No son familia, pero guardan mucho en común. Eran vecinos y son padres que aman profundamente a sus hijos, pero hoy lloran su ausencia.

Hace una semana Elba Pacheco, Ernesto Albarrán y Mildred Padilla escucharon un veredicto que profundizó más el dolor y el vacío en sus corazones: conocer que un jurado declaró no culpable al hombre que les quitó la vida a sus hijos.

El juicio contra el comerciante Adán Torres Quiñones, acusado de asesinar a los jóvenes Christian Torres Padilla, Ernesto Albarrán Silva y los hermanos Ángel y Armando Castro Pacheco, llegó a su fin el pasado viernes de la semana pasada, luego de tres años de ocurridos los hechos en la playa La Jungla de Guánica.

Estas tres familias se unieron con un solo dolor: no tener a sus amados hijos, y se mantuvieron firmes día tras día llegando al Tribunal de Primera Instancia de Ponce para seguir de cerca el proceso contra ese hombre, que en el pasado fue hasta su amigo y que por cosas del destino o por viejas rencillas de barrio les arrebató la vida a estos jóvenes que empezaban a vivir.

Allí, en aquella fría y sobria sala del tribunal escucharon todos los testimonios, reviviendo el profundo dolor que despedazó sus corazones. Pero el pasado 13 de noviembre quedará grabado en sus mentes como el día en que dejaron de confiar en la justicia de Puerto Rico.

Estos padres sintieron cómo se les cayó el mundo por segunda ocasión cuando un jurado, compuesto por nueve mujeres y tres hombres, absolvió al asesino de sus hijos de los cuatro cargos de asesinato atenuado y de Ley de Armas.

Pero hoy, una semana después de conocer que el comerciante seguirá libre, estos padres expresaron llenos de sufrimiento, frustración y fe en la justicia de Dios que mantendrán viva la memoria de sus hijos, que dejarán que el tiempo pase y sane sus heridas.

La llamada masacre de La Jungla ocurrió el 3 de julio de 2006. Torres Quiñones alegó que luego de tener un altercado con los jóvenes escuchó tiros provenientes del vehículo en que éstos estaban y vio a su hija Francheska en el suelo. El comerciante dice que pensó que la habían herido y por eso les disparó. La joven no estaba herida, pero Torres Quiñones mató a todos los ocupantes del carro, donde se halló un arma.


Teme que el jurado no entendió la prueba del asesinato de sus hijos

“Esperábamos otro resultado y nos sorprendimos al escuchar el veredicto”, admitió Elba Pacheco, la madre de los hermanos Ángel y Armando Castro Pacheco.

Ésta comentó que tal vez el jurado no entendió la prueba o no tienen hijos, y que el abogado de la defensa, Pablo Colón, quiso -y logró- dañar la imagen de los muchachos.

“El abogado es un inhumano. Ojalá que él no tenga que pasar por lo que nosotros hemos vivido”, sostuvo.

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Burlados por un viejo amigo

“¿Dónde está la justicia?” Eso se pregunta diariamente Ernesto Albarrán, quien sufre la pérdida de su único hijo varón, que llevaba su mismo nombre.

Éste admite que no sale de su asombro por el veredicto y que confió hasta el último momento en que la mayoría de los miembros del jurado estarían a su favor.

Pero, “de la justicia divina nadie se salva”, sostiene. Y espera que ésta se encargue de Adán Torres Quiñones.

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Piensa que el poder económico del acusado le permitió salir absuelto

“Aquí pudo más el dinero que la justicia verdadera”. Mildred Padilla, madre de Christian, el menor del cuarteto asesinado, siempre estuvo convencida de que no se haría justicia para su hijo muerto.

“Aunque dentro de mí sentía algo positivo, siempre supe que ese hombre quedaría absuelto”, dijo la madre.

Ésta comentó que a través de este caso quedó claro que el factor dinero compra lo que sea, refiriéndose a que la posición económica tanto del acusado como de su abogado daban gran peso al resultado del veredicto.

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