Muy accesibles los tratamientos hormonales peligrosos para las personas trans
Expertos coinciden en que la educación y el acceso a servicios médicos son claves para minimizar el impacto de la automedicación.
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El acceso sin supervisión médica a fármacos utilizados en los tratamientos hormonales de las personas trans están tan accesibles como con un “clic” en alguna página de internet, pero también hay quienes los consiguen en farmacias de la comunidad o en mercados ilegales que, mayormente, operan en actividades nocturnas.
Así lo explicaron las doctoras Suzette Alio Lladó y Bárbara Blasini, directora médica y directora clínica, respectivamente, de TransSalud, en Río Piedras, un centro que brinda servicios primarios a la comunidad LGBTTQIA, incluyendo tratamientos transfemenine y transmasculine.
Esta información la confirma también la manejadora de casos de la clínica María Leonor Avilés, al explicar que los “mercados negros” de terapias hormonales para personas trans existen desde hace dos o tres décadas, cuando el acceso a los fármacos estaba bien limitado en la isla.
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“Al menos, ahora, tienen opciones como esta clínica y otras que existen con los mismos servicios. Hace 20 o 25 años la historia era distinta y todo era ilícito. Recuerdo que cuando adolescente, la fila de chicas trans en el estacionamiento de la discoteca Eros (San Juan) era increíble esperando para recibir la dosis de hormonas que se traían de otros lugares, como México, Tailandia o Nueva York”, rememora sobre los primeros mercados irregulares de hormonas en la isla y que, usualmente, se vendían en inyectables.
Alude a que las personas -tanto los hombres como las mujeres trans- de aquel entonces, y aún en la actualidad, compran los productos sin conocer certeramente su contenido y eficacia. Tampoco observan las dosis. Todo lo contrario, tienen la noción de que mientras más altas las dosificaciones de hormonas, más rápido ocurrirán los cambios feminizantes y masculinizantes.
“Recuerdo a una amiga que no tenía control y utilizaba todas las hormonas que consiguiese. Podía mezclar la de Tailandia con la de México y la de Nueva York y se ponía las tres dosis más altas que encontraba. Y luego tenía los efectos de una sobredosis de hormonas que incluía: náuseas, dolor de cabeza como migraña, entre otras cosas. Y lo que hacía era que, como no tenía plan médico, pues iba al Centro Médico (Río Piedras) y allí procuraba que le hicieran análisis para conocer los niveles hormonales y, entonces, por su cuenta ajustar ella por acá la dosis”, acotó.
Gerald Lee Vega, exatleta olímpico y CEO de TransSalud, explicó que cuando se hace el análisis social de pacientes que llegan con el perfil de haber utilizado hormonas sin la ayuda de un médico, se percatan que tienen muchos factores en común: viven bajo nivel de pobreza, no tienen empleo por el mismo estigma de ser personas trans no aceptadas en sociedad y presentan síntomas generalizados de depresión y ansiedad.
“Esta es otra realidad que hay que visibilizar y que nos afecta directamente a la comunidad trans y es ese factor social”, informa al explicar que hay pacientes que no tienen transportación, que quizás viven en una situación precaria y algunas ni siquiera tienen plan médico. “Por eso no juzgamos y tratamos de comprender la situación individual de cada persona”, asevera.
Los “Silicone party”
Otro aspecto que preocupa a los expertos entrevistados para este reportaje es el uso de silicón en los procesos de afirmación de género tanto para hombres como mujeres trans.
Esta técnica consiste en administrar silicón no aprobado médicamente y en entornos cuestionablemente inseguros con el propósito de alterar facciones o el aspecto físico.
“Algo importante que quiero mencionar es que aparte de las terapias de afirmación de género hay personas que van a lo que llaman “silicone party” e incurren en otros procedimientos peligrosos como lo es el uso de silicón en diferentes partes del cuerpo buscando tener ese ‘contour’, por ejemplo, en los glúteos, en los cachetes, en el pecho o caderas. Y hay que aclarar que estos son productos no aprobados para utilización en el ser humano y que tienen unas repercusiones bien serias en la salud como, por ejemplo, provocar una embolia o trombo que puede llegar al cerebro, pulmón o corazón y hacer que esa persona muera”, manifestó la doctora Maribel Acevedo, directora médica de la Clínica Translucent del Centro Ararat.
La doctora sostuvo que ha tenido pacientes en la clínica con desarrollo de granulomas. Este es un tipo de inflamación crónica en rechazo a la silicona.
“Son complicaciones que requieren cirugía para remover ese material encapsulado. Y vemos que lo que comenzó como algo estético en ese proceso de afirmación, termina en lo opuesto y en gastos económicos extras”, abunda la médica al asegurar que estas complicaciones traen consigo otras frustraciones de autoestima y de salud emocional en una población que ya de por sí tiene el constante e injusto desafío de conseguir validación en una comunidad donde no se les respetan los pronombres y nombres escogidos.
En la clínica TransSalud también hay preocupación por el uso de silicona en procesos de afirmación de género, una tendencia que, según ha podido constatar María Leonor, se da en pacientes que viajan en grupo a países de centro y suramérica “porque es más económico”. “He escuchado que hacen un paquete hasta por $2,000 en el que le inyectan con silicona el cuerpo completo: cara, pómulos, senos, glúteos, caderas”, dijo.
¿Qué se puede hacer?
Educar es la clave para evitar que las personas con diagnóstico de disforia recurran a prácticas peligrosas para firmar su género. Pero el proceso va más allá de educar a pacientes y debe incluir a la población general y a toda la comunidad médica de la isla.
“Somos pocas las clínicas, pero es mucha la demanda allá afuera. Entonces, urge educar a todos esos profesionales de la salud, que conozcan lo que es la disforia, que conozcan el manejo adecuado de estos pacientes y los ayuden en sus procesos de afirmación salvaguardando su salud física y emocional. Existe esta clínica, pero no todos pueden llegar a San Juan y debemos crear ambientes para satisfacer esa necesidad de cuidado médico que hay en una comunidad que ha sido marginada por años. Pero la realidad es que TransSalud no es suficiente. Otros se tienen que involucrar. Tienen que hacerlo porque tenemos que salvar vidas”, puntualizó Blasini.
Por su parte, la doctora Acevedo, habló sobre la voluntad de “desaprender” en una sociedad que tiene conceptos erróneos sobre el tema “o no son los más apropiados considerando la comunidad diversa en la que vivimos”.
“Hay que tener apertura de escuchar y tomar acción con respecto a las recomendaciones que los mismos participantes verbalizan porque, como hemos explicado, la afirmación se busca desde diversos aspectos. Algunos pacientes dirán que lo que necesitan es que les llamen por su nombre escogido, que les respeten, que les traten con dignidad, que les dejen ser, que puedan tener la libertad de llegar a una oficina sin que les digan: ‘aquí no atendemos gente como tú’. Siempre se habla de la comunidad como algo lejano, como alguien que veo desde afuera, pero la sociedad es de todos, incluidos los LGBTQIA, por eso estamos los aliados. Pero necesitamos que más personas pongan la mano y ayuden “, expresó quien fue propulsora de que los pacientes trans de la isla pudieran recibir las terapias hormonales necesarias por medio del Plan Vital del gobierno de Puerto Rico.
Además, dijo que deben aunarse los esfuerzos para que haya una educación continua compulsoria para los profesionales de la salud mediante talleres que aborden el tema de sensibilidad a la diversidad no solo de género, sino la funcional, de desarrollo sexual, intelectual, entre otras.
“La medicina a lo mejor es la misma, pero la intervención va evolucionando y eso es algo que lo vemos, por ejemplo, con la diabetes y otras enfermedades. Pues, lo mismo ocurre aquí y no basta con coger un curso una sola vez en la vida profesional de un médico”, dijo, quien lleva más de 7 años en Translucent donde, actualmente, hay 542 personas activas.