La botella de pitorro, un ron cuya elaboración está prohibida en Puerto Rico, no falta en las fiestas navideñas aun cuando el alambique del que procede sea todo un misterio.

La clandestina bebida se continúa elaborando y vendiendo en Puerto Rico luego que fracasaran los esfuerzos para declararla artesanal y permitir su elaboración.

José Manuel González Cruz, quien realizó una tesis sobre la evolución, elaboración y actividad económica clandestina del pitorro, aseguró que la producción de esta bebida, la que insistió en llamar artesanal e ilegal, vive un repunte. 

“La destilación clandestina en Puerto Rico vive un segundo momento de popularidad”, dijo sobre los resultados de su tesis “¡Sacando caña! Resistencia y ron clandestino en la Isla de Puerto Rico”.

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Durante el siglo pasado la elaboración del ron clandestino, la que estuvo ligada a la industria de la caña de azúcar, tuvo gran auge. Perseguía y encarcelaba a toda persona que tuviera un alambique o se dedicara a la proliferación de esta bebida. 

Los esfuerzos punitivos no lograron eliminar la producción del pitorro y monte adentro o en medio de los mangles costeros se levantaban los alambiques. 

La tradición pasó de generación en generación. Los métodos de elaboración se fueron sofisticando. 

“Estamos en un momento en que la técnica de destilación de rones clandestino está mejor que nunca”, subrayó el estudiante de doctorado de la Universidad de Brasilia, quien visitó más de media docena de alambiques como parte de su investigación. 

La destilación del ron clandestino, destacó, “es un oficio que, aunque ilegal, perseguido y estigmatizado, pero al que muchas personas recurren para complementar los ingresos familiares”. 

La cantidad de personas que se dedican a esta faena no se atrevió a precisarla. Tampoco rechazó que haya más de mil personas en esta clandestina elaboración. 

Lo que aseguró fue que el pitorro se destila tanto en el monte como en la urbanización. Destacó que hay apartamentos en Nueva York donde puertorriqueños destilan ron clandestino.

Los destiladores de ron clandestino, subrayó, “han evolucionado, se han adaptado y han innovado en este oficio” porque su producto tiene demanda. 

Empero, ese oficio atraviesa dificultades. Uno de los inconvenientes de estos obreros del ron cañita, así también llaman al pitorro por su relación con la caña de azúcar,  es la obtención de su materia primara. 

La melaza que antes conseguían en las centrales azucareras locales ahora llega de la República Dominicana. El carbón y el azúcar también les llegan del vecino país.

A nivel local, adquieren la melaza en los centros agropecuarios. Allí la venden para alimentar animales. Pero la pureza de ese producto no la misma que cuando se producía aquí, explicó Gonzalez Cruz antes de señalar que ahora la melaza llega con mayor cantidad de agua, lo que obliga a estos destiladores a utilizar más azúcar.

Un galón de pitorro puro, esto antes de que lo sometan al llamado “proceso de curación”, se vende en aproximadamente $30, según los entrevistados para la tesis. 

El destilador usualmente no es el que “curan el pitorro”, como llaman el proceso en que le agregan frutas y otros productos, en algunos casos carnes, que le cambian el sabor a la bebida.

Mitos de su elaboración 

La investigación también concluyó que, aunque en la actualidad el ron clandestino no es tan perseguido por las autoridades, como en el siglo pasado, aún permanece el discurso de que las medidas de higiene para su elaboración son mínimas.

Uno de los mitos que se le atribuía al ron clandestino es que era mezclado con desechos no comestible, algo que destiladores desmintieron. 

González Cruz señaló que esos mitos se lo atribuyen a la competencia que esta  producción representaba para la industria del ron legal. 

“Es una bebida sin marca, no tiene logo, no tiene publicidad, no tiene nada. Es algo que destruye el monopolio del ron, destruye la hegemonía de las marcas”, dijo antes de señalar las objeciones que este oficio ha tenido para que se legalice la venta de esta bebida como un producto artesanal.