Mucha rabia entre los residentes de Peñuelas
Gases lacrimógenos lanzados por la Policía en Tallaboa entraron a las casas de los vecinos, quienes la mayoría son adultos mayores.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 7 años.
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“Impotencia es lo que uno siente, rabia”, expresó Rosa Rivera, de 72 años, al recordar cómo la afectaron los gases lacrimógenos lanzados ayer por la Policía de Puerto Rico para dispersar una manifestación contra el depósito de cenizas de carbón en Tallaboa.
Rivera vive en la calle 1 de las parcelas de Tallaboa, que es también la marginal de la carretera PR-2, donde ayer por la mañana un grupo de manifestantes paralizó el tránsito para tratar de impedir el paso de camiones con cenizas de Applied Energy Systems al vertedero Peñuelas Valley Landfill.
Luego de presuntamente recibir pedradas de parte de los manifestantes, agentes de SWAT lanzaron gases lacrimógenos desde los carriles de la PR-2 que conducen a Peñuelas hacia la marginal, que está varios metros más elevada.
Los efectos del químico no solo afectaron a los activistas, quienes corrieron por la marginal, sino a los residentes del área, la mayoría de los cuales son adultos mayores y con problemas de movilidad.
“Siento un ‘pum’, como una bomba fuerte, y era como si el cielo estuviera en casa. Era un humito que para mí fue azul y la gente que entró a mi casa, porque no tengo portón, gritó ‘agua, agua’, pero cuando me echo agua en la cara me dijeron que fue el peor error que cometí”, detalló Rivera, en cuyo patio cayó un cilindro de gas.
“Yo no podía ver nada. Solo caminaba”, agregó la mujer, que tiene lentes intraoculares en ambos ojos, al igual que su esposo, Edwin Ramos, de 68 años.
Ramos, por su parte, comentó que “la garganta se me afectó, la respiración y quedé ciego totalmente”.
El matrimonio y los manifestantes que buscaron refugio en su hogar se lavaron la cara con una mezcla de agua, vinagre y líquido de fregar.
“Me empecé a echar ese líquido y se me fue aliviando un poco, pero el ardor de los ojos todavía lo tengo y ahora mismo siento la garganta como cuando tienes catarro, que se pela”, expresó Rivera al mediodía de ayer desde el Campamento contra las cenizas de carbón en la PR-385.
La residente de Tallaboa mostró su enojo con lo sucedido, además, porque tiene cuatro perros a los que no pudo proteger.
“Impotencia es lo que uno siente, rabia. Con las cenizas por un lado y los gases lacrimógenos por el otro, esto es horrible. Es una experiencia que jamás y nunca pensé vivirla”, sostuvo Rivera.
Un adulto mayor de la calle 1 que prefirió no identificarse dijo que la casa se le llenó de gases porque un cilindro cayó en la parte frontal de la vivienda. El hombre, que camina lento y con dificultad, tuvo que moverse al exterior y esperar a que pasara el efecto.
Lo mismo tuvieron que hacer Josefa Martínez, de 76 años, y su esposo Jaime Santiago, de 80 años y quien camina con andador.
“Papi estaba en el balcón y cuando lanzaron los gases un manifestante le gritó que se fuera para atrás de la casa. Él me dice que allí estuvo como una hora esperando a que pasaran los efectos de los gases”, contó una hija de la pareja.
Entretanto, Salvador Nieves Tarafa, de 86 años, también tuvo que lidiar con la irri-tación de los gases.
“Vinieron como 10 mujeres y un señor, y se metieron al garaje. Cuando bajé (para preguntar por qué habían entrado a su casa) tuve que taparme la nariz porque, poquito fue, pero respiré los gases. Yo les pregunté qué pasaba y ellas tenían las manos en la boca porque no podían respirar. Me dijeron que estaban tirando gases”, relató Nieves Tarafa, quien vive con una hija que tiene discapacidad intelectual.
Samuel Ruiz González, de 56 años, se encontraba en el balcón de su residencia cuando la nube blanca se apoderó del espacio.
“Los oficiales que estaban del lado de allá (en la PR-2) estaban tirando gases lacrimógenos hacia acá (la marginal). Aquí viven viejitos. Tuve que ayudar a unas mujeres que entraron a mi casa, echarles agua fría. La casa se me llenó de gases”, describió el residente.
Ruiz González relató que cuatro mujeres y un muchacho que participaban en la manifestación buscaron resguardo en su vivienda, pero los gases los afectaron a todos.
“Mojé unos paños con agua fría y se los di a las señoras. Dos abaniquitos que tengo ahí, una señora los usó para echarse fresco. Esta es la primera vez que pruebo eso. Arde, intoxica y me afectó mayormente la vista”, indicó.
Ruiz González agradeció que su nieto de cuatro años no se hubiera quedado a dormir en su casa la noche antes , pues también se hubiese afectado.
“Yo espero que la próxima vez no suceda porque van a coger al nieto mío y me lo van a intoxicar”, dijo.
También pidió que la Policía no lance gases de manera indiscriminada, en lugares donde pudieran afectarse civiles que no participan de las protestas.
“Que tiren los gases a donde vayan a tirarlos, pero que para acá no. Para las propiedades me imagino que ellos (la Policía) no tienen permiso (para hacerlo). Si van a intervenir, que sepan cómo hacer las cosas. Eso es horrible”, manifestó el peñolano.
Por otra parte, María Maldonado, de 53 años, fue una de las manifestantes afectadas en la marginal.
“Yo estaba mirando con rabia cómo los camiones pasaban con escolta policiaca y veo algo que cae en mis pies. Al caer se revolcó y empecé a correr. Venía asfixiada, me dolían los ojos, la boca, no podía respirar. Eso es como si te pegaran puyitas”, describió.
Otra afectada, Jannette Albino, comentó que “abusaron de los residentes y personas mayores en nuestras mismas residencias al tirar gases lacrimógenos”.
“Hoy (ayer) quedó demostrado una vez más que la Policía de Puerto Rico no está protegiendo a las comunidades pobres sino a las compañías privadas, pero a pesar de todo eso vamos a seguir hacia adelante”, afirmó Albino, quien es una de las integrantes del campamento.
Primera Hora solicitó la reacción de la Policía a este evento y preguntó quién fue el oficial a cargo del operativo, mas no se recibió respuesta.
Por su parte, el gobernador Ricardo Rosselló Nevares favoreció el uso de gases lacrimógenos en Peñuelas con el argumento de que “cuando se utilizan piedras, artefactos, estamos en medio de una carretera… pues escala el nivel de peligrosidad y se utiliza ese mecanismo para disuadir y para evitar que ello ocurra”.
“No se utilizan a lo loco. Los policías están bien entrenados para utilizarlo única y exclusivamente cuando hay una situación de violencia, de peligro, que lo amerita”, señaló el mandatario.
Según Rosselló Nevares, la Uniformada no ha violado disposiciones establecidas como parte del proceso de reforma que dirige el juez federal Gustavo Gelpí.
“Cuando no lo amerita, no se debe usar, pero hay un protocolo para eso y se está estableciendo consistente con la Reforma de la Policía”, reiteró.
La reportera Femmy Irizarry colaboró en esta historia