservibles al mojarse con la intensa lluvia y el agua del río que invadió la vivienda ubicada en el sector Salistral de la Playa de Ponce.
En ese momento, la joven madre de 30 años estalló en un profundo llanto porque la experiencia vivida hacía unos días la dejó en estado de shock, pues tuvo que huir hacia la planta baja de su casa con su hijo de cinco años en brazos, por miedo a ser golpeados por las planchas de zinc que salieron volando con el viento huracanado.
Sin embargo, el temor era tanto que no le importó salir del hogar en medio del azote del fenómeno natural, para refugiarse en la casa de sus padres que residen cerca y a donde se encontraba su otra hija de 12 años.
“Estábamos en el área de la cocina. Cuando escuché los ruidos que me di cuenta de lo que estaba pasando. Pensé que todo se iba a volar. Era una brisa tan fuerte que entraba por la ventana de mi cuarto, que todo temblaba, vibraba, era fuerte. Salí en medio de los vientos de huracán porque me asusté, porque como abajo era cemento”, confesó Rose quien es estilista.
Destacó que, la situación comenzó en una casa aledaña a la suya que está marcada como estorbo público y que fue despedazada por los vientos.
“Al haber una casa al lado afectada, cuando el techo voló, afectó parte de mi casa, levantó los zincs, y los míos empezaron a volar. La brisa tumbó el aire acondicionado. Como había un zinc, toda esa brisa, todo ese ruido se sentía bien fuerte en la casa. Ahí fue que bajé corriendo… cogí a mi nene nada más y mi papá nos buscó”, recordó.
Asimismo, agradeció que, en medio del caos, lograron salvar sus vidas. No obstante, todo lo que había en el interior de la casa se dañó.
“Todo estaba mojado, inundado, se me dañaron las camas. Casi todo se me dañó; la nevera, tenía una estufita pequeña, pero estaba mojá. Tuve que botarlo todo, aunque la gente me decía que no lo hiciera. Es que todo ya estaba apestando, tenía moho, los gabinetes estaban llenos de gusanos porque todo ese sucio cayó como que ahí”, lamentó.
“El día que boté todo lloré un montón, porque como que ahí fue que yo capté que: ‘Diantre, tuvimos que botar todo’. Por lo menos, pude sacar una que otra ropita de la gaveta. Ahora mismo estamos durmiendo en casa de mi mamá, pero aquí hay agua, no tenemos luz”, resaltó.
Ahora, Rose requiere la colaboración de la ciudadanía para volver a levantarse.
“Tendré que empezar de nuevo. Yo estaba comprando poco a poco (las cosas) con lo que hacía’, sostuvo mientras mostraba el espacio que había acondicionado para establecer un pequeño salón de belleza.
De acuerdo con el líder comunitario de la Playa de Ponce, Ramón Figueroa Feliciano, la situación que experimentó esta joven madre en su hogar fue producto también de una casa abandonada que ya había sido impactada por el huracán María.
Pero esa no es la única edificación marcada como estorbo público en ese y otros sectores de la comunidad, a donde se cuantificaron 144 estructuras con el mismo problema y que se convierten en amenaza para la seguridad de los residentes.
En un resumen de lo ocurrido en el legendario barrio, Figueroa Feliciano, portavoz de la organización Un Nuevo Amanecer, manifestó que “aquí cayó el doble de agua que cuando María”.
“El sector más afectado siempre ha sido el centro de la Playa a donde el mar tiraba agua hacia adentro y se acumuló mucho. También se afectó el sector Los Meros porque ahí tenemos el río sin canalizar y siempre que llueve, ese río se va a salir. De hecho, se salió dos veces con este huracán y son las zonas más afectadas”, señaló.
Cabe destacar que, el sector Puerto Viejo se inundó por una combinación del mar que hizo estragos y de aguas usadas que invadieron las calles, aumentando la desesperación de los vecinos por la pestilencia que dejaron a su paso.
“Puerto Viejo tiene una situación bien grave y, es que allí, las aguas fluviales se están mezclando con las aguas sanitarias. Cuando llueve esa agua se mezcla y la calle se llena de aguas sanitarias y eso es horrible. Eso hizo que, no solamente la bomba (de extracción) se hiciera insuficiente, sino en sitios que nunca se habían inundado en la Playa, se inundaran”, resaltó.
“Hubo personas que perdieron las cosas de su casa porque el agua entró y le dañó muchas cosas. Muchos de ellos lo perdieron prácticamente todo. Tengo entendido que en la Playa hay entre cuatro a cinco casos de casas que se han perdido completas. Uno de los residentes sigue en el refugio porque su hogar está inhabitable. Otros perdieron techos”, explicó.
Mientras tanto, al otro lado del barrio quedan cuatro casitas de lo que fue el sector Los Potes. Allí reside Adrián Soto Centeno de 59 años, quien regresó hoy a su hogar a donde se enfrentó con el desastre y la pestilencia que le dejó el huracán.
La situación en esta zona es devastadora, pues para llegar hay que brincar entre los árboles y la maleza que quedó en el suelo.
“No me quedé, estaba en casa de la hija mía”, dijo el hombre mientras observada con resignación, el estado en que estaba su hogar.
“Llegué hoy porque no podía pasar pa’ ca. Estaba todo eso tapa’o, los palos se cayeron y tuve que picarlos para llegar aquí y cuando llegué, me encontré con todo esto. Allá dentro eso está que no hay quien respire ahí. Eso está así desde María, un toldo que me dieron y míralo ahí, está roto”, apuntó Adrián, el cual se mantiene a base de chiripas.
“Aquí con Fiona perdí la cama, todito se dañó; la ropa, las colchas, todo eso se dañó porque la brisa se metió por arriba. También se dañó la comida y el gabinete se cayó con la lluvia y se dañó todo”, concluyó.