Aunque Gabriel padece una condición que lo limita al punto que no puede caminar ni moverse libremente o tan siquiera expresarse con palabras, eso no significa que no tenga sueños y la determinación para intentar conseguirlos.

Así que con la ayuda de su mamá, su abuela y su dedicada maestra de educación especial, Gaby, como le llaman ellas cariñosamente, se ingenió la forma de crear un negocio que, aunque está apenas comenzando, aspira a que se convierta en una fuente de ingresos, no solo para poder lograr ese sueño de visitar Disney World, sino para poder ayudar a su familia.

Gaby, junto a su madre Katherine Declet, vende sus creaciones para costearse un viaje a Disney World.
Gaby, junto a su madre Katherine Declet, vende sus creaciones para costearse un viaje a Disney World. (teresa.canino@gfrmedia.com)

Gaby tiene 19 años y vive en las lomas en la colindancia de San Lorenzo y Juncos, y padece de perlesía cerebral con espasticidad, según explicó su mamá Katherine. “El daño que él tuvo fue en el lado derecho del cerebro, pero se refleja al otro lado (del cuerpo), por eso ven está manita así (la mano izquierda, sin mover) porque él la trata de ignorar siempre”.

“Desde que nació, que me dijeron el diagnóstico, el neurólogo me dijo que el daño que vio fue el motor. Al ser motor, pues él no habla, no camina, y al principio tenía problemas de control de tronco, de la cabeza. Y para que mejore depende de las terapias”, continuó relatando su mamá.

Gaby ha estado recibiendo terapias “desde que tenía meses”, y ha pasado periodos de complicaciones por convulsiones y problemas digestivos, pero los ha podido superar y ahora, “aparte de su condición, él está bastante bien de salud”.

Pese a esas limitaciones y problemas de salud, Gaby ha tomado clases y “él aprende, reconoce, y entiende todo. Y nos tratamos de comunicar lo más que puede con señales, con una mano”.

“Hacemos preguntas que él conteste ‘sí' o ‘no’, o si él quiere algo, pues me señala”, continúa explicando Katherine, mientras Gaby desde su silla sigue con atención la conversación.

“Lo ven así y es normal que crean que él no entiende, que quizás no hace, que no sabe, pero este chico todos los días sorprende a uno”, asegura su mamá, agregando que Gaby “maneja su tableta” y hasta se las ingenia para hacer bromas.

Esa capacidad de Gaby no pasó desapercibida para la maestra del programa de educación especial a domicilio Iris Z. Díaz Viera, quien a pesar de las innumerables limitaciones que enfrentan los educadores se las ingenia para sacar adelante proyectos de sus siete estudiantes con impedimentos severos, muchas veces usando sus propios fondos y recursos.

Contó que la idea del negocio de Gaby surgió en 2018, luego del golpe de los huracanes Irma y María, con una iniciativa del Departamento de Educación para que cada escuela tuviera un proyecto innovador, y su escuela sede escogió el tema general “De Puerto Rico para el mundo”, y cada estudiante tenía que hacer una presentación, un escrito, algo que sus estudiantes del programa de educación especial no podían hacer, por lo que se dio a la tarea de que se expresaran a través del arte.

Gaby ha desarrollado un estrecho vínculo con su maestra de educación especial, Iris Díaz Viera, quien lo incentivó a desarrollarse en la pintura.
Gaby ha desarrollado un estrecho vínculo con su maestra de educación especial, Iris Díaz Viera, quien lo incentivó a desarrollarse en la pintura. (teresa.canino@gfrmedia.com)

Como tenía que costear las obras de sus siete estudiantes, buscó ayuda de un ebanista para que le ayudara con pedazos sobrantes de PVC (para los marcos), y “por diferentes lugares” consiguió “crayolas que ya no servían”. Así comenzaron a crear obras de arte.

“Le decía a Gaby que no era meramente que teníamos que hacer un dibujo, sino que teníamos que pensar. Y cuando empezamos a adquirir conocimientos, los estudiantes con impedimentos severos, en esta condición, como maestra le voy a estar presentando las destrezas de acuerdo a los estándares del grado de él”, explicó Díaz.

Al comenzar el proyecto, Gaby, que cursa ahora en el nivel de educación especial para adultos, estaba aún en el currículo de octavo grado, y como parte de las clases de ciencias trabajó además la solidificación, el derretimiento y la transferencia de calor a través de la crayola. Y como parte de la clase de matemática, comenzó a tratar temas de presupuesto, sueños, empresarismo, intereses, “y Gaby siempre señalaba que quería viajar, en un avioncito”.

Al cierre del año escolar, Díaz invitó a todos los padres de sus estudiantes a la actividad de cierre en la comunidad. Luego de presentaciones, bailes, llegó el momento de las obras de sus estudiantes, “y le di este toque que impactó a toda la comunidad, que fue que cada uno de ellos iba a subastar su pieza de arte en la comunidad”.

Relató que, “comenzamos hablando de quién daba $2, $3, y las personas seguían. Y Gaby, cuando ya iba por $10, que la maestra lo iba a vender, dijo que no, que ese no era el precio. Y como el artista le coloca el precio a la obra, y mamá incluso le decía que no”.

“Es que yo llevé $10, no llevé más, no tenía más nada”, interrumpió Katherine. “Y yo me lo quería llevar, obvio, porque es la primera obra que él hizo. Pero mi amiga, que quería también el mismo cuadro, me lo peleó y me lo quitó. Se llevó la subasta, se vendió en $15. Yo no tenía cinco pesos más”.

Con los $15 de la subasta, “(Gaby) hizo que mamá y abuelita fueran a comprarme un regalo a mí, una tacita con una florecita”, recordó la maestra, con evidente emoción, mientras Gaby le señalaba a manera de confirmar lo que se hablaba.

En aquel momento, ya Gaby tenía el sueño de viajar, que no se ha podido concretar.

Poco después ocurrieron los terremotos, algo que causó una profunda impresión en Katherine, una madre soltera que se ocupa también de otro hijo mayor, con la ayuda su mamá (María, la abuela de Gaby) y los ingresos de su trabajo de servicios profesionales como terapista, tratando siempre de que Gaby sea “lo más independiente posible, normal en su condición, y que disfrute la vida lo más que pueda”.

“Eso a mí me frustró mucho, me frustró mucho. En el primer terremoto me paralicé. Y en el segundo temblor me frustré tanto que lo que se me ocurrió fue coger al muchachito tirarlo pa’l lado, coger el matress y tirarlo encima de mami y de él. Después de ese suceso no quiero saber cómo están la gente que perdió la casa... me frustró porque si esto pasa otra vez, no hay quien me diga debajo de una mesa... nosotros los padres que tenemos nenes impedidos así, lamentablemente, lo que nos dice es morir, esa es la palabra, no podemos hacer más nada”, explicó Katherine.

Ante ese grado de frustración, que incluso la llevó a estar una semana sin salir de la casa para no dejar a su madre sola, los ahorros que tenía para para poder hacer ese viaje a Disney los usó para, al menos, montarlo en un helicóptero en su cumpleaños.

“Me asusté mucho y como no lo había podido llevar a lo que él quería todavía, a Disney, en un avión, me frustré tanto que su cumpleaños se lo hice, aunque sea en un helicóptero, que viajara. Y después, cuando se pueda, pues se va a hacer”, comentó.

Y como nadie ha renunciado al sueño de Gaby, como parte de sus clases de educación especial adulto, que incluye vida independiente, destrezas vocacionales, y “tener dinero para poder ayudar a mamá y poder irnos en el avión”, Díaz le aseguró que “aunque las personas no lo crean, vamos a tener un pequeño negocio, donde tú vas a crear tus obras de arte y las vamos a vender”.

Gaby se dio entonces a la tarea de crear sus obras de arte. Katherine resaltó que, aunque como es de esperarse Gaby necesita asistencia para hacer sus obras, es él quien elige colores y usa el blower para secar y demás.

“Él se concentra muchísimo. Le encanta trabajar. Él sigue las instrucciones, pero él está bien concentrado. Y le encanta entregarlos para ver la respuesta de las personas”, sostuvo Katherine.

Al mismo tiempo, explicó la comprometida maestra, “entre Gaby y yo, estos últimos días de clases, trabajamos un presupuesto, buscamos en internet las diferentes aerolíneas, los pasajes. Le pregunté con quién quería irse y dice su abuelita. Pero su abuelita necesita que su mamá esté, porque no puede cargarlo, él pesa bastante”.

La maestra comentó que los cuadros se venden a $15, que fue el precio que logró en aquella primera subasta. Por ahora, se consiguen a través de las páginas en Facebook de ella y de Katerine, facebook.com/kdeclet1 y facebook.com/iris.z.viera. También pueden adquirir un boleto para la rifa de un cuadro más grande de Gaby, por $3, “y ese dinero se está guardando para pasajes y sus gastos de ese viaje”.

Pero la idea del negocio, detallaron, va más allá de esa meta a corto plazo del viaje. Ya comenzaron las gestiones “para sacarle el certificado de artesano” y pueda participar en ferias, tener el registro de comerciante, contar con su propia página virtual.

“Lo que queremos es abrirles puertas a otros niños con impedimentos. La meta final es motivar a otros padres, a otros niños, que lo vean más allá, e incluso hacer una exhibición a nivel de todo Puerto Rico”, afirmó Díaz, secundada por Katherine y respaldada por la señal de aceptación de Gaby.