Juegos de cuarto, muebles, enseres eléctricos, ropa, alimentos, juguetes, carros y hasta animales es parte de la oferta existente en los pulgueros que sobreviven en la Isla.

Al Sur del País, están los de Ponce y Guayanilla, que atraen compradores los fines de semana desde las 5:00 a.m.

En el de Ponce, ubicado hace más de una década en la parte posterior de una cancha en la urbanización Las Monjitas, no impera una jerarquía para los vendedores, sino un equipo de trabajo horizontal que les permite moverse en armonía. 

“Nosotros mismos lo administramos; el primero que llegue ahí se pone, y creo que hay más de 100 vendedores”, expresó Abraham Rivera, un ponceño de 57 años que vende pantallas, collares y pulseras.

“Los compro y los revendo, desde 50 chavos hasta seis pesos. Me ha ido bien, siempre vienen a comprar; es movido, hay días que no, pero otros sí. La gente sigue viniendo porque le damos un buen trato, porque no es lo mismo que en las tiendas, porque aquí nosotros damos rebajas y en las tiendas no”, explicó Rivera.

Para otros, la mejor publicidad, en tiempos de ventas por Internet y el uso de redes sociales para comercializar, es la que se da entre los mismos clientes que los respaldan. 

“La gente siempre viene, pero aquí llega un punto que usted no puede pasar por aquí de tantos carros que hay, como 150 o 200 personas en un día. Es más, ahora hay más gente que antes”, destacó Carlos Príncipe Pérez, un trabajador de la construcción que se distrae vendiendo “lo que saco de los trabajos; rejas, fregaderos, lámparas”.

Para Haynet Munet y su esposo, el pulguero ha apaciguado la situación económica que viven desde que quedaron desempleados. Allí venden empanadillas, hallacas, alcapurrias, bacalaítos y café.

“Nosotros llegamos aquí hace como cuatro años al quedarnos desempleados, porque esto es como emprender. La aceptación, gracias a Dios, es excelente, llegamos a la 5:00 a.m. y nos vamos al mediodía todos los sábados”, manifestó Munet, de 35 años.

Mientras, el pulguero de Guayanilla ubicado en el Complejo Deportivo, está más estructurado, ya que cuentan con una administradora y rentan sus espacios. La gente lo visita domingos de 5:00 a.m. a 5:00 p.m.

El pescador guaniqueño Michael Gutiérrez aseguró que ha hecho buenas ventas desde que decidió unirse a la oferta del pulguero. Pero a la vez, lamentó que muchos vendedores decidieran irse a otros lugares.

“El movimiento es diferente, mucha gente se fue (vendedores), pero ahora está llegando gente nueva. No es mucho, porque mucha gente viene a buscar y no encuentra”, sostuvo Gutiérrez, que confecciona empanadillas con la pesca del día.

En otro escenario, está Luz Calderón Martínez sumergida en un estante de ropa. Estaba de compras al aire libre en lo que antes era una estación de gasolina en el casco urbano de Ceiba. Allí vendedores ambulantes establecieron un improvisado “pulguero”. 

“Todos los sábados casi siempre estoy aquí”, aseguró la mujer que consigue detergentes y “ropita que a veces están hasta con el ticket”. 

“Esta gente está trabajando, ganándose sus chavitos, ¿entiendes?”, reiteró.

Opiniones diversas

También en Ceiba estaba Judith Montero, una vendedora habitual en ese espacio desde hace algunos años y quien asegura que la cosa “esta fría”, refiriéndose a las ventas. 

Sin embargo, a pasos de Judith estaba el espacio de Lenda Pagán, quien mostraba varios productos de cocina, juguetes y algunos enseres pequeños. Para ella, las cosas no han estado tan “frías” como para su vecina de puesto.

“Pues sí, fíjate, han aumentado mucho (las ventas). La gente se ha dado cuenta que lo que para otros no les funciona, para ellos sí y siempre buscan esos artículos económicos, pero buenos. La economía es la que los mueve”, detalló Pagán.

En otra zona de Ceiba, se ubica Eligio Jiménez, quien junto a uno de sus nietos, vende “conejos gigantes”.

“Los vendo a 10 pesitos nada más, no se le saco nada (de ganancia), pero después que los reciban con gusto, conmigo está bien, porque a mí me encantan los conejos”, dijo.

Al lado estaba el matrimonio de Javier Aponte y Yolanda Rodríguez, junto a su nieto, Adrián Javier Ortega, quienes tenían bromelias para la venta. Con esto, la familia entiende que “aprovechamos para reinventarnos”.

“Se ve movimiento. Entiendo que la gente ha creado más conciencia y están más interesados en patrocinar lo de aquí y apoyar al vendedor ambulante. He visto más movimiento, más interés”, comentó Aponte.

En Las Piedras, en la PR-183, hay otro pulguero.

Uno de los comerciantes es Neftalí Soto, artesano que desde hace siete años vende sus mesas y trabajos hechos con troncos de caoba, además de algunos güimos. El hombre asegura que el movimiento en ese mercado de pulgas ha aumentado.

“Sí, ha venido más gente. Empezamos con menos y ya no caben las personas. He visto más comerciantes. Hay mucha necesidad en el pueblo”, dijo Soto, quien paga $3 por el espacio donde ubica su vehículo y su mesita.

Mientras que para José Rivera, quien tiene un quiosco de ropa, gorras y correas, el movimiento en el pulguero no ha variado, aunque asegura que son muchos los vendedores que exponen sus productos en ese mercado.

“Llevo como un año y se ha mantenido igual. El mejor día es el sábado y hay gente (comerciantes) que llegan tarde y no consiguen espacios vacíos, pero normalmente son aquellos que no tienen un sitio fijo. El domingo también abre, pero muy poco ‘carpero’ viene ese día. El que invierte y compra para vender se queda más tiempo. Yo diría que hay entre 15 y 30 personas que invertimos y hay como 140 carpas en total”, indicó Rivera.

En la PR-115 está el pulguero de Aguada o de Tablonal. 

“Este es de los pulgueros originales, porque aquí es donde se venden cosas antiguas y cosas de segundo uso. Ya hay otros pulgueros que se han diversificado y ponen cosas nuevas, aquí no. Para cosas nuevas, voy a los centros comerciales”, comentó Luis René Ruiz García, quien lleva cinco años montando su timbiriche en ese lugar.

José González es otro de los negociantes y lleva ocho meses vendiendo cangrejos allí. Asegura que, a pesar de la difícil situación económica, siempre encuentra clientela.

“A mí me ha sorprendido porque la gente no ha dejado de venir. Yo pensaba que después del huracán María, la gente se iba a aguantar y también porque han abierto otros pulgueros, pero siempre se llena los sábados”, destacó González.

Al Pulguero AA en la PR-1 de Caguas llegó Luz M. Concepción, de Comerío, a buscar entre los improvisados escaparates lazos para su nieta. Y aunque recorre la Isla de pulguero en pulguero detrás de ellos y de otros materiales, el que más frecuenta es el de Toa Baja. 

Sin embargo, aseguró que ya no es como antes. Dice que se ha perdido el interés por un comercio en el que encuentras de todo, nuevo o usado, por un precio menor y en ocasiones hasta sin el Impuesto sobre Ventas y Uso (IVU).

“Se ha caído. Hace más de 10 años venía mucho pero ya no es como antes, no hay organización”, sostuvo.

En tanto, el economista Juan Luis Pérez Colón, quien administra cuatro locales en el pulguero, lamentó que este tipo de negocio no se haya podido desarrollar. Para remediarlo propone la unión de los comerciantes y la ayuda de la asamblea legislativa y el Departamento de Hacienda.