En los 16 años de carrera como integrante del cuerpo policial en la capital federal Washington, D.C., el puertorriqueño Eldred Boria ha estado presente en distintas escenas en las que se está desarrollando un fuego. 

Sin embargo, nunca había tenido que dar un paso frente a las llamas.

El momento llegó el pasado jueves, cuando en la patrulla en la que viajaba junto a su colega dominicano Álex Cepeda entró una llamada solicitando que investigaran sobre el grito de una persona en una residencia que comenzaba a arder en fuego.

Boria tardó unos seis minutos en llegar al lugar. 

Ambos policías lograron abrir el “screen” o tela metálica y, por suerte, la puerta de entrada estaba abierta, logrando rápido acceso a la residencia que, según se aprecia en una reseña del periódico Washington Post, es de dos niveles.

“Estaba todo lleno de humo, se veía la llama. Entramos, pero el humo era tan fuerte que tuvimos que salir”, relató ayer por vía telefónica el expolicía en Puerto Rico.

Boria y su compañero le pidieron a un par de vecinos que les brindaran sus camisas para ellos protegerse el rostro y no inhalar tanto humo, y así volvieron a entrar.

“Oíamos a la persona, pero no sabíamos dónde estaba”, compartió. 

Afortunadamente, la víctima del incendio -que aun se investiga si fue accidental o malicioso- se encontraba hacia el lado izquierdo de la casa y el humo era mayor del lado derecho, por lo que lograron llegar y rescatarlo.

Se trató de un hombre de unos 90 años, quien gritaba desde un asiento del que no pudo moverse por cuenta propia.

Boria desconoce si el hombre tenía alguna limitación física, o si la inmovilidad correspondió a la fragilidad natural de la avanzada edad.

“He ido a unas cuantas escenas, pero nunca había tenido que entrar, porque mayormente los bomberos llegan primero”, relató el policía, quien reside en la capital estadounidense junto a su esposa, quien es natural de Naguabo, y tres hijos.

Aunque fue la primera experiencia entrando de cerca un incendio, Boria comentó que nunca dudó en cumplir con la obligación de salvar al anciano, que hasta el sábado permanecía recluido en un hospital en condición estable.

 “Para mí es una satisfacción poder salvar una vida. Basta con el sentimiento que uno siente en el corazón de haber ayudado a alguien. Para eso estamos, para ayudar”, sostuvo el fajardeño.