Perritos de terapia dejan sus huellas de alegría
Las visitas de Puerto Rico Therapy Dogs a diversos lugares, como un hogar de adultos mayores, ejemplifica la felicidad y el beneficio que imparten estos canes de terapia.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 6 meses.
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Lo que hubiese podido ser otro día más de aletargada rutina para los residentes del hogar de adultos mayores Sunrise Senior Center, en Hato Rey, se convirtió en una mañana de emoción y distracción gracias a tres perritos de terapia que arribaron allí.
No hicieron más que llegar y desataron la alegría de la mayoría de las personas, tanto residentes como el personal que los atiende.
“¡Ay, los perritos! ¡Qué lindos! Esto es una chulería. Mira que cosita más bonita. ¡Ay, mira qué carita, mira como me mira! ¡Ave María santísima, que belleza!”, eran algunas de las expresiones que se escuchaban mientras las abuelitas y abuelitos tenían la oportunidad de cargar en brazos o dejar que se sentaran en su falda, o en su cama a Rosie, que iba de la mano de la estudiante Carolina Hormaza; Tilly, que iba junto a María A. Peña Signo; o Kal-El, que iba con el doctor Iván Santiago Luhring.
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La visita es parte de las que realiza el grupo de Puerto Rico Therapy Dogs, que dirige el doctor Santiago, y que lleva esa gratificante alegría canina a lugares como hospitales, hogares de adultos mayores y de niños, el aeropuerto, universidades y cárceles, entre otros.
Diferencia entre un perro de terapia y de servicio
El perro de terapia, explicó el doctor Santiago, “es un perro que, gracias a su temperamento, y unas pruebas que se le hacen, que tiene que pasar, pues se certifica como perro de terapia, para poder brindar cariño a otras personas, que lo soben, lo acaricien, y poder visitar entonces instituciones de salud, hogares de adultos mayores, etcétera”.
Santiago, quien lleva más de 15 años trabajando con perros de terapia, aclaró que se trata de canes diferentes a un perro de servicio, que es aquel “que está entrenado para darle servicio a su manejador, a su dueño como tal, por alguna condición médica que tenga”.
Ese perro de servicio, detalló, no se puede tocar, a diferencia del perro de terapia, que “es para que lo toque todo el mundo, para llevarle alegría a todo el mundo”.
“El perro de servicio es para su dueño solamente. Si uno lo toca, pues lo distrae y entonces no va a estar pendiente a la condición médica que tenga su dueño. Por eso a menudo tiene el chaleco que dice ‘do not pet me’ (no me toque), para que la persona sepa. Por eso se debe siempre preguntar si se puede sobar al perro, si se puede tocar al perro”, sostuvo.
La preparación
Como es de esperarse, también es muy diferente el entrenamiento de un perro de terapia y uno de servicio.
“El perro de terapia, si recibe entrenamiento, es un entrenamiento básico, o sea, que se comporte, se siente, se quede tranquilo, camine al lado de la persona, etcétera. Ya el perro de servicio es un entrenamiento específico para la condición de la persona; si es diabético, si es epiléptico, si es por PTSD (desorden de estrés postraumático), etcétera, tiene cada cual un entrenamiento diferente. Ese entrenamiento lo puede hacer la persona como tal, o un entrenador en específico”, explicó.
Y si se trata de perros de servicio para persona ciegas, “es un entrenamiento bien estricto. Ese toma buen tiempo y desde bebé (cachorro) ya tienen que estar preparando al perro”.
En el caso de los perros de servicio, además, “el tipo de perro depende de la condición de la persona, porque, por ejemplo, una persona que necesite balance, no puede tener un perro de servicio chiquito, necesita un perro grande; condiciones como epilepsia, necesita un perro que sea bien apegado a la persona, para que pueda captar los cambios como tal en la persona”.
“El perro de terapia, pues es todo lo contrario. No importa la condición, es compartir y llevarle un ratico de alegría, que se distraigan, que se sientan, por ejemplo, si es un hospital, se sientan en un ambiente más familiar, no se sientan en una habitación de cuatro paredes frías”, abundó.
De hecho, el perro de terapia ni siquiera es obligatorio que tenga entrenamiento. No obstante, sí tiene que pasar unas pruebas de temperamento, “ver cómo reacciona en unas situaciones que se le presentan. Si hay debilidades, pues sí se le puede recomendar entrenamiento, pero es un entrenamiento básico”.
Siendo el temperamento algo esencial para un perro de terapia, el doctor abundó que, lo que se busca ahí es “primero que sea sociable, que le guste que lo soben, porque va a estar trabajando, y si no le gusta, no se debe de obligar”.
Como parte de esas pruebas, “se le halan las orejas, la cola, las patas. No es que la gente vaya a estar halando, pero puede ser que un niño sin querer, o algún adulto mayor con un movimiento involuntario pues pueda halarle la oreja, pues tenemos que estar seguros que el perro no vaya a reaccionar y haya un accidente”.
Asimismo, “se le adiestra haciendo ruido con sillas de ruedas, andadores, entre otro equipo, para que el perro esté preparado para los diferentes escenarios en que va a estar presentado”.
Luego de exámenes iniciales, el can tiene tres visitas de prueba en alguna de las instituciones o centros a visitar y, si todo resulta satisfactorio, recibe su certificación “a través de Estados Unidos, del Alliance of Therapy Dogs, y al año se renueva. Todos los años hay que renovarla”.
Como parte de la renovación, se pide constancia de las visitas que hace, “o sea, no es que se certificó de terapia y vino e hizo una visita al año. No. Tiene que mantener una constancia de mínimo una visita cada tres meses, para poder garantizar ese temperamento, de que se acostumbre, no vaya a tener miedo o algo así”.
Explicó que esa renovación anual también responde a que perro puede perder ese temperamento deseado para un can de terapia por diferentes circunstancias, como edad avanzada, alguna enfermedad, algún trauma que de momento le surja por algún susto u otra situación que sufra, entre otras.
Por otro lado, para ser perro de terapia, no importa raza ni tamaño.
“Lo importante es que pase las pruebas y que tenga más de un año de edad. Pero puede ser cualquier tamaño. Hay personas que le gustan los perros grandes, a otros son los perros chiquitos, de todo. Nosotros tenemos English Mastiff que pesan 180 libras, son grandísimos, igual que hay Chihuahuas, no tantos, pero también hay chihuahuitas o yorkies (Yorkshire Terrier), mini yorkies que son bien chiquiticos. Ha habido Pitbulls también, con eso no hay problemas. Y satitos también, obviamente. Lo importante es pasar la prueba”.
No es necesario que el perro esté esterilizado, aunque si es hembra, durante su periodo, o si está embarazada, no puede hacer visitas.
Más allá de los perros
Aunque el perro es el animal favorito para ofrecer terapia, no es el único. También hay algunos gatos de terapia, aunque no es común. Y de igual forma se ofrece con caballos y delfines, aunque en esos casos, ya sea por el tamaño de los primeros, o por el hábitat de los segundos, lo común es que la persona acuda al lugar donde está el animal.
Con respecto a quién se puede beneficiar de la terapia perruna, lo usual es que se le pregunte primero directamente a la persona, o a quien está a cargo de ella, si quiere disfrutar del cariño del perro.
En algunos lugares, como el aeropuerto o la universidad, asegura que “a todo el mundo le fascina y hacen fila para tocar a los perros”.
El beneficio de esta terapia, tal como demostraron con creces Rosie, Tilly y Kal-El en su visita a las abuelitas y abuelitos es, “como siempre digo, poder compartir con otras personas esos mismos beneficios que tenemos en nuestras casas con ellos. Son muchísimos, entre compañía, sentido de importancia… Por ejemplo, los presos ven que alguien que no los conoce está llevando a su perro para dedicarles tiempo, pues les da un sentido de importancia. También traen distracción, relajación, sacar la ansiedad. En salud mental, aparte del sentido de importancia, es también para calmar ansiedad, relajación. El hecho de solamente sobar al perro, ya te va calmando”.
Esos beneficios están más que probados. Por ejemplo, uno de los perros de Santiago “participa con el Sistema de Justicia, con menores víctimas de abusos. El perro está con el menor desde que le hacen la evaluación y todo ese proceso que conlleva sicólogos, entrevista forense, entrevista con fiscalía”, e incluso si el caso llega al tribunal. Ha sido tan efectivo, que el doctor asegura que ha permitido hacer en horas entrevistas que habrían podido tomar varios días, además de ofrecer la seguridad para más de un menor accediera a ir a juicio porque el perro iba a estar allí con él.
Actualmente, el grupo cuenta con más de 20 perros ofreciendo terapia, incluyendo a un grandulón de la raza English Mastiff, y un mini yorkie, “una miniatura que le pintan el pelo de chinita arriba y a todo el mundo le fascina verlo con su pelito chinita”.
Siempre va a las visitas acompañado de su dueño, que sabe “lo que le gusta al perro, si necesita salir, o está muy estresado, o porque tiene que ir a hacer sus necesidades”. Los participantes “son voluntarios, personas que son ‘pet lovers’ y quieren compartir con otras personas” esta experiencia que es “bien gratificante”.
El doctor, que dejó su profesión de dentista para dedicarse a esta labor, lanzó una exhortación a posibles futuros participantes de esta iniciativa de “dejar huellas de alegría”, asegurando que “necesitamos más gente con sus perros”, pues actualmente “estamos, básicamente, los siete días de la semana, y con hospitales e instituciones en lista de espera porque no damos abasto”.
Si usted cree que su perro tiene el temperamento adecuado y quiere unirse a este equipo de embajadores de felicidad, y el can tiene más de un año de edad y más de seis meses viviendo con usted, puede buscar la página de Puerto Rico Therapy Dogs en Facebook y escribir por el inbox, o escribir al doctor Santiago al correo electrónico istgoluh@hotmail.com, y le envían todos los requisitos y documentos necesarios para buscar la certificación de perro de terapia.