Novedoso jardín en un techo para enseñar estudiantes de educación especial
Bryan Rivera Medina, el maestro detrás de la iniciativa en una escuela de Naranjito, acaba de recibir un importante reconocimiento internacional.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 1 año.
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Lo que sería un aburrido y común techo que durante el día se cocina bajo el candente sol, se ha convertido en un vibrante espacio de aprendizaje en el que un grupo de estudiantes de educación especial crean, aprenden, socializan, se comunican y de paso también se divierten.
Se trata del jardín sensorial que, como parte del proyecto “Make Sense” han creado estudiantes con diversidad funcional en la escuela Francisco Morales Rivera, en Naranjito, bajo la tutela del profesor Bryan M. Rivera Medina.
Este proyecto “nace por la necesidad de nuestros estudiantes de tener un espacio donde ellos puedan discurrir, teniendo en cuenta que es un espacio que les va a beneficiar”, explicó Bryan, un maestro de educación especial desde hace 11 años, que trabaja en el sistema del Departamento de Educación para el Programa de Vida Independiente, o lo que se conoce también como Ruta 3 autismo, y que acaba de recibir un importante reconocimiento internacional.
Poco antes de la entrevista, este diario fue testigo de la alegría que reinaba entre el grupo de estudiantes cuando están en el jardín sensorial, un espacio creado por ellos mismo, con murales pintados por ellos y donde ya comienzan a crecer diversas plantas, con diferentes texturas y aromas. Allí, todo el grupo, que incluye estudiantes “bajo la condición o la categoría de autismo, Síndrome de Down e impedimento intelectual”, participaba de alguna forma, ya fuera sembrando, regando, adornando o asistiendo.
“En este caso, obviamente, mi programa se ajusta a lo que son destrezas de vida y lo que es empleo. Y en ese sentido, canalizo todas las lecciones que desarrollo precisamente para que tengan una vida independiente, tengan plena ciudadanía, y asimismo tengan las destrezas de empleo que los ubique precisamente en un contexto laboral, o lo que conocemos como emprendimiento inclusivo”, sostuvo.
Explicó que el jardín sensorial persigue crear “un espacio de convergencia social” para los estudiantes, donde, “bajo la condición o la necesidad que tengan de integración sensorial, puedan apelar a sus sentidos muchas experiencias”.
“Por ejemplo, tenemos plantas que tienen diferentes texturas y diferentes colores. Tenemos artículos sensoriales, como bolas sensoriales, antiestrés. Hay mucha textura, que apela obviamente a todos los sentidos. Hay olores, hay muchas fragancias, aceites esenciales en las actividades que envuelven agua. Hay conos que tienen una fragancia a canela”, enumeró.
Agregó que muchos de sus estudiantes tienen lo que se conoce como “dieta sensorial” que lo que hace es “exponer al estudiante a unas experiencias que apelan a los diferentes sentidos, ya sea el vestibular, propioceptivo, visual, táctil, donde un poco, a través de ese contacto, se convierte en un tratamiento, donde ellos reciben información de diferentes texturas y dinámicas que integran sus sentidos y procesan de una manera más adecuada el mundo que les rodea, y les crea más sentido”.
Indicó que no se trata de algo que simplemente ocurre en el vacío. Por el contrario, sostuvo, “es algo que se extiende de su currículo” y que, además de enriquecerlo con esas experiencias que se convierten en un tratamiento sensorial, también “les crea una ecoconsciencia en lo que conocemos como el cambio climático”.
“Y entonces se convierte en una acción climática, donde ellos no solamente hacen un jardín sensorial, sino que también crean un techo verde. Y el techo verde lo que provoca es que bajan las temperaturas de lo que cubre un poco, y en este caso es nuestra escuela, es su salón de clases, son las oficinas escolares”, añadió.
Bryan agregó que, en este proyecto, “ellos (los y las estudiantes) son los protagonistas de la creación, porque no es lo mismo que yo, como adulto o como maestro, desarrolle el proyecto y entonces los acople a ellos dentro del espacio. No, aquí ellos son los protagonistas, paso a paso. Y es un poco ese proceso de darles pertinencia a nuestros estudiantes bajo la creación de un espacio que le crea beneficio a ellos”.
“Yo soy un guía, por decirlo de alguna manera. Yo creo el análisis de tarea, donde ellos saben el paso a paso que tienen que ejecutar, se les dan los materiales, y ellos son los que se apoderan del proceso. Ellos son los que desarrollan el ambiente y el entorno adecuado para ellos mismos”, comentó.
El proyecto, además, ha tenido una acogida “bien positiva” en el resto de la escuela. Según explicó Bryan, “nos da la oportunidad de hacer integración con pares más capaces. Y a través de esa estrategia de par más capaz, puedo también crear comunidad educativa que venga en beneficio del proyecto y de que ellos ejecuten”.
“En el caso de nuestros estudiantes, que están en Ruta 3, son estudiantes que están un poco más comprometidos a nivel académico, y se hace esta estrategia de par más capaz, o par capaz, donde un par, o un estudiante de su misma edad o aproximada, guía también el proceso y le da retroalimentación para que el estudiante que quizás es de bajo funcionamiento lleve a cabo lo que tiene que ejecutar”, explicó.
“Y es algo fantástico. La dinámica en el jardín se ha dado tan natural y tan orgánica que nos ha impresionado a todos. Porque, obviamente, ellos tienden a copiar lo que hace este par que les está guiando. Y en ese sentido, ha sido de mucho provecho, porque incidentalmente trabajamos otras destrezas, de comunicación socializada, de colaboración”, agregó.
De manera similar, el jardín sensorial ha tenido gran acogida entre los progenitores de los estudiantes, que “son parte de nuestro equipo, juegan para el equipo, y eso es bien importante”.
Bryan aseguró que madres y padres tienen la información de cuál es el propósito del proyecto y lo que significa para sus hijos, y se convierten en parte del mismo, “porque ven en casa que se ha reflejado y se ha proyectado, que están los estudiantes más motivados, están verbalizando mucho más, están regulando su conducta. Y es un avance no solamente en la escuela, sino que se generaliza en el hogar”.
Todavía más. A través del proyecto “hay un proceso de autodeterminación, hay un proceso de exploración de intereses y de fortalezas”, que ha llevado a “uno de nuestros estudiantes quiere tener su negocio de crear jardines para hogares”.
“Entonces también se convierte en una exploración de carrera para muchos estudiantes. Ya el hecho de que con esta actividad ellos hayan explorado y hayan identificado su interés para tener un trabajo o un negocio, es algo fantástico”, afirmó.
El joven maestro indicó que la Escuela Francisco Morales lleva a cabo un proceso de validación del proyecto, de “cuán importante y relevante es para nuestros estudiantes la experiencia de la creación de ese espacio, y qué impacto tiene una vez ellos entran al espacio que ellos mismos crearon”, y considera que el jardín puede ser un modelo para replicar en otras escuelas.
“Los educadores tenemos que crear más y mejores experiencias que creen un puente entre el estudiante y el mundo que les rodea. A veces pesamos que están en otro mundo, pero están en el nuestro. Pero es que no le hemos dado la oportunidad de que ese mundo sea comprensible. Y es bajo el discurso de crear un modelo social para la diversidad funcional, que el ambiente, lo que les rodea, no determine lo que son, sino que ellos sean parte de la creación, parte de su propio tratamiento”, afirmó.
Reconocimiento internacional
Cabe resaltar que los esfuerzos de Bryan por ofrecer mejores alternativas de aprendizaje a estudiantes con diversidad funcional no han pasado desapercibidos. De hecho, este maestro es parte del selecto grupo de nominados a un premio internacional que se le conoce comúnmente como el Nobel de la Educación.
Según explicó Bryan un colega le nominó al Global Teacher Prize, premio al que se nomina a maestros de diferentes países “que tienen un impacto no solamente en su sala de clases, sino a nivel internacional”. “Yo no sabía que eso iba a pasar, me entero luego cuando la Organización (de Naciones Unidas) se comunica y comienza todo un proceso de entrevistas y de filtros de un jurado internacional”, explicó. “Es a través de entrevistas, de someter evidencia, de someter qué proyectos has tenido en otros países, cómo colaboras a nivel internacional, a nivel de Puerto Rico, porque estoy representando a Puerto Rico. Y es un proceso bien dinámico, bien interesante, donde obviamente se genera como una exportación de las mejores prácticas de tu país”.
Al premio agregó, fueron nominados este año más de 7,000 docentes a través del planeta, de 130 países que participaron. De esos más de 7,000 seleccionaron a 50 candidatos, entre los cuales está Bryan, en representación de Puerto Rico, juntos a otros candidatos y candidatas de naciones como Canadá, Francia, Chile, India, Ucrania, Sudáfrica, Pakistán, Reino Unido, Ghana, Estados Unidos, Brasil, República Dominicana, Australia, Italia, Turquía, Malasia, Nigeria, Arabia Saudita, Kenia, Costa Rica, Ecuador, Colombia, China, Eslovenia, Marruecos, Indonesia, Palestina, Perú, Argentina, entre otros.
“Estos 50 candidatos se convierten en embajadores de las Naciones Unidas en términos de educación”, agregó. “Y estamos en los 50, afortunadamente. Ahora pasamos por todo un proceso de jurados, de entrevistas y de someter evidencias y documentos”,
En la siguiente etapa nombran a los 10 candidatos finalistas, que competirán por el premio de $1 millón.
“Y este docente puede, desde su posición como maestro, crear un proyecto de alto impacto con el millón de dólares. Y por eso un poco se alinea a los que es el Nobel de la Educación”, explicó.
“Para mí ha sido bien importante. Llevo ya 11 años trabajando proyectos innovadores en Puerto Rico, en Singapur, en Tailandia, en Canadá, México, Suiza, y el hecho de poder entrar en ese Top 50, me da la oportunidad, es como una plataforma, es un trampolín a seguir impactando no solamente a mi comunidad de Naranjito, sino a todo Puerto Rico, y a expandir esa replicación de proyectos y buenas prácticas en Puerto Rico a otros países”, afirmó Bryan, en referencia al significado de tan importante reconocimiento internacional.
“Yo creo que cuando uno hace un trabajo con mucha voluntad, con mucho amor y con mucho corazón, es importante replicarlo en otros países e impactar mucho más allá de cuatro paredes. Para mí significa eso, es la puerta abierta para poder llegar a más y mejores escenarios a nivel del mundo”, agregó.
En cuanto a la educación en Puerto Rico en general, “creo que supone algo esperanzador. En nuestras salas de clases ocurren cosas maravillosas y a veces nuestras comunidades no saben lo que ocurre y mucho menos el mundo. Y en ese sentido, dar apertura a una sala de clases, que no se limite a varios estudiantes, sino a una comunidad, a varios países, es abrir las fronteras, es eliminar los determinantes sociales de la discapacidad, de la diversidad funcional, es crear un discurso totalmente nuevo y entrar de lleno a lo que es la conversación del buen maestro en Puerto Rico”.