Tomasa Rodríguez Hernández recuerda con un dejo de nostalgia cómo era el residencial Monte Hatillo al que ella llegó hace 26 años, cuando no había drogas, armas,  ni tiroteo que pusieran en riesgo a toda una comunidad.

Hoy, la presidenta  del Consejo de Residenciales de Puerto Rico añora aquellos tiempos en que las familias estaban unidas y vivían en armonía y se podía salir a caminar por sus calles sin miedo a las balas.

“Llevo trabajando con la comunidad 26 años. Toda una vida. Yo vine aquí de 18 años.  Vengo del barrio Sabana Abajo de Carolina. El Gobierno nos compró la propiedad  y nos trajeron a  Monte Hatillo. Esto se suponía que no iba a ser para vivienda pública. Era privado. Al surgir un problema  en Puerta de Tierra, el Gobierno  lo hizo público, fue para 1966. Ahora tengo 68 años. Conozco esto de rabo a cabo”, dijo.

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“Esto para mí era un palacio porque había de todo, de todo. Esto no era para todo el mundo. Era gente escogida. Esto  ha ido  deteriorándose administración tras administración. Mira, el ambiente aquí era bueno, aunque todavía lo podemos hacer. El que tenga miedo que se quite. Esto era tan familiar. Ahora la familia está tan dividida.  Aquí  hay muchos jóvenes  talentosos. Antes teníamos jóvenes que se dedicaban al teatro. Siempre, en todos los residenciales, la droga siempre ha existido. De que ahora está en todo su auge, es otra cosa. Ahora se ha desarrollado. No entiendo cómo se le ha salido  de las manos al Gobierno. A todos los partidos”, sentenció.

Según Rodríguez, empezaron a traer gente de otras comunidades.

¿Cuándo usted observó el cambio?

“Para 1970. Ahí fue como que empecé a observar el cambio. Me dije: Caramba, Monte Hatillo está cambiando. Ahí me trasladé y compré mi casita en Loíza. Me quedé sin trabajo y volví a la comunidad”.

¿Cuándo empezó a ver armas?

“Como se está viendo ahora, nunca las vi. Nunca. Nunca. Como en 1977 y 1978, yo vi cuando mi hermano cayó en el vicio. Le dije: ¿Oye, qué te pasa a ti?  ¿Tú estás usando drogas? Ahí fue que empecé a ver a mi hermano usando drogas. Yo le dije: Porque papi no fuma y no bebe. Me dijo: Ay mira, eso no es problema tuyo”. Te voy a decir una cosa, la droga no valía nada aquí. Con un peso, comprabas un cigarrillo”.

¿Cuándo empezó a ver armas de fuego?, insistimos.

“Yo he sobrevivido tantas guerras aquí  y seguiré viendo las guerras porque  no me doy por vencida. Yo no voy a coger miedo ni irme de esta comunidad”.

En 1998, dijo Rodríguez, surgió la primera guerra.

“Yo vivía en las casitas del frente y yo dije: Ea rayos,  ahora  fue que nos fastidiamos. Nos van a matar a toj”, apuntó.

La líder comunitaria  se cuestiona qué es lo que tiene Monte Hatillo que de otros residenciales lo atacan. Su respuesta es: 

“será porque está en la misma  65 de Infantería”.  Dijo que todos los residenciales,  excepto los de la Isla que a veces vienen, están en contra de Monte Hatillo.

¿Qué fue lo que sucedió en 1998?

“Eso fue una cosa, que empezaron a tirotear de los condominios Berdwind,   que se las traen también, que empezaron a disparar y de acá le respondían. Eso es lo que pasa con esta comunidad, que no se queda da”.

Rodríguez aclara que ella es “una contribuyente de la paz”.

“La misma policía se acostaba en el piso para poder responderle a los del condominio. Nos disparaban de la avenida, porque aquí hay como unas montañitas. Pero a nosotros nos han tiroteado por todas las cuatro esquinas del residencial. No tengo idea que tendrá Monte Hatillo, que todos lo atacan”, recalcó.

¿Se relaciona con la droga, no?

“Pues claro que relacionado con la droga. La gente tenía temor. Me decían: Ay Tomasa, yo no sé qué voy a hacer. Ayúdanos pa’ los cambios”.

¿Qué opinan sus vecinos?

Mira muchacha, hay vecinos que se quieren ir. Hay otros que dicen me quedo.

Rodríguez relató que la tirotearon una vez  por unos cambios que se hicieron en el residencial. Un muchacho la choteó y ella lo confrontó.

“Me le puse de frente. ¿Qué te pasa conmigo? Y me dijo: Que te vayas de aquí, ya”. Ahí empezó a disparar y vino la Policía. Pero honestamente, yo no creo mucho en la Policía. No son todos”, acotó.

¿Ha visto más de la cuenta?

“Sí. Dice un refrán que en boca cerrada no entran moscas y calladita me veo mucho mejor, porque mi vida es la que está en peligro y Vivienda no me tiene un guardia a mí, ni en la escalera, ni en mi casa”.

¿Cómo se ayuda a esos muchachos?

“Eso muchachitos no son tan malos. Ellos me dicen, mira Tomasa, ayúdame en esto: Yo quiero conseguir un trabajo. Pero el Gobierno le cierra las puertas. Al decir Monte Hatillo, le cierran las puertas. No tienen salida. Hace como seis años yo les hacía actividades. Yo los sacaba. Una vez los llevé, como a 346, entre niños y jóvenes, al Taller de Fotoperiodismo.

Agregó que nos les dan empleo y que los muchachos le  cuestionan ¿para qué voy a estudiar si no me van a dar trabajo”.