Raymond Arrieta: ¿cómo nacen mis personajes?
“Crear un personaje no es tarea fácil. Estos nacen de nuestra cultura, de lo que veo en la calle, de alguien –quizás– conocido o de un anónimo que haya llamado mi atención”.

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 13 años.
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Hace unos cuantos añitos nada más, entré a un almacén de ropa y vi esta chaqueta rosa un poco desmadrada. Me resultó muy interesante porque parecía una cortina clásica. Seguí mirando y luego encontré esta otra camisa de etiqueta color rosa tirando para rojo. Tenía unos flecos al frente, un buen lazo de pana color rosa y otro negro.
Yo me pregunté: ¿por qué no combinarlo con unos pantalones desgastados de etiqueta y unos zapatos viejos? Claro, los zapatos debían ser elegantes y puntiagudos, de esos que uno usaría con la etiqueta. Para combinar con esta ropa, yo me peino hacia delante como un pajesito, me pinto un diente de negro y hablo con un poco de dificultad.
Así surgió el personaje de “El Primo”. Les cuento esto porque muchas personas me preguntan a diario cómo es que yo me invento cada personaje. ¿De dónde salieron “El Primo”, “Plinia”, “Florencio”, “Andresito”, “Cayayo”, “Pirulo”, “Wally”, “Héctor Basket Ball” (bueno, ese es obvio)? Son preguntas muy frecuentes de la gente.
Crear un personaje no es tarea fácil. Estos nacen de nuestra cultura, de lo que veo en la calle, de alguien –quizás– conocido o de un anónimo que haya llamado mi atención. Aunque no es tan simple porque para que se convirtieran en personajes –refiriéndome a estos en particular–, tuve que crearles una historia, igual que en la vida misma.
Tú eres quien eres por lo que has vivido. Con el personaje es igual. Ellos también tienen vida propia, muy distinta a la tuya. A veces hasta es un riesgo crearlos pues el personaje puede opacarte a ti y tú convertirte en él.
Les voy a dar un ejemplo, ¡“Plinia”! Ella tiene su historia. Todo comenzó cuando yo tenía una oficina en un edificio alto en Puerto Nuevo. Todos los días, veía a esta viejita que vivía en los bajos de la oficina, con su pelo blanco, su traje floreado y con unas enaguas que se le salían del traje. Era muy simpática, por cierto, con las cosas que hacía. A ella nadie la visitaba, por lo menos nunca vi a nadie entrar a esa casa, pero ella se pasaba mirando por la ventana y cuando yo llegaba ella siempre me decía (con la voz que tiene “Plinia”): “ mira, no me dejes el carro ahí”.
De ahí nace doña “Plinia Palerm”. ¿De dónde sale el nombre? Pues resulta que yo tenía un vecino que se llamaba Plinio y siempre me sonó gracioso (perdona Plinio , sé que me andas buscando por lo del nombre). Como pueden ver, de una historia de alguien que conoces, de algo que ves y te llama la atención, sale un personaje. También tengo personajes que salieron de mi familia y hasta de mí mismo. De ahí es que surgen; de lo vivido, de lo real pero exagerado.
Claro, el éxito del personaje hasta te puede hacer perder la identidad. Por ejemplo, yo soy Raymond, no soy “Plinia”, pero las personas comienzan a decir “viste lo que dijo ‘Plinia’”. No dicen, “viste lo que dijo Raymond vestido de ‘Plinia’”. Cuando esto pasa, en ese preciso momento, es cuando el personaje llega al pueblo, cala en la gente, le cogen cariño y se convierte en parte de ella. Por eso y por mucho más, seguiré trabajando en estos personajes que no le hacen daño a nadie. Solo llevan risa a un pueblo que lo necesita. ¡Bendición!