Más ruido del que se puede aguantar

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 17 años.
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Según un estudio liderado por la Junta de Calidad Ambiental (JCA), el sonido registrado en alrededor de 105 estaciones de medición de ruido en San Juan y Guaynabo fue, en promedio, de 65 decibeles, 10 más que los que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS) como el límite de ruido saludable en espacios urbanos.
José Alicea Pou, director del Área de Control de Ruidos y Querellas Ambientales de la Junta, explicó que las mediciones se hicieron del 2003 hasta el presente en las ciudades metropolitanas de San Juan y Guaynabo, y que las fuentes principales de estridencia fueron los autos, especialmente aquellos con alteraciones en sus sistemas de escape para hacer sonidos fuertes, las motoras, los camiones, las unidades de acondicionador de aire, los generadores eléctricos y las industrias.
“Hay que concienciar a los ciudadanos para que reduzcan el nivel de ruido... que busquen los sonidos del ambiente natural y aprovechen la oportunidad de sosiego”, comentó durante una rueda de prensa tras el Quinto Simposio de Ruido y Contaminación Sónica que se llevó a cabo en la Universidad Metropolitana.
Mientras, el doctor Samir Gerges, presidente de la Comisión Internacional de Acústica, sostuvo que las personas que sufren de contaminación por el bullicio en sus comunidades padecen de irritabilidad, alta presión, pérdida de apetito y de sueño.
“El ruido es más alto de lo permitido por el Reglamento (de la JCA)”, señaló Alicea Pou.
Cuando una persona pierde sueño, por ende “su productividad al día siguiente disminuye significativamente”, comentó Sergio A. Caporalli, catedrático auxiliar de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Puerto Rico (UPR).
Agregó que no se ha estudiado el efecto del ruido en la salud de los que trabajan constantemente en la calle, como por ejemplo, los que limpian las carreteras y los policías de tránsito, así como los maestros que deben gritar por encima del bullicio citadino en las escuelas urbanas.
Para controlar el ruido en la ciudad harán falta cambios en la política pública, la cultura y las leyes, indicó Alicea Pou, quien sostuvo que recibe llamadas de personas cuya vida ha sido “destrozada” y han tenido que “abandonar su propiedad” por el alboroto urbano.
El estudio también midió niveles de ruido de 55 decibeles, en promedio, en 16 puntos de reservas naturales del país como El Yunque, el parque Enrique Monagas de Bayamón, el Bosque de San Patricio, el de Piñones y la reserva de Humacao.
La JCA no tiene una medida estandarizada para saber cuál es el límite de ruido recomendado en el ambiente natural, pues ello dependería de cómo reaccione cada especie a la actividad humana en su hábitat.
Neftalí Ríos, catedrático auxiliar del Departamento de Biología de la UPR en Humacao, considera que el ruido provocado por humanos podría disminuir la capacidad de reproducción de algunas especies que utilizan el canto para aparearse, como el coquí.
No obstante, hizo la salvedad de que conoció un estudio de otro país en el que un grupo de ranas aprovechó, para cantar y aparearse, el silencio de otra especie, a su vez provocado por el ruido citadino.