El Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA) reconoció una creciente preocupación ciudadana por la rápida propagación en todo Puerto Rico de una especie invasora anfibia que ataca la fauna nativa y, además, puede causar severa irritación en la piel de los seres humanos.

Se trata de la Osteopilus septentrionalis, también conocida como la rana arbórea cubana, cuyas poblaciones han sido observadas cada vez más en distintos pueblos como Camuy, Arecibo, Dorado, Vega Alta y más recientemente en Vieques, donde un residente preocupado divulgó información de advertencia durante las fiestas patronales de la Isla Nena, que culminaron la semana pasada.

Ángel Atienza, director del Centro de Confinamiento de Especies Exóticas del DRNA, en Arecibo, dijo a este diario que en Cambalache han divisado múltiples poblaciones y reveló que personalmente resultó afectado porque el fluido de esa rana le cayó en un ojo.

“El líquido me cegó por unos minutos, después me sentí mucho dolor en la cara y se me durmió un lado del rostro”, narró Atienza, quien tiene que manejar a diario diversas especies exóticas encontradas en la Isla.

Según Atienza, las glándulas sebáceas de la Osteopilus septentrionalis segregan el peligroso fluido viscoso que irrita la piel y, en su caso, al entrar en contacto con los ojos, destacó que sintió un efecto similar al que reportan personas expuestas a gas pimienta.

Atienza indicó que en Puerto Rico se ha estudiado poco sobre la propagación de esta rana, pero uno de dos investigadores inmersos en esta faena al presente le anticipó que se han dado casos de personas que han sufrido severas lesiones en la córnea al estar expuestos al fluido de esa rana.

Precisó también que una investigadora recoge cuerpos congelados del citado anfibio para conocer en detalle sus hábitos de alimentación aquí. Comentó que en una inspección en el bosque de Cambalache, donde ubica el Centro de Confinamiento de Especies Exóticas del DRNA, documentaron a una de esas ranas invasoras acechando un lagartijo nativo, pero precisó que hace falta más indagación sobre la especie.

Scott Appell, botánico residente en la comunidad Villa Borinquen, en Vieques, por su parte, consignó su preocupación en la voracidad de estas ranas. “Tratan de comer cualquier cosa que puedan poner en sus bocas, y en Vieques esto incluye todo tipo de insectos, caracoles, arañas, escorpiones, lagartijos y otras ranas, incluyendo a miembros de su propia especie”, sostuvo el ambientalista, miembro del prestigioso Jardín Botánico de Brooklyn.

Appell, autor de varios libros sobre flora, opinó que “el impacto potencial para la población de coquíes en Vieques, sus parientes y los reptiles locales es catastrófico”. En tal sentido, narró que ha percibido menos canto del coquí en su nueva casa en Villa Borinquen, donde entiende que se ha propagado la rana cubana de los árboles.

En la publicación comunitaria Vieques Events, Appell sugirió que la propagación de ese anfibio se puede controlar evitando aguas estancadas donde la hembra deposita sus huevos. La hembra puede llegar a crecer hasta seis pulgadas, contrario al macho, que suele medir solo una pulgada.

También, Appell reveló que algunas personas han diluido el anestésico oral Anbesol con agua y le han disparado chorros del líquido para aturdirlas y atraparlas. Una vez el anfibio queda inconsciente, recomendó usar guantes, colocarla en una funda plástica para sacrificarla. En su caso, sugirió congelarlas.

El teniente Atienza, por otro lado, relató a este diario que recientemente un residente de Arecibo logró capturar en poco tiempo 27 ranas de la especie Osteopilus septentrionalis y las llevó al centro del DRNA, donde se han mantenido en comunicación con científicos que investigan la presencia del anfibio aquí.

Según Atienza, en pueblos de la zona norte, la gente ha adoptado la práctica de echarles sal para alejarlas de las casas y exterminarlas. También les arrojan cloro, agregó el funcionario del DRNA.

Héctor Orta, biólogo del DRNA, sostuvo a este diario que las Osteopilus septentrionalis han llegado aquí en productos agrícolas importados y se han propagado sin problema porque "aquí no tienen competencia pues en el sistema no tienen un depredador, como ocurre con las gallinas de palo. Por eso, le quitan el espacio a las especies nativa, igual que el sapo toro".

El destacado biólogo Rafael Joglar, por su parte, ha señalado que la rana cubana es una de seis ranas exóticas que han llegado a la Isla. El profesor de la Universidad de Puerto Rico ha lamentado que no se asignen fondos para investigar de forma abarcadora el problema de las especies invasoras en el país.

Entre otros anfibios invasores, Joglar ha mencionado la rana toro, natural de Norteamérica, llegó a Puerto Rico en la década de los 30. De esa rana hay poblaciones extensas en Toa Baja, Dorado y Vega Alta, entre otros pueblos.

La rana toro se intentó mercadear sin éxito aquí como alimento en el siglo pasado. En la Isla los criadores se deshicieron de éstas y ya incorporadas a la vida silvestre se han comido coquíes y las nativas ranitas de labio blanco, según la documentación de expertos de la fauna local.

Por otro lado, Joglar ha explicado que el sapo común, traído en la década de los años 20 para combatir el gusano blanco de la caña, también ha tenido efectos sobre la población de coquíes, lo mismo que la rana cubana platanera y la rana norteamericana, ambas introducidas a la Isla por niños u otras personas que las tenían como mascotas.

Escucha la ranita: